Por Lionel Laurent
La Unión Europea tiene una historia de presentar confusión durante las crisis a medida que se acaban los plazos, prefiriendo un consenso maquillado en lugar de cualquier cosa que definitivamente pueda crear una brecha entre sus miembros. Dado que no hay una, sino dos negociaciones estancadas que se encuentran al borde del precipicio, es probable que eso sea con lo que cuentan los socios del bloque que se encuentran en negociaciones. Puede que tengan que pensarlo de nuevo.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, espera concesiones del Brexit por parte de la Unión Europea que lo ayuden a convencer del acuerdo a sus seguidores británicos.
Mientras tanto, Viktor Orban de Hungría y Mateusz Morawiecki de Polonia están negándose a aprobar un paquete de recuperación del COVID-19 de 1.8 billones de euros (US$ 2 billones) a menos que se flexibilice o elimine la condición de que los destinatarios tengan que respetar el Estado de derecho. Esa condición se había acordado previamente este año de una manera más flexible, lo que lleva a lo que muchos han denominado como un momento “hamiltoniano” para el bloque.
Ambos acuerdos necesitan resolución antes de fin de año y hay una presión adicional debido la pandemia, que sigue propagándose por Europa.
Sin embargo, cualquier concesión desfavorable conlleva riesgos para el francés Emmanuel Macron y la alemana Angela Merkel, que buscan asegurar su legado como arquitectos de una Unión Europea más fuerte e integrada después de la partida de los británicos. Si bien es un cliché decir que la supervivencia del bloque está en juego, claramente hay consecuencias existenciales si se cede demasiado.
El desafío de la Unión Europea es la mejor manera de vincular el respeto por sus valores a sus relaciones comerciales transaccionales. Hacerlo llevaría el bloque, un mercado único con 450 millones de consumidores, más allá de ser un centro puramente comercial a uno que pueda emitir deuda, gravar y gastar de manera ambiciosa (algún día) en grandes proyectos, desde el cambio climático hasta defensa.
La salida del Reino Unido crea un competidor muy cercano, como lo expresó Merkel, quien quiere el máximo acceso al mercado con mínimas restricciones regulatorias. Hacia el este, una caída de los estados miembros hacia corrupción, nepotismo y magistraturas politizadas es una amenaza para la confianza de los inversionistas y los principios fundamentales de la Unión Europea.
En lo que respecta al Brexit, Johnson no debería suponer que llevar el plazo al límite resultará a su favor. Si bien un resultado sin acuerdo sería malo, los sacrificios oportunos para evitarlo podrían acumular problemas para el bloque de 27 miembros. Retractarse de las demandas de un “campo de juego nivelado” en el comercio, desde la ayuda estatal hasta las protecciones ambientales y sociales, al tiempo que ofrece un acceso privilegiado al mercado, podría alentar a otros socios comerciales o miembros actuales de la Unión Europea (tal vez incluso a Hungría o Polonia) a exigir un trato similar.
En cuanto a los países que se oponen en la disputa presupuestaria de la Unión Europea, están en desventaja. Sus amenazas de veto parecen más una actuación que un tema de principios. Hungría y Polonia no están respaldados por Eslovaquia ni República Checa, y el apoyo de Orban a Donald Trump lo enfrenta al futuro presidente, Joe Biden. Eso da a otros miembros de la Unión Europea margen de maniobra para simplemente avanzar con la condicionalidad del Estado de derecho independientemente, socavando la lógica de la postura de los opositores.
El riesgo es que un acuerdo no cambie las cosas a largo plazo. Los intentos pasados del bloque de hacer que Orban rinda cuentas por los abusos, así como por sus esfuerzos por expulsar a cientos de jueces, no han funcionado.
La firma de términos de intercambio justos con el Reino Unido y el desbloqueo del estímulo para la pandemia de COVID-19 claramente ayudaría a la Unión Europea a lograr sus ambiciones globales como establecedor de estándares que exporta reglas y como un bloque de poder que puede ser estratégicamente autónomo. Hacerlo ayudaría a mantenerse al nivel de Estados Unidos y China mientras silencia las objeciones de los populistas locales que no quieren perder más poderes ante Bruselas.
Pero una integración más estrecha requerirá más que las famosas habilidades de negociación de Merkel. El bloque necesita actualizar su código de “máquina de convergencia” para cerrar las brechas económicas entre los miembros. Esto es importante especialmente para Europa del Este, donde China y Rusia están haciendo incursiones. Macron quiere que instituciones políticas más fuertes, como el Parlamento Europeo, también subsanen el déficit democrático del bloque.
Sin todo eso, no se puede descartar una mayor desintegración de la Unión Europea. El legado de Macron y Merkel aún no está asegurado.