(Foto: EFE)
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Hace 40 años, el descubrimiento accidental de una pepita de oro abrió en la mayor mina a cielo abierto del mundo. En Serra Pelada, en el corazón de la Amazonía, el fotógrafo Sebastiao Salgado retrató a una marabunta de hombres que cegados por la fiebre áurea devastó parte de la selva.

La desolación de esta mina del interior del estado de Pará (norte de Brasil) pasó a la eternidad en los años 80 gracias al objetivo del brasileño Salgado, conocido también por sus trabajos "Génesis" y "Éxodos".

Cuarenta años después del inicio de la explotación del yacimiento, el fotógrafo evocó uno de sus trabajos más impactantes en la exposición "Gold-Mina de Ouro Serra Pelada", que se inaugura este miércoles en el centro SESC de Sao Paulo.

Salgado ha recuperado en esta muestra parte de su acervo, pero también ha expuesto una treintena de fotografías inéditas en blanco y negro tomadas en 1986.

En ellas, se inmortalizó los estragos de esa ansia desenfrenada por riqueza que reunió 50,000 hombres en condiciones infrahumanas y cargando bolsas de hasta 40 kilos con tierra y

"Tan solo se escuchaba el ruido de las palas y el murmullo de los trabajadores. Tenía la impresión de que estaba escuchando el murmullo del oro en el alma de aquellas personas", recuerda Salgado, de 75 años.

Las imágenes de miles de hombres subiendo y bajando en fila india las endebles e interminables escaleras de madera extendidas por un inmenso cráter de tierra traspasaron las fronteras de Brasil en la década de los 80 y ayudaron a redefinir el fotoperiodismo al marcar el regreso del blanco y negro a los periódicos y revistas.

Así lo recuerda Lélia Wanick Salgado, esposa del fotógrafo y comisaria de esta muestra que recoge fragmentos de la vida de miles de hombres de diversas clases sociales que arriesgaron sus vidas con la esperanza de hacerse ricos. Algunos lo lograron, muchos volvieron tan pobres como el día en el que llegaron allí.

"Parecía esclavitud, pero no lo era de ninguna manera. Las personas estaban allí porque querían, pensando que iban a ser ricos y esa es la explicación del ser humano, lo que el ser humano es", cuenta Wanick.

Durante varias semanas Sebastiao Salgado captó en el interior de Serra Pelada el día a día de estos trabajadores sedientos de riqueza, carcomidos por el cansancio y bañados de pies a cabeza por el barro y el sudor.

La incansable búsqueda por oro transformó una colina repleta de vegetación en un inmenso agujero de 200 metros de diámetro y de profundidad dividido en parcelas de 2 por 3 metros.

Allí Sebastiao Salgado tuvo una idea real de lo que significaba la lucha de clases, como aparece reflejada en una de sus icónicas fotografías.

En ella hay un trabajador impregnado de lama, de complexión hercúlea, sujetando con fuerza la escopeta de un desafiante policía, algunos centímetros más bajo, pero con la confianza que le da sostener otra arma en su mano derecha.

"Vi conflictos serios, representados en algunas fotografías dentro de esa lucha de clases latente. Serra Pelada es algo que nunca más volví a ver en mi vida y ya rodé el planeta entero. Hace casi 50 años que hago fotografías y fui a más de 130 países, pero esa fuerza, ese poder y esa emoción solo la vi en Serra Pelada", confiesa el fotógrafo.

A comienzos de la década de los 90 las lluvias y la elevación del agua en la región fueron expulsando a los garimpeiros a otras zonas de la selva amazónica, donde la sigue ganando terreno, especialmente en las tierras indígenas de los yanomami.

Cuarenta años después del descubrimiento de la primera pepita de oro, Serra Pelada es hoy, en palabras de Wanick, un "lago con sueños perdidos escondidos sobre su superficie plácida".

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