Decenas de vendedores ambulantes instalaron un mercadillo de alimentos al aire libre en Huáscar, asentamiento humano en el noreste de Lima, desafiando la estricta cuarentena impuesta para combatir el covid-19. Cientos de trabajadores estacionales también han roto el confinamiento, para poder retornar a sus pueblos en la sierra, tras laborar en las cosechas costeñas durante el verano.
En Colombia, en suburbios bogotanos como Ciudad Bolívar y Soacha, la vida transcurre más o menos normalmente; ambulantes ofrecen café y pan de maíz. Esa imagen se repite en muchas partes pobres de América Latina. El virus golpeó a la región unas semanas después de haber arrasado en Europa y Estados Unidos, así que puestos sobre aviso, muchos gobiernos reaccionaron con anticipación.
Hacia fines de marzo, once habían impuesto estrictas cuarentenas mientras que otros cerraron colegios y dictaron reglas de distanciamiento social. En general, estas medidas han recibido el apoyo del público y es casi seguro que, hasta ahora, han mitigado el impacto del covid-19, salvando miles de vidas. En la mayoría de casos, la minoría que no está respetando los confinamientos lo hace por necesidad.
Data de Google que rastrea teléfonos móviles muestra más movimiento en departamentos y provincias pobres de muchos países. Varios gobiernos nacionales, entre ellos los de Colombia y Perú, han sido rápidos en implementar transferencias de emergencia a algunos de sus ciudadanos más pobres. Pero ese es un gran desafío: uno de cada dos latinoamericanos labora en la informalidad, con frecuencia subsistiendo con lo que gana en el día. Un nuevo eslogan popular dice que es mejor morir de coronavirus que de hambre.
Eso genera un grave problema para los gobiernos. En América Latina, las cuarentenas generalizadas no pueden durar más de dos meses, estima el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Al organismo le preocupa que el confinamiento se flexibilice antes de que las instalaciones de salud logren ampliarse lo suficiente para hacer frente al covid-19, y antes de que los gobiernos puedan asegurarse que la reapertura no conduzca a una propagación descontrolada del virus.
Pocos países han realizado pruebas suficientes. Incluso Chile y Perú, que son los que más pruebas han hecho, solo llegan a la mitad de las realizadas en Estados Unidos, en relación con el tamaño de sus poblaciones. Muchos funcionarios esperan que el pico de la epidemia llegue este mes, pero están navegando a través de la incertidumbre.
Aunque divergen mucho entre países, las curvas estadísticas de infección y muertes en América Latina están ligeramente por debajo de las de Europa y Estados Unidos. El motivo no es claro, pero algunos piensan que la data no es confiable. Por ejemplo, México no oculta que solo contabiliza una muestra de casos. Pero podría haber otras explicaciones.
La región ha hecho un buen trabajo en vacunación contra enfermedades como sarampión o tuberculosis. Algunos investigadores opinan que esto podría proporcionar cierta inmunidad contra el covid-19. Además, proporcionalmente hay menos población anciana que en Italia o España.
Mientras los gobiernos agonizan ante la disyuntiva de proteger las vidas o la subsistencia, es probable que ese dilema se resuelva en la práctica y a favor de la segunda. “Es imposible permanecer encerrados. La gente está desesperada”, señala Alejandro Gaviria, exministro de Salud de Colombia, quien plantea una estrategia de “vigilancia activa” en la que se monitoree la ocupación de camas UCI ciudad por ciudad, dando prioridad al incremento de pruebas y no a adquirir más ventiladores.
También propone un mayor uso de las redes de atención primaria de salud, que son más fáciles de ampliar que los hospitales. Algunos países latinoamericanos cuentan con experiencia en el rastreo de personas infectadas, a raíz de recientes epidemias virales como zika o chikunguña. “No tenemos que comenzar desde cero”, subraya Gaviria.
Chile y Colombia, que relativamente presentan tasas de contagio bajas, están implementando estrategias más flexibles. En Chile está en vigencia un toque de queda nocturno y el cierre de comercios para hacer cumplir el distanciamiento social. Solo se han impuesto cuarentenas estrictas en 15 lugares que son focos de infección. Tras haber comenzado con un laboratorio para procesar pruebas, ahora hay más de 50, en parte debido a que se puso bajo control temporal estatal al sistema privado de salud.
Los funcionarios también tendrán que considerar quién podrá retornar a trabajar de manera segura. Ecuador, que sufrió un fuerte brote, y Argentina, están comenzando a flexibilizar. Pero es difícil hacerlo cuando los hospitales están desbordados, lo cual aplica a Perú, partes de México -que no decretó cuarentena- y algunas ciudades brasileñas.
Tales lugares no tendrán más remedio que prologar el confinamiento. En el resto, tratar de desacelerar la epidemia todo lo posible al tiempo de aflojar el cierre de la economía, es la difícil pero ineludible tarea.