En medio de los deprimentes logros en los avances del cambio climático, surgen algunas buenas noticias: la economía de las energías renovables ha mejorado con rapidez, especialmente la de la energía eólica terrestre y la energía solar de gran envergadura. Un nuevo análisis del costo nivelado de energía (LCOE, por sus siglas en inglés) de Lazard, la compañía para la que trabajo, muestra que, durante el último año, el costo de generar energía a partir de proyectos eólicos se redujo en 4%, y de grandes proyectos solares, en 7%.
El costo nivelado de cualquier tecnología energética en particular es el precio de equilibrio que las empresas que invierten en esa tecnología necesitan para lograr una tasa de rendimiento competitiva. En el caso de la energía eólica terrestre y solar de gran envergadura, esta tasa se ha reducido a aproximadamente US$ 40 por megavatio hora, que es más bajo que el costo de construir nuevas centrales eléctricas a gas natural o carbón. Incluso está cerca de competir con los costos marginales de operar las plantas nucleares y a carbón que ya tenemos.
Muchas fuerzas han provocado este cambio, incluidas mejoras constantes en la tecnología y reducciones en los costos de capital. Y si bien la tasa de disminución se ha desacelerado un poco en el último tiempo, especialmente para los proyectos de energía eólica terrestre (que ahora disminuyen alrededor de 7% anual), los costos de la energía solar a gran escala han seguido bajando rápidamente (cerca de 13% anual) durante los últimos cinco años.
Estas tendencias son aún más marcadas cuando se tienen en cuenta los incentivos federales para la energía renovable. Con los subsidios del gobierno, los costos promedio de la energía eólica terrestre (US$ 28 por megavatio hora) y la energía solar de gran envergadura (US$ 36/MWh) son aproximadamente equivalentes a los costos de la generación a carbón y nuclear (US$ 34/MWh y US$ 29/MWh, respectivamente). Con los incentivos federales, la construcción de nuevas instalaciones eólicas y solares tiene más sentido que continuar operando viejas plantas de carbón y nucleares. Es decir, podemos reducir el consumo de combustibles fósiles sin alteraciones económicas exageradas.
Hay varias advertencias importantes. En primer lugar, los precios de las energías renovables no son tan favorables en todas partes; las diferencias regionales en cuanto a disponibilidad y costos de combustible son importantes.
En segundo lugar, la competitividad en costos de ciertas tecnologías de energía renovable no significa que puedan proporcionar por sí solas toda la energía que se necesita. Se seguirá necesitando una serie de tecnologías en el futuro previsible. La producción de energía eólica y solar es invariablemente intermitente, por lo que se complementa mejor con tecnologías de generación convencional, de las cuales, el gas natural de ciclo combinado sigue siendo la más rentable (y emite menos dióxido de carbono que el carbón).
En tercer lugar, para poder utilizar más energía eólica y solar, necesitaremos mejorar nuestra capacidad para almacenar esa energía. La buena noticia aquí es que los costos de la tecnología de baterías de iones de litio están disminuyendo, y a un ritmo más rápido que los de otras tecnologías de almacenamiento, según concluyó Lazard.
Las noticias generales son alentadoras: si bien tendremos que depender de las tecnologías energéticas convencionales, el costo de la energía solar y eólica, y del almacenamiento de energía, también está disminuyendo. Esto es un buen augurio para la perspectiva de reducir las emisiones de carbono sin consecuencias económicas dolorosas.
Por Peter Orszag
Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.