(Foto: AFP)
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Quieren saber la verdad sobre la muerte de sus familiares durante la represión a sangre y fuego de las manifestaciones prodemocracia de la plaza Tiananmen de Pekín, pero 30 años después este tema sigue siendo tabú en China.

El 3 de junio de 1989 por la noche los soldados sofocaron la revuelta. Habían sido siete semanas de manifestaciones y huelgas del hambre de estudiantes y obreros para pedir el fin de la corrupción y más democracia.

"Todo el mundo pensaba que el ejército nunca abriría fuego. Era inimaginable. Estábamos en periodo de paz", cuenta You Weijie, de 66 años, cuyo marido, un empleado que no se había manifestado, murió durante la represión.

"La gente apoyaba las reivindicaciones de los estudiantes contra la corrupción, la burocracia, la inflación... Había una inmensa ola de simpatía hacia ellos. Los habitantes les llevaban de beber, de comer", recuerda.

El 3 de junio por la noche, ella y su marido Yang Minghu se despertaron a eso de la medianoche al oír unos disparos a lo lejos. Soldados y tanques se dirigían desde los suburbios hacia la plaza Tiananmen situada en el centro de la ciudad disparando contra los civiles a su paso por las avenidas.

"Nos preocupamos por los estudiantes. Queríamos ir para asegurarnos de que no les pasaría nada. Pero nuestro hijo tenía cinco años. Entonces mi marido se fue solo", cuenta You, exempleada de una tintorería.

Después de una noche de angustia, lo encontró al día siguiente, con la vejiga destrozada y la pelvis rota, en un hospital "con muchas personas ensangrentadas, con heridas de la cabeza a los pies, muchas lloraban". La morgue estaba "llena de cadáveres".

'¿Por qué dispararon?'

Murió a los dos días. Tenía 42 años. Antes le contó que los militares abrieron fuego indiscriminadamente y fue alcanzado por ráfagas de disparos.

"Cuando salí del hospital vi algo que no olvidaré nunca: en cada cruce los soldados apuntaban horizontalmente sus armas en todas las direcciones. Y la gente se quedaba allí plantada, mirándolos en silencio", recuerda You Weijie.

"Me hubiera gustado preguntarles: ¿Por qué habéis disparado contra vuestros compatriotas? Pero tenía un niño pequeño así que me callé".
Pese a la vigilancia policial se creó la asociación "Las Madres de Tiananmen", de la que es portavoz.

Su objetivo: obtener indemnizaciones, conseguir que los responsables rindan cuentas y descubrir cómo murieron sus allegados.

Se desconoce el número exacto de muertos. Dos días después de la matanza, el gobierno informó de "casi 300 muertos", incluidos militares, en la represión de lo que calificó de "disturbios contrarrevolucionarios".

El embajador del Reino Unido en la época habló de 10,000 muertos y la Cruz Roja China de 2,700. En general, según datos hospitalarios, se estima que hubo entre 400 y más de 1,000.

"La asociación de las Madres de Tiananmen registró por el momento 202 muertos. Es, de lejos, una pequeña parte de las víctimas", estima You Weijie.

Hematomas

El gobierno impone silencio. No se habla de ello en la prensa, en internet, en los libros, los manuales escolares, las películas, salvo en contadas ocasiones en las que se describe con el eufemismo: "la agitación política del año 1989".

Se puede abordar en casa, claro, con familiares y amigos, pero una conmemoración pública conlleva un arresto con casi total seguridad.

"Su mayor deseo es que el recuerdo de la represión se borre" de la mente de todos, "de la nuestra y de la de cualquier persona de la Tierra", declaró Wu Dingfu, un obrero jubilado que perdió a un hijo de 20 años en la matanza.

Este estudiante de la prestigiosa Universidad del Pueblo, apasionado por la fotografía, hizo huelga de hambre durante las manifestaciones y murió el 4 de junio tras haber salido del campus, "seguramente para tomar fotos", explica su padre. "Le dije que no había que meterse en política de ninguna manera".

Le quedan pocas cosas de él: sus cenizas, una tarjeta de la biblioteca universitaria y algunas fotos.

En algunas fotografías, tomadas por un compañero de clase, se ve el cuerpo de Wu Guofeng en el hospital, sobre una tabla de madera, con hematomas en la cara y cortes en las piernas. Sus padres nunca recibieron una explicación oficial.

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