(Foto referencial: EFE)
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Tras 17 años como tripulante de cruceros, el filipino Jan Deleon, que cumple cuarentena en el puerto de Manila confinado en el mismo barco en el que iba a trabajar hasta agosto, se enfrenta a un aciago futuro laboral con la industria turística global paralizada indefinidamente por la del

"Con mis ahorros estoy pensando montar una barbacoa en mi ciudad natal, en la región de Bicol, hasta que se reactiven los cruceros", contó Deleon, de 40 años, desde su camarote.

Deleon es uno de los casi 26,000 marineros filipinos a los que la pandemia sorprendió en alta mar y que han sido repatriados, por mar o aire, a medida que el mundo cerraba puertos y fronteras.

Filipinas es el país del mundo con mayor fuerza laboral en los mares, con unos 385,000 navegantes -casi la cuarta parte del total de 1.6 millones de marinos- y, de ellos, alrededor de 120,000 trabajan en cruceros, un tercio de la tripulación mundial, según datos de la Unión de Marineros Filipinos.

Marineros desempleados

Como la mayoría de sus compañeros, Deleon fue despedido a bordo cuando la compañía Princess Cruises canceló todas sus rutas por la pandemia, aunque su contrato no expiraba hasta agosto.

Después de recorrer las costas australianas, se sumaría a uno de los cruceros que navegan por Alaska como camarero, con un sueldo de unos US$ 800 mensuales -cuatro veces más de lo que ganaría en tierra en su país- más propinas.

Antes de regresar con su familia anticipadamente y desempleado, debe cumplir la cuarentena obligatoria de 14 días dentro del Sun Princess, anclado en el puerto de Manila junto a otros doce cruceros procedentes de Australia, Japón, Malasia y Singapur, donde hay confinados 4,179 tripulantes en la misma situación.

"El Gobierno no ha cumplido con su palabra y llevamos en cuarentena más de un mes, sin saber aun cuándo saldremos", se queja Deleon. Su barco llegó a puerto el 16 de abril, pero nadie ha entrado ni salido desde el 19 de marzo, cuando desembarcó el último grupo de pasajeros en aguas australianas.

Los 230 tripulantes de ese buque ya han sido sometidos al test del Covid-19 y esperan que los resultados estén a tiempo para desembarcar el 9 de mayo, como les prometieron.

"Estoy preocupado porque me han dicho que cuando llegue a casa en Bicol el ayuntamiento me pondrá en cuarentena otra vez. Además tengo que ocuparme de los gastos de manutención en una instalación gubernamental", se queja Deleon, ya que al menos en el barco los gastos corren a cargo de Princess Cruises.

Pese a los numerosos retrasos que han enfadado a los marineros, unos 600 han terminado la cuarentena en barcos fondeados en puertos filipinos y regresado a sus hogares -la mayoría en las islas de Visayas y Mindanao, en el centro y el sur de Filipinas- tras dar negativo en el test, confirmó el almirante Joel García, comandante de la Guardia Costera.

En la mañana del jueves atracó en Manila el Ruby Princess -crucero vinculado a 700 casos y 21 muertes del Covid-19 en Australia- con 214 tripulantes filipinos sin síntomas, confirmó la Guardia Costera.

Según Exteriores, 141 tripulantes filipinos han contraído el Covid-19 a bordo de cruceros y uno ha fallecido, aunque reportes extraoficiales documentan al menos cuatro muertes por la enfermedad.

Golpe a la economía

La pandemia ha asestado un duro golpe a la industria marítima filipina, que ya no goza de la pujanza de hace décadas, pero todavía es una importante fuente de empleo para miles de filipinos que trabajan en el sector y que inyectan a la economía hasta US$ 6,000 millones anuales en remesas, el 20% del total.

"Tendrá un fuerte impacto en los marineros filipinos, el 70% podría perder su trabajo", lamentó Nelson Ramírez, presidente de la Unión de Marineros Filipinos, que domina el sector.

La grave crisis del petróleo en los años setenta hizo que los marineros europeos, norteamericanos y japoneses fueran demasiado caros para una industria que viró al Sudeste Asiático y encontró en Filipinas mano de obra barata, eficiente y angloparlante.

"Somos los mejores navegantes del mundo, alegres, resolutivos y trabajadores. Llevamos el mar en la sangre", defiende Ramírez, que formó el sindicato hace 25 años para mejorar las condiciones laborales de marineros filipinos, que ahora sufren la competencia de tripulantes de China, Vietnam, Indonesia, India y Europa del Este, dispuestos a aceptar salarios más bajos.

"Aunque los indonesios e indios son más vagos y los vietnamitas no hablan buen inglés", se consuela.

En buques mercantes, que mueven el 80% del comercio global, el despliegue de filipinos ha caído un 20% en tres años, en paralelo al crecimiento del poderío económico de China, que cada vez cuenta con más navieras que emplean chinos, a punto de hacerse con el primer puesto de esa industria.

Limbo laboral

La pandemia puede ser la estocada final para el sector en Filipinas y Ramírez estima que, debido a la cuarentena, hay unos 15,000 marineros atrapados en Manila, sin poder cumplir con sus compromisos laborales con navieras y en apuros económicos.

Uno de ellos es Florencio Counsel, un navegante de 38 años natural de Cebú que, con una década de experiencia en el mar, tiene un contrato firmado con la naviera india Fleet Management, pero su despliegue en marzo se canceló porque el puerto de destino era Buenaventura, en Colombia, cuyo Gobierno vetó la entrada a foráneos.

"La compañía me pidió que me quedara en Manila preparado para un nuevo embarque, pero entonces Filipinas declaró cuarentena y cerró sus puertos. Ahora no puedo salir", contó Counsel, instalado en una barata pensión cercana al puerto con una veintena de marinos.

A la espera de la ayuda prometida por el Gobierno, a Counsel se le acaba el dinero mientras crece su preocupación por su horizonte laboral y el futuro de su familia, cuyo sustento depende del salario de casi mil dólares que gana en el mar.

La Marina filipina recibía antes de la pandemia una media de 5,000 solicitudes de trabajo semanales, tanto para mercantes y cruceros, pero ese flujo frenó en seco el 17 de marzo, cuando Filipinas decretó estricta cuarentena.

Desde entonces han sido repatriados casi 26,000 marineros, pero todavía unos 29,000 están pendientes de retorno (la mayoría tripulantes de cruceros), según la Marina, aunque las repatriaciones se suspendieron temporalmente esta semana por falta de espacio en los centros de cuarentena.

Se estima que 10 millones de filipinos trabajan en el exterior -incluidos los marineros-, cuyas remesas suponen el 10% del Producto Interior Bruto de Filipinas, un salvavidas para la economía del país que hace aguas en plena pandemia.