(Foto: Bloomberg)
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La familia de José Guillermo Álvarez cosecha plantas de café en las faldas del volcán Santa Ana de El Salvador hace cuatro generaciones.

Su finca Malacara ganó tanto prestigio que fue destacada en un artículo de National Geographic de 1944 sobre el país. Hoy en día, sus granos prémium son famosos por sus notas de azúcar moreno, chocolate y moras.

Ante la creciente demanda mundial de mezclas especiales, Malacara debería estar disfrutando de un renacer, pero Álvarez no está seguro de que el legado familiar perdurará. Tras un desplome de los precios del café, su hijo de 27 años tiene poco interés en hacerse cargo del negocio.

"Las nuevas generaciones no están dispuestas a involucrarse en el café", lamentó Álvarez, de 62 años. "Mi hijo me acompaña a la finca desde que era mucho más joven. Le gustaba estar allí, pero no lo suficiente para ser un profesional".

En un momento en que los están en auge toda vez que los consumidores tienen gustos cada vez más refinados, aumenta la crisis para los productores. La competencia se ha vuelto tan feroz y los precios han bajado tanto que el cultivo del café se ha vuelto insostenible para muchos pequeños productores y sus hijos adultos optan por no dar continuidad al negocio.

Propiedades que se han dejado en herencia a través de generaciones ahora enfrentan la posibilidad de que no haya nadie que las herede, dejando a los propietarios sin más opción que cerrar, vender sus tierras o cambiar a otros cultivos.

"El drama en los campos es enorme", comentó Roberto Vélez, gerente general de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia. En una encuesta reciente, el 68% de los líderes cafetaleros regionales del país señalaron no tener jóvenes que los acompañen. La edad promedio de los productos llega a 54.9 años, en comparación con los 53 de hace tres años.

"Los productores están desmoralizados y si pudieran salir del café, lo harían", afirmó Vélez.

Hay varias razones por las cuales los sucesores son cada vez más difíciles de encontrar. La inestabilidad política y socioeconómica en gran parte de los centros cafetaleros de Centroamérica alimenta el éxodo de la población. Países como El Salvador, Ecuador y Honduras han sido víctimas de una enfermedad fúngica conocida como roya de la hoja, que diezmó cultivos y los hizo más caros de mantener.

En términos más generales, el cambio climático nubla las perspectivas del cultivo del café y lo convierte en una opción de carrera poco atractiva para los aspirantes a herederos.

Pero al final, el problema suele reducirse a pura economía. 

Las granjas más pequeñas se han visto presionadas por un aumento de la oferta en Brasil, que ha acelerado su producción en los últimos años a través de la mecanización. Los productores del país más grande de pueden cosechar hasta cuatro veces más café por hectárea que los agricultores de naciones como El Salvador o Nicaragua, donde los trabajadores suelen cosechar los granos a mano en la ladera de una montaña. La depreciación de Brasil real también ha hecho que los tipos de cambio sean menos favorables para otros países.

Los precios del arábica han pasado gran parte del año por debajo de US$1 por libra, alcanzando los niveles más bajos desde 2005. Se recuperaron ligeramente en los últimos dos meses, pero aún están muy por debajo del costo de producción para muchas granjas, según Ric Rhinehart, director ejecutivo emérito de la Specialty Coffee Association.

La finca familiar de Juan Luis Barrios en Guatemala divide sus ingresos de manera equitativa entre el café y la madera, pero sus cerca de 25 primos y ocho tías y tíos se preguntan cada vez más si los granos valen la pena el esfuerzo y la inversión. Los miembros más jóvenes de la familia tienen casi cero interés en trabajar en la finca, que data de 1832, reconoció.

En Guatemala, muchos pequeños productores están abandonando el país, embarcándose en el arriesgado viaje a través de México para cruzar la frontera estadounidense, según Catholic Relief Services, una organización sin fines de lucro que trabaja con productores en Centroamérica.

Todo esto augura problemas para el floreciente mercado del café gourmet. Las pequeñas granjas han sido una fuerza impulsora en la producción de variedades de nicho, por lo que el cierre de ellas podría disminuir la oferta de los granos prémium que se han vuelto muy populares. El porcentaje de las llamadas mezclas gourmet o especiales consumidas en el último día alcanzó un récord de 61% este año, según la Asociación Nacional del Café de Estados Unidos.

Muchos consumidores y de la Generación Z otorgan mayor importancia a la calidad que a la cantidad, valorando más a los pequeños productores conectados a la tierra que a las granjas industriales que producen granos en masa. 

El tema de la sucesión puede no ser evidente inmediatamente para los consumidores, pero la industria, en particular los operadores e importadores conectados con lo que está sucediendo en terreno, piensan en cómo será el panorama dentro de 10 o 20 años, explicó James Watson, analista de Rabobank. La preocupación a largo plazo para los tostadores es que la oferta se concentre cada vez más en Brasil y Vietnam, el mayor productor mundial de la variedad robusta que se usa comúnmente en productos de café instantáneo.

"Existe el riesgo de que sea cada vez más difícil obtener una amplia variedad de orígenes, donde la tendencia es aumentar la cantidad de productos de origen único", planteó Watson.

Guillermo Álvarez, cuyo padre es propietario de la finca Malacara, dejó El Salvador en 2010 para estudiar gestión de cadena de oferta en la Universidad Cristiana de Texas en Fort Worth. Habla con profundo orgullo sobre el legado cafetero de su familia, pero no considera la agricultura como una fuente viable de ingresos.

"No creo que sea una falta de interés, sino una falta de seguridad y probablemente de bienestar financiero", expuso Álvarez. "Me encanta, de verdad, pero en este momento de mi vida, no creo que sea prudente volver a casa y vivir de eso".