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El Hotel Trump de Washington no es un hotel normal. Suceden cosas que pasarían desapercibidas en la capital de las intrigas, desde visitas extravagantes de políticos de Nigeria a negociaciones comerciales secretas, si no fuera por el ojo vigilante del periodista Zach Everson.

Conocedor del panorama que se cuece en este lujoso hotel, propiedad del presidente estadounidense, no es de extrañar que este periodista haya pensado que seguir la actividad diaria del edificio podría ser una fuente de jugosas informaciones sobre la vida política de Washington.

Everson se encarga desde hace un año de esta peculiar tarea, que le ha llevado a adquirir un conocimiento al nivel del mejor portero de una comunidad de vecinos.

Con su boletín de noticias, que manda por correo electrónico a sus más de 2,000 suscriptores, Everson documenta el día a día de este edificio que emula un castillo medieval, en el que nada de lo que ocurre es casual desde que es el inquilino de la Casa Blanca, residencia que, por cierto, está a un paseo de 10 minutos del controvertido hotel.

"Llegué aquí el día de la apertura y vi que este no era un hotel como cualquier otro de los que he visto en mi vida", narra Everson frente a las puertas del Trump International Hotel, inaugurado en plena campaña electoral del 2016, un par de meses antes de que Trump se convirtiera en presidente.

Desde sus inicios este lugar nació con una "mezcla de política y negocios" que, según Everson, "ha cambiado completamente la avenida que conecta la Casa Blanca con el Congreso": una vía llena de edificios de oficinas que "antes no despertaban gran interés", considera.

Por ejemplo, el mes pasado se alojó aquí uno de los candidatos a la Presidencia de Nigeria, Atiku Abukabar, quien vino para demostrar a sus votantes que no tenía prohibida la entrada a por un antiguo caso de corrupción.

"Vino al hotel, retransmitió alguna actividad en directo y, como no se pudo reunir con Trump, al menos pudo usar el nombre del presidente estadounidense en su campaña", explica el corresponsal. "Tan solo tuvo que gastar unos miles de dólares para hacerlo", ironiza Everson.
Muchas de las visitas son así de anecdóticas, pero otras insinúan que el hotel se ha convertido en una pieza clave en Washington.

"El presidente de T-Mobile, John Legere, estuvo en el hotel justo el día después de que anunciara su fusión con Sprint", recuerda el periodista sobre la operación, que necesitó el visto bueno de Trump de dos de las operadoras más grandes de telefonía móvil en Estados Unidos.

Everson recibió entonces imágenes de Legere "pasando el rato" en el restaurante del hotel.

Meses después, el diario The Washington Post publicó que las visitas de empresarios de T-Mobile se habían repetido desde entonces y, de acuerdo con las investigaciones de Everson, las facturas de la operadora de telefonía móvil en el hotel suman ya unos US$ 200,000.
Podría parecer obvio pero no está claro que Trump esté al día de lo que se cocina en la sede washingtoniana de su cadena de hoteles.

Algunos rumores indican que el mandatario recibe un informe periódico de sus administradores, pero "desde el hotel lo han negado y es algo que honestamente no se sabe", recuerda Everson.

"Lo que sí está claro -añade- es que definitivamente la gente está viniendo al hotel pensando que Trump sabe lo que pasa".

Precisamente, uno de sus principales clientes es el vicepresidente, Mike Pence, quien ha gastado más de US$ 220,000 en los últimos dos años a través de su comité de acción política.

"Fundamentalmente organiza (en el hotel) eventos de recaudación para el comité, por lo que recibe mucho dinero pero también gasta mucho dinero aquí", señala.

La embajada de Kuwait figura también entre la clientela asidua, pues celebra siempre en los salones del hotel la fiesta por su Día Nacional desde que Trump fuera elegido presidente.

Esa legación solía organizar el evento en otro parador mucho más alejado de la Casa Blanca, tanto en distancia como en influencia, pero llegó incluso a cancelar la reserva programada en el 2017 para trasladar el acto al hotel del entonces nuevo presidente.

Así las cosas, de lo que no hay duda es que ha nacido un nuevo punto señalado en la ruta del poder de Washington: Trump, el presidente, trabaja en el 1600 de la Avenida de Pennsylvania; mientras que Trump, el magnate, tiene un hotel en el 1100 de la misma calle.