Por Mac Margolis

Los izquierdistas latinoamericanos están en una situación complicada. El venezolano preside una una economía en colapso detrás de las bayonetas. Una corte ecuatoriana ha ordenado el arresto del expresidente, quien ahora vive en Bélgica. La brasileña fue destituida por maquillar los libros y su icónico predecesor y mentor del Partido de los Trabajadores, está en la cárcel por soborno.

Cierto, los mexicanos juramentaron al izquierdista de vieja escuela , pero él es el nuevo caudillo de la cuadra. Entonces, ¿cómo explicar al presidentede Bolivia? El tres veces elegido líder socialista es el favorito para ganar un cuarto mandato en las elecciones de octubre. No importa que la constitución que Morales mismo reescribió prohíba a los presidentes servir por más de dos mandatos consecutivos, o que la mayoría de los bolivianos haya secundado ese alto en un referéndum nacional. Que sea el Tribunal Constitucional Plurinacional, favorable a Morales, el que pula esos obstáculos.

Esos escombros imperiales, además de otras reglas deformadoras de la democracia que Morales ha forjado durante su mandato, dejarían a altos jefes menos impasibles vulnerables. Solo hay que ver a Nicaragua, donde el asediado autócrata ha confiado en la fuerza bruta y las celdas de las cárceles para aferrarse al poder.

Morales no es un demócrata –basta con preguntarle a los periodistas bolivianos–, pero el secreto de sus más de 13 años de mandato no es tanto la bota opresora, sino el populismo de chequera, las cortes amontonadas, la manipulación de la constitución y mucha suerte.

Gracias al apetito de por los minerales y la demanda regional de gas natural, la economía boliviana ha florecido. Los precios promedio de sus exportaciones de minerales y gas natural han incrementado 120% en los años de auge del 2006 al 2013, en comparación con el periodo entre el 2000 y 2005, de acuerdo con el centro de estudios boliviano Fundación Milenio.

La economía boliviana creció en promedio 4.8% al año entre el 2004 y 2007. Incluso aunque se desaceleró el año pasado, el producto interno bruto siguió expandiéndose aproximadamente 4.5%, por lo que Bolivia fue uno de los países con mejor desempeño en la región, según informes del Fondo Monetario Internacional.

Morales ha sido mejor que sus pares en la despilfarradora Revolución Bolivariana a la hora de alinear el dinero caído del cielo. Durante el auge, guardó las reservas internacionales, las cuales se multiplicaron por ocho, de US$ 1,700 millones en el 2005 a casi US$ 14,000 millones en el 2012.

Además, admirablemente, decantó mucha de su generosidad hacia aumentos agresivos del salario mínimo y programas sociales, con fuertes transferencias de efectivo a los ancianos, las mujeres y los niños. En general, la pobreza disminuyó pronunciadamente en la década que terminó en el 2017, mientras que la pobreza extrema cayó de 38% a 17%, lo que le gana buena voluntad y votos.

Pero los auges también se tambalean. La dependencia boliviana de la minería y el gas natural –en América Latina, solo la economía venezolana depende más de las materias primas– han dejado al país presa de la caída de los productos básicos. Las caídas de los ingresos por las exportaciones han acercado las cuentas externas a los números en rojo; el déficit actual se amplió casi US$ 2,000 millones al año entre el 2015 y 2017.

La deuda externa de Bolivia creció más del doble luego de la bonanza, de US$ 4,200 millones a US$ 9,400 millones entre el 2012 y 2017. Las reservas internacionales van en picada.

El gasto gubernamental, sin embargo, sigue creciendo, lo que ha disparado las alertas de los prestatarios extranjeros en medio de la desaceleración de la economía global. "El modelo de éxito pasado se basó en factores que ya no son sostenibles", concluyó el en una revisión del artículo IV en diciembre pasado. "La dependencia de los ingresos por los recursos naturales para financiar programas sociales debe reconsiderarse".

Continuar con los aumentos de los salarios por encima de la productividad económica en general, según el Fondo, "sería perjudicial para la competitividad internacional de Bolivia".

La inequidad empeora el disparate fiscal. Una generosa ayuda de los subsidios sociales del gobierno, equivalente a 3.7% del producto interno bruto, logró caer en manos de quienes no son pobres. Cerca de 62% de los bolivianos luchan en empleos irregulares –la mayor economía informal del mundo–, lo que arrastra la economía y el capital humano.

La lenta caída de la economía boliviana aún no ha afectado profundamente los índices de Morales. Las encuestas muestran que va por delante de la fracturada oposición en la carrera presidencial.

Además, recientemente recibió un improbable e inconcebible empujón del Secretario General de la , Luis Almagro. Feroz crítico de los autócratas eternos, Almagro –quien también está buscando la reelección en el pacto latinoamericano– prácticamente apoya la apuesta por un cuarto mandato de Morales que deformaría la constitución (en una visita reciente, incluso apareció junto al líder andino en su fortaleza electoral en el Chapare, en el corazón del país de la coca de Bolivia).

"Probablemente fue un movimiento político calculado para ganar el voto de Bolivia en la OEA", asegura Jaime Aparicio Otero, exembajador de Bolivia en Washington. "Pero Almagro puede haber subestimado la reacción de Bolivia a su gesto".

Morales, por su parte, probablemente saldrá indemne. Lo que ha ayudado a contener el daño es el acuerdo de presupuesto descentralizado de Bolivia, convertido en ley antes de la elección de Morales, el cual envía 20% de los ingresos federales a las ciudades y los pueblos. "Esa repartición automática de los ingresos ayudó a proteger la economía", me dijo el economista Roberto Laserna de Fundación Milenio. "Gracias a esa disposición, que Morales no pudo cambiar, la economía boliviana era diversa y homogénea".

No obstante, el hábito de gasto del gobierno, sin controles, sugiere que sin importar quién gane en octubre, se acerca un ajuste fiscal. "Es como el que salta de un edificio de 12 pisos", dice Laserna. "A los diez pisos, todo parece bien". Ni siquiera el bolivariano más encantador puede vencer la gravedad.