(Foto: EFE)
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Los alumnos son catedráticos, doctores y licenciados, pero en el aula no debaten sobre astrofísica o termodinámica nuclear, sino sobre cómo poner en práctica el pensamiento del presidente chino, , a la hora de instalar, por ejemplo, inodoros sin agua en el árido norte de

Esta es solo una de las enseñanzas que se imparten en una clase de la Escuela del Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), fundada hace 86 años y en la que se forman quienes serán los altos y medios dirigentes del gigante asiático.

La hoy majestuosa academia, cuyo complejo ocupa cientos de hectáreas junto al Palacio de Verano de Pekín, fue creada en una cueva en 1933 por los revolucionarios chinos, que se agazapaban en la suroriental provincia de Jiangxi en su guerra contra los nacionalistas del Kuomintang.

Entonces conocida como "La Academia Roja", hoy la escuela tiene piscina, cancha de tenis, lagos y grandes jardines jalonados de templetes y estatuas de Mao Zedong, además de caracteres labrados en piedra que expresan su pensamiento o el de Deng Xiaoping, impulsor de la reforma que abrió China a la economía de mercado.

Por sus aulas han pasado la mayoría de los líderes de la República Popular, desde Mao -que la dirigió entre 1942 y 1947- hasta los presidentes Liu Shaoqi o Hu Jintao y, por supuesto, Xi, quien también fue su máximo responsable del 2007 al 2013.

Y fue en el 2018, ya con éste al mando de China, cuando la escuela se fusionó con la Academia China de Gobierno para incorporar un nuevo objetivo: "investigar y diseminar el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era", según los documentos del centro.

De hecho, en las clases -donde a los estudiantes se les muestran desde retretes de aspiración en seco hasta vídeos de sobre bicicletas que se conducen solas-, el pensamiento y el nombre de Xi se citan constantemente.

El profesor desgrana ideas sobre diversas materias y las va ilustrando con frases del líder supremo ante la atenta mirada de sus alumnos, en su gran mayoría hombres de entre 40 y 55 años.

"Es un centro de alta investigación filosófica e ideológica", explica el actual presidente de la Escuela, Chen Xi, miembro a su vez del todopoderoso Politburó del PCCh.

Wang Gan, vicedirector de planificación educativa, precisa que la academia está centrada en "diseminar las teorías del marxismo-leninismo" y en "ayudar a los chinos a encontrar soluciones para las decisiones del Comité Central".

"Aprendemos del pensamiento dialéctico e intentamos aplicar el conocimiento a la práctica, tal como defendía Mao", destaca por su parte Yan Xi, uno de los selectos profesores o "preparadores", catedrático además en la universidad pequinesa de Tsinghua.

Entre los problemas que más les ocupan, reconocen que una de sus prioridades es la de cómo reducir la brecha de ingresos en la China de hoy, una desigualdad que seguramente no imaginaban Marx ni Lenin cuando soñaban con la sociedad ideal comunista.

Pese a los centenares de millones de chinos que han salido de la pobreza en las últimas décadas, las grandes fortunas amasadas al calor de la economía de mercado conviven todavía con salarios ínfimos y condiciones de vida precarias en algunas partes del país.

Los responsables de la escuela niegan también que el avance tecnológico y los vertiginosos cambios de la sociedad china en los últimos años puedan estar alejando a los jóvenes del Partido.

En las clases se abordan todos los temas, aunque se prohíbe el debate sobre cuestiones espinosas como la masacre de de 1989 o la Revolución Cultural (1966-1976), el proceso de eliminación de la disidencia promovido por Mao para afianzar su liderazgo.

"Prohibimos el debate sobre asuntos que van contra las decisiones o las directrices del Partido, aunque los estudiamos para aprender de ellos y empujar la historia hacia adelante", sostiene Wang.

La Escuela del Comité Central de Pekín es la cúspide de un sistema formado por más de 2,500 centros repartidos por todas las provincias del país, donde incluso algunas empresas estatales poseen su "academia roja".

Aunque la inmensa mayoría de los alumnos son convencidos miembros del PCCh, la afiliación al partido no es una condición indispensable para entrar en estos centros, aunque en la práctica son muy pocos los que acceden sin el carné de la omnipotente organización.

En la prestigiosa escuela de la capital, que acoge a los llamados a ser grandes líderes, estudian este año 1,500 alumnos, muchos de ellos alojados en el propio centro, en habitaciones austeras pero confortables.

En las estanterías frente a las camas, las obras completas de Xi y los manuales de marxismo-leninismo comparten espacio incluso con algún que otro tratado de teología.