(Foto: Pixabay)
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Como si fueran unas cataratas de plumas amarillas, miles de pollitos caen en cascada por una cinta automática. Con tan solo 24 horas de vida y 40 gramos de peso, tienen por delante 41 días de vida, ni uno más, en una inmensa granja en el centro de

Aquí, como en todo el mundo, su destino está ya escrito: cuando sean mayores, acabarán en el plato.

Y ello a pesar de que los defensores de los animales, cada vez más numerosos, también en Polonia, consiguen a veces influir en las autoridades o en las empresas. Como en Nueva York, donde la comercialización del "foie gras", producido a base de la sobrealimentación de los animales, acaba de ser prohibida, o en Francia, donde el desmenuzamiento de los polluelos macho (que no son rentables) tendría que acabar a finales del 2021.

Exportación sin límites

"Al cabo de seis semanas, los pollos alcanzan un peso de entre 2.7 y 2.8 kilogramos", explica Andrzej Gontarski, dueño de la granja de Kondrajec Panski, a unos 100 km al norte de Varsovia, que cuenta con doce hangares.

En 10 años, Polonia se ha convertido en el primer productor y primer exportador europeo de aves de corral. En el 2018, produjo más de 1,000 millones de gallinas y pollos, según la oficina central de estadísticas. Esto es 10 veces más que en el 2009.

El pollo se impuso naturalmente por delante del cerdo: el mercado de exportación no tiene límites para el sector avícola, mientras que el cerdo no está admitido en muchos países, como los musulmanes. Además, el ciclo de producción es más corto, y el dinero invertido se recupera rápidamente, al cabo de unas 10 semanas.

Vestido con un overol estéril blanco, Gontarski se adentra en un enorme gallinero. El movimiento de las aves asustadas hace pensar en una ola blanca.

Vida corta

Su breve vida terminará en el gran matadero del grupo polaco Cedrob, en Ujazdowek, que cuenta con 1,600 trabajadores y procesa 750,000 pollos al día.

Colgadas por las patas en una cadena que avanza sin parar, las aves son primero mojadas, para que la corriente pase más fácilmente, y luego anestesiadas y paralizadas por un choque eléctrico.

Una sierra corta el cuello y es así, desangrado, que el animal muere al cabo de 30 minutos.

Rociado con agua caliente para que sea más fácil de desplumar mediante una máquina con dedos de caucho, luego es enfriado a una temperatura de entre 0 y 4 grados para ser cortado.

Todo está automatizado y vigilado por ordenadores. Otra máquina empaca las piezas, que serán vendidas frescas o congeladas.

Pollo Frankenstein

En Polonia, una de las asociaciones que milita por el bienestar de los animales es Otwarte Klatki (Las jaulas abiertas).

Esta asociación lanzó una campaña llamada "Frankenkurczak" (Frankenpollo, en referencia al monstruo artificial Frankenstein), para denunciar los problemas relacionados con el crecimiento ultrarrápido de las aves, genéticamente seleccionadas para conseguir este efecto.

"El pecho del ave es demasiado grande respecto a sus patas. Es frecuente que los huesos de las patas se rompan, porque no soportan este peso", denuncia Anna Izynska, portavoz de la asociación.

"Imagínese un niño de cinco años que pesa 150 kilos. Cuando un pájaro así cae al suelo, no puede levantarse, y suele morirse, por falta de comida y de agua".

Seis nuevos mataderos

Piotr Tarkowski, responsable de para el extranjero en una gran empresa polaca, Agraimpex, piensa que la legislación europea que define las condiciones de la cría de aves podría mejorarse, y cita como ejemplo reducir el número de animales que pueden estar en un metro cuadrado en un gallinero industrial.

Cada año, 1,800 millones de polluelos salen de su huevo en Polonia, indica Mariusz Paweska, responsable de un gran establecimiento de la región. Muchos son exportados, sobre todo hacia Bielorrusia y Ucrania. Pero más de 1,000 millones crecerán en Polonia y serán consumidos en el mismo país, o en Alemania, Holanda, Sudáfrica o Hong Kong.

La industria sigue creciendo. “Solo en este año, se han abierto seis nuevos mataderos capaces de procesar más de 1.4 millones de pollos por día”, dice orgulloso Piotr Tarkowski. La empresa en la que trabaja, Agraimpex, exporta cada año productos avícolas por un valor de más de 22 millones de euros (unos US$ 24 millones).

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