Una póliza que no cubría desastres naturales o un equipo de aire acondicionado que se sobrecalienta a altas temperaturas: algunas cosas no funcionan como se espera, justo cuando más se las necesita. Es lo que está pasando con las estadísticas oficiales en medio de la pandemia.
Encargados de política gubernamental e inversionistas, que tratan de calibrar la intensidad de la crisis, están más interesados que nunca en escudriñar las cifras del PBI. Sin embargo, rara vez esas estimaciones han sido tan inciertas. Por ejemplo, muchos economistas esperaban que la estimación inicial del PBI estadounidense del primer trimestre, publicada el 29 de abril, sea revisada a la baja.
Analistas de Goldman Sachs consideraban que esas estimaciones iniciales solo habrían capturado alrededor del 60% del lastre económico causado por el COVID-19. Asimismo, si la caída del PBI estadounidense del segundo trimestre será de alrededor de 12%, con respecto al mismo periodo del año pasado, como esperan muchos economistas, el cálculo inicial podría indicar un declive de solo 7% a 8%.
Los estadísticos están conscientes de lo incierto de la data. La Oficina de Estadísticas Nacionales de Reino Unido (ONS) ha evaluado introducir intervalos de confianza en sus estimaciones –pero nadie sabe con precisión cuán amplios debieran ser–. En tanto, la oficina de estadísticas de Francia señala que su estimación del PBI del primer trimestre es “frágil”. Muchas agencias están intentando llenar los vacíos de data donde es posible hacerlo.
Las estimaciones del PBI durante recesiones tienden a ser revisadas a la baja de manera considerable. Es que las tasas de respuesta a las encuestas que realizan las oficinas de estadísticas suelen caer en épocas de crisis económica, debido a que es probable que las empresas a las que les está yendo mal dejen de responder, con lo que la data recopilada presenta una imagen engañosamente optimista de la realidad.
Aunque las oficinas de estadísticas son presionadas, algunas obligadas por ley, a efectuar sus estimaciones con prontitud, mucha de la información que utilizan como fuente para sus cálculos es publicada con desfases. Los estadísticos pueden cubrir temporalmente la falta de cifras actualizadas, pero sus técnicas para “llenar” esos vacíos podrían no ser adecuadas durante periodos de estrés económico.
Por ejemplo, inicialmente se estimó que el PBI de Estados Unidos del cuarto trimestre del 2008, comparado con el trimestre previo, había caído 3.8%, pero posteriormente fue revisado a una contracción de más de 8%, en parte debido a que los supuestos aplicados para ciertos inventarios del sector manufacturero correspondientes a diciembre fueron demasiado optimistas.
Durante la pandemia, estos problemas se han complicado un poco más, pues muchas empresas han dejado de hacer negocios temporalmente y, por ende, no han respondido a las encuestas. Los sectores de la economía más afectados por los confinamientos, tales como educación, entretenimiento y hotelería, suelen presentar los desfases más prolongados en brindar información, haciendo que los cálculos iniciales sean poco fiables.
Es ciertos casos, la recopilación de data es imposible. En Reino Unido, una encuesta que se hace a viajeros en puertos y aeropuertos, que ayuda a medir el 20% de la actividad del comercio de servicios de ese país, no se realizó en marzo.
En respuesta, los estadísticos están aplicando soluciones rápidas. En Estados Unidos, el PBI de los servicios educativos públicos es estimado usualmente usando las remuneraciones de los profesores, pero los estadísticos han atenuado ese vínculo y han medido la actividad para reflejar el hecho de que, aunque los profesores siguen recibiendo sus sueldos, los alumnos han perdido horas de instrucción.
Otros están usando conversaciones con empresas, técnicas estadísticas y conjeturas para cubrir los vacíos. Muchos están buscando hacer cambios más drásticos vía la incorporación de data en “tiempo real”. Números que van desde reservas en restaurantes hasta precios en Amazon ya son utilizados ampliamente por economistas del sector privado.
La inercia institucional y presupuestos ajustados han resultado en que muchas oficinas de estadísticas evadan los cambios, pero ahora no tienen más opción que experimentar. Un puñado de ellas en la Unión Europea está usando data de tarjetas de crédito en su medición del PBI. Y en lugar de la encuesta a viajeros, ahora la ONS observa cifras de pasajeros de la reguladora de aviación, de trasbordadores y de Eurostar, el servicio de tren que conecta Londres con París —así como data meteorológica—.
También hay estadísticos que están analizando páginas web. La situación está difícil, pero los expertos podrían emerger de la pandemia teniendo un mejor entendimiento de cómo funciona realmente la economía.