Gran Bretaña
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Gran Bretaña se está preparando para regresar al siglo 19 en caso de un brexit duro -o al menos para experimentar con un libre comercio unilateral que no se ha visto desde que la abolición de los aranceles agrícolas en 1846 cambió el curso de la historia.

Sin embargo, en el mundo moderno los aranceles no son tan importantes como lo afirman partidarios como Donald Trump. Es probable que otras barreras, como la regulación, sean el mayor obstáculo al comercio y la causa del daño a la economía del Reino Unido.

El plan del gobierno -temporal por supuesto según nos aseguran- es permitir que 87% de las importaciones totales del Reino Unido ingresen libres de arancel, en comparación con aproximadamente 80% hoy en día.

Las tasas aplicarían únicamente a la carne, algunos productos lácteos, vehículos terminados (no autopartes) y una pequeña combinación de otros productos. Dado que no habrá controles aduaneros en, por así decirlo, la porosa frontera con Irlanda, el Reino Unido parece dispuesto a permitir de manera unilateral que todos los productos sean importados libres de arancel, al menos durante un tiempo.

Esto concuerda con los consejos que el gobierno ha venido recibiendo por parte de economistas a favor del Brexit. Ellos argumentan que el libre comercio unilateral bajará los precios para los consumidores y obligará a las compañías a competir más y a potenciar su productividad.

Antes de que el Reino Unido aboliera sus leyes proteccionistas de los cereales, hubo un argumento similar: las importaciones más baratas de cereales reducirían los precios del pan, permitirían a los industriales reducir los salarios y ayudarían a la industria a florecer.

Políticamente es imposible defender este argumento hoy en día. No obstante, se puede ocultar un argumento similar en medio de la jerga sobre un impulso a la competitividad internacional del Reino Unido que compensaría los aranceles a las exportaciones británicas.

Todo funcionó divinamente en el siglo 19, permitió transformar a Gran Bretaña que pasó de ser un poder agrícola a un poder industrial. Claro que el problema del Reino Unido después del Brexit no será la pérdida de las protecciones arancelarias sustanciales que existen cuando se es miembro de la Unión Europea.

Como bien lo argumentan partidarios del libre comercio, éstas son tanto una bendición como una maldición. El riesgo más grande es quedar excluido de los mercados europeos por todo tipo de medidas que aplican para los extranjeros y hasta para algunos de los nuevos miembros del bloque.

En una disertación reciente de Erdal Yalcin, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Konstanz, Alemania, el autor y sus colaboradores calcularon que las barreras no arancelarias (como controles de importaciones, subsidios, políticas públicas de compras y estándares sanitarios) podrían reducir hasta 12% las importaciones de los productos afectados.

Claro que no se compara con la reducción de 50% en las importaciones de vehículos alemanes por parte de EE.UU. que pronostican los economistas si Trump impone un impuesto, pero igual es una reducción significativa.

Los controles de importación laxos del Reino Unido reducirían una barrera no comercial potencialmente costosa: los controles fronterizos, con las demoras y el papeleo que implican. Sin embargo, parece que las exportaciones del Reino Unido a la UE se seguirían enfrentando a este obstáculo pues el bloque no se ha comprometido a eliminar los controles aduaneros.

No obstante lo anterior, ningún economista tiene un entendimiento claro de cómo los obstáculos regulatorios del lado de la UE afectarán a las compañías del Reino Unido que intentan hacer negocios con Europa. Esto se debe a que son muchas las barreras y que difieren de un país a otro.

El Instituto Económico de Polonia, un centro de estudios respaldado por el gobierno, emitió recientemente un informe sobre el proteccionismo al interior de la UE. El documento argumenta que los "antiguos" miembros del bloque a menudo imponen barreras administrativas para bloquear a sus rivales extranjeros. Protegen igualmente a sus propias compañías a través de subsidios aunque esto signifique una violación de las normas del mercado común.

De acuerdo con el informe, los procedimientos de infracción contra los miembros más antiguos de la UE tienden a demorarse más de lo que se demoran para los recién llegados. De manera similar, la UE requiere más a menudo a los miembros más nuevos y menos influyentes que reembolsen la ayuda estatal ilegal.

Con todo lo que sucede al interior del supuesto mercado libre y único de la UE, es difícil predecir qué barreras se eliminarán una vez el Reino Unido salga del bloque. La mayoría de los países de la UE estarán más que contentas de sacar de sus mercados a las compañías del Reino Unido después del Brexit.

Igualmente, es difícil pronosticar el impacto de las barreras no arancelarias al utilizar como referencia las que ya existen en la UE y EE.UU. Gran Bretaña estará en una posición de negociación mucho menos poderosa que EE.UU. cuando intente firmar algún acuerdo comercial.

Para los partidarios del brexit, gran parte del ejercicio actual consiste en vivir nuevamente la gloriosa historia del Reino Unido. La tentación de remontarse a los días en que se eliminaron las Leyes de los cereales es fuerte. El mundo, sin embargo, ha cambiado mucho como para que este viaje a través del tiempo logre abarcar los problemas de la vida real.

Los británicos aún no se han dado cuenta de la realidad que implica estar fuera de la UE, pero seguir dependiendo de ella y además no tener voz ni voto en sus reglas. Pero bueno, habrá mermelada francesa, alemana y danesa libre de arancel para endulzar la vida mientras inician realmente las negociaciones comerciales con la UE y EE.UU.

Por Leonid Bershidsky

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