(Foto: AFP)
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Desplazados del centro de París, los se instalan cada vez más lejos, hasta en los bordes de las autopistas del periférico que rodea la capital francesa, en donde se han instalado decenas de tiendas de campaña desde este invierno, en condiciones sanitarias muy precarias.

En la Puerta de Aubervilliers, en el norte de París, se han establecido varios campamentos de fortuna con migrantes subsaharianos de un lado, familias del otro y, por último, una fila de tiendas de campaña ocupadas principalmente por afganos.

"Es muy ruidoso, pero no tenemos otra opción", suspira Ahmed, un somalí que no ha podido comenzar a tramitar sus papeles para pedir el asilo y que ha estado viviendo a la intemperie durante dos meses.

"Dormimos a las tres de la mañana, cuando hay menos ruido", pero aquí "es como si fuéramos invisibles", dice.

Una gran proporción de los inmigrantes que se apiñan allí hablan alemán o sueco, los idiomas que aprendieron en los países donde permanecieron durante años, a veces antes de ser expulsados. Muchos intentan después ir a probar suerte en, que recibe cada vez más solicitudes de asilo, al contrario, por ejemplo, de Alemania o Italia.

En París, los migrantes se instalaron durante mucho tiempo en la Puerta de La Chapelle, en el norte de la capital, en un campamento donde vivían centenares de personas en condiciones insalubres.

Desde una riña a inicios de abril, los migrantes fueron evacuados y la policía no los deja más instalarse en este lugar, por lo que se han visto obligados a ir más lejos.

'Inhumano'

Familias, muchas con niños pequeños, viven ahí, en medio del constante ruido de los coches, con la esperanza de encontrar un alojamiento un día. Conversan, preparan la comida y lavan su ropa en la hierba.

"Es inhumano", estima Marzban, un afgano que tiene una grave lesión en el pie. "¿Tal vez la gente piensa que somos animales?".

La policía lanza regularmente operativos para evacuarlos, pero los campamentos se reconstituyen muy rápidamente. Algunos prefieren escabullirse en lugar de subirse a los autobuses en los que son llevados a refugios temporales. Otros regresan unas horas más tarde.

A veces, pierden sus tiendas de campaña y sus pertenencias personales tras estos operativos de desalojo.

"Se van a estos centros a descansar pero luego regresan porque lo único que les ofrecen es regresar" al país europeo por el que entraron al continente, explica Yann Manzi, de la asociación Utopía 56.

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