(Foto: EFE)
(Foto: EFE)

“A mí no me tiene que salvar nadie”, zanja, expresándose en ruso, Andriy Atamanyuk. Este ucraniano de 48 años critica abiertamente al presidente Vladimir Putin, quien ha argumentado que los rusohablantes están discriminados en Ucrania.

“Esas fábulas sobre el idioma son solo un pretexto para invadir”, fulmina este monitor de autoescuela de 48 años, que regresó a Ucrania en el 2015 tras haber trabajado 12 años en Moscú.

“No hay discriminación. Putin no tiene nada que hacer aquí. Todo lo que puede traer es ruina, miseria y caos”, asegura.

El presidente ruso no ve las cosas así, y hace del tema lingüístico la punta de lanza de su política ucraniana.

“Preocupa que a nivel legislativo se determine la discriminación de la población rusohablante a quien se rehúsa el derecho de usar su idioma materno”, dijo Putin la semana pasada ante el presidente francés Emmanuel Macron.

Tras la anexión de Crimea en el 2014, y debido al conflicto armado en el este con los separatistas prorrusos apoyados por Moscú, el idioma ucraniano ganó terreno y se convirtió en el elemento central de la unidad nacional, en paralelo a un retroceso del ruso.

Algunos ucranianos bilingües optaron incluso por no hablar ruso en su vida cotidiana.

Pero el este y el sur del país siguen siendo ampliamente rusófonos. Incluso en las calles de Kiev, impera el ruso aunque el ucraniano sea legalmente la única lengua del Estado.

En un esfuerzo de “ucranización”, el gobierno ha impuesto el ucraniano desde el 2021 en las tiendas, restaurantes y otros servicios como lengua de comunicación.

Desde enero, las publicaciones en otro idioma deben estar acompañadas de versiones en ucraniano. Hay excepciones previstas para el inglés, pero no para el ruso.

El texto es además criticado por la ONG Human Rights Watch que ve en ello una falta de equilibrio que “suscita preocupación”.

Pero no hay huella de “genocidio” de rusohabantes, tal como el presidente Putin lo denunció varias veces.

“Mentira y ficción”

El millonario y mecenas Evgueni Utkin, de 63 años, es categórico.

Nacido en el sur de Rusia, estudió en Moscú y empezó a desarrollar desde 1982 proyectos en Kiev, donde se instaló en el 2008. Afirma que jamás sufrió la menor discriminación.

“Me siento ciudadano de Ucrania. Pero soy profundamente ruso, y el ruso es mi lengua materna”, dice, y califica de “mentira y ficción” el discurso de Moscú.

Para el historiador ucraniano Yaroslav Gritsak, la retórica rusa sobre el tema lingüístico apunta a justificar una agresión rusa, dado que la real “diferencia entre Ucrania y Rusia es política”.

En un ensayo “sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos” publicado este verano boreal, Putin defiende la idea de que los dos pueblos no son en realidad más que uno y que las divisiones han sido instigadas por Occidente.

“La vía de la asimilación forzada, la formación de un Estado ucraniano étnicamente puro, agresivo hacia Rusia, es comparable a la utilización de armas de destrucción masiva contra nosotros”, escribió el presidente ruso.

Para Anne Applebaum, ganadora del premio Pulitzer y especialista del comunismo, este discurso de Putin refleja sus ambiciones imperialistas.

“La Unión Soviética era un imperio rusófono y a veces Putin parece soñar con recrear una réplica de ese imperio en las fronteras de la ex-URSS”, afirma.

El autor ucraniano Andrei Kurkov, uno de los escritores en lengua rusa más populares en Europa, estima que su país debe llevar a cabo una política lingüística “firme”. Ante la amenaza de Moscú, “es inmoral” promover el ruso en Ucrania, dice.