Por Hussein Ibish
El compromiso israelí-emiratí de normalizar las relaciones, negociado por Estados Unidos, obviamente beneficiará a las tres partes. Pero, ¿qué significará el acuerdo para los países de Medio Oriente cuyas firmas no figurarán en él?
Los palestinos, aparentemente tomados por sorpresa, han denunciado la medida como “traición” y exigido su rescisión. Para ellos, es desastroso que Emiratos Árabes Unidos haya roto un consenso de larga data según el cual todas las relaciones con Israel deben basarse en la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, que permitió la normalización de Israel con todo el mundo árabe después de un acuerdo para crear un Estado palestino.
Emiratos Árabes Unidos ha violado esta ‘línea roja’ árabe al unirse a Egipto, Jordania y Mauritania y comprometerse a normalizar las relaciones con Israel, pero sin ningún progreso frente al fin de la ocupación (Egipto y Jordania hicieron tratados de paz mucho antes del 2002, a cambio de territorios perdidos en la guerra; Mauritania, un Estado árabe marginal, normalizó las relaciones en 1999, solo para congelarlas nuevamente en el 2009). Los emiratíes dicen que actuaron para evitar la anexión inminente y preservar la posibilidad de un Estado palestino y, por lo tanto, también la viabilidad de la Iniciativa de Paz Árabe. Pero pocos árabes, y casi ningún palestino, lo verán así.
Evitar la anexión es obviamente algo muy positivo desde el punto de vista palestino. Pero se considerará inasequible el costo derivado de la ruptura del consenso de la Iniciativa de Paz Árabe, a menudo citado como la base de la política palestina, y un futuro con dos Estados.
También es probable que Arabia Saudita se moleste, al menos en parte porque la Iniciativa partió de Arabia Saudita. No obstante, Riad también ha estado claramente interesado en fortalecer las relaciones con Israel para oponerse a Irán y prestará mucha atención a la situación en Emiratos Árabes Unidos en los próximos meses.
Jared Kushner, personaje clave de Donald Trump en Medio Oriente, ha sugerido que otro país árabe seguirá el ejemplo de Emiratos Árabes Unidos. Se especula que Baréin y Omán harán anuncios prontamente. Manama generalmente difiere a Riad en asuntos de defensa y política exterior, por lo que cualquier normalización de Baréin con Israel también serviría como un globo de prueba para Arabia Saudita. Pero una medida saudí de este tipo solo podría ocurrir después del final del gobierno del rey Salman, quien parece comprometido con la Iniciativa de Paz Árabe.
Lazos diplomáticos formales con Israel adornarían las credenciales de Omán como mediador regional y amigo de todos. Muscat mantiene estrechas relaciones con Irán, pero también dio la bienvenida al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en una visita oficial en el 2018. Omán, de manera típicamente subestimada, acogió el anuncio.
Estos tres países del golfo Pérsico han fortalecido silenciosamente las relaciones con Israel de todos modos, por lo que la normalización es solo una cuestión de formalizar algo que ya existe.
Para Egipto, el acuerdo israelí-emiratí es una buena noticia, sobre todo por su antipatía compartida hacia Turquía. El Cairo está alarmado por las ambiciones turcas, tanto en Libia como en el Mediterráneo oriental, y por el apoyo de Ankara a la Hermandad Musulmana. Además, fortalece potencialmente la dupla egipcio-emiratí en Libia contra fuerzas apoyadas por Turquía para el control del país.
El acuerdo, al igual que el histórico antagonismo árabe hacia Israel, no significará mucho para el resto del norte de África. Pero Marruecos está entre la lista de otros países que podrían considerar una apertura con Israel.
Fuera del mundo árabe, los países que tendrán más que decir sobre el anuncio del jueves son Irán y Turquía, ambos hostiles tanto a Israel como a Emiratos Árabes Unidos. Irán ha denunciado el acuerdo como “peligroso”. Utilizará el acuerdo para sumar puntos de propaganda contra Emiratos Árabes Unidos, al retratar a los emiratíes como traicioneros de la causa palestina. No obstante, tras las bravatas de Teherán habrá una gran preocupación de que dos de sus adversarios más activos y potentes en la región se hayan unido bajo los oficios de Trump. Una mayor cooperación militar y de inteligencia entre EE.UU., Israel y Emiratos Árabes Unidos sería realmente peligrosa para la República Islámica.
Las cosas son más complicadas para Turquía, que ha condenado el acuerdo israelí-emiratí y amenaza con suspender las relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos. Es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y el presidente, Recep Tayyip Erdogan, parece valorar su acceso a Trump. Turquía tiene relaciones comerciales con Israel y Emiratos Árabes Unidos, pero tiene propósitos cruzados con ellos en la mayoría de los temas. Erdogan critica rutinariamente a Israel por Palestina, y no aceptará amablemente las recientes acciones israelíes en el Mediterráneo oriental. También ha desplegado su retórica frente a Emiratos Árabes Unidos, por su apoyo a los rebeldes en Libia (Turquía respalda al Gobierno en Trípoli), su papel en el embargo a Qatar (un aliado turco cercano) y su hostilidad hacia la Hermandad Musulmana.
El mayor ganador fuera de las tres partes directamente involucradas en el acuerdo es, sin duda, Jordania, porque permite al menos la esperanza de un Estado palestino en el futuro. Esa esperanza se habría evaporado si Israel hubiera seguido adelante con el plan de apropiación de tierras de Netanyahu en Cisjordania.
Los refugiados palestinos de la guerra de 1947-48 y sus descendientes constituyen la mayoría de los ciudadanos de Jordania, pero durante mucho tiempo se han adherido a un entendimiento tácito de que persiguen sus ambiciones nacionales en sus antiguas patrias, y no en el reino hachemí. Eso podría cambiar si un Estado significativo y viable se convirtiera en una imposibilidad en cualquier parte del territorio de la Palestina histórica.