El malestar en las calles de Cuba es el mayor desafío que enfrenta el Gobierno comunista del país en décadas. Y plantea un dilema para la Administración Biden, que ha señalado que quiere aliviar las sanciones estadounidenses contra el régimen cubano. El presidente Biden necesita una forma de mantener la presión sobre el Gobierno al tiempo que modera las sanciones que inevitablemente han empeorado la difícil situación económica de los cubanos comunes. Para esto, Estados Unidos deberá hacer algo así como malabares.
El descontento se ha estado gestando durante meses. La economía cubana se contrajo 11% en 2020. La disminución de las reservas de divisas ha provocado escasez de alimentos y electricidad. La vacuna cubana contra el COVID ha llegado a menos de un tercio de la población y los casos continúan aumentando, colapsando los hospitales del país. La ira por condiciones de vida cada vez peores ha impulsado un movimiento popular liderado por artistas y músicos que exigen libertad de expresión, derechos civiles y el fin del régimen de partido único.
Es poco probable que los manifestantes obliguen a los gobernantes de Cuba a liberalizarse, y mucho menos a renunciar al poder. El Gobierno tiene un historial de violentas represiones. Desde el inicio de la revuelta, el Ejército de Cuba habría arrestado a más de 200 ciudadanos, incluidos periodistas y activistas, y un manifestante habría resultado fallecido. El Gobierno impuso un apagón en las redes sociales y los mensajes de internet, que los cubanos han utilizado para organizar protestas y dar a conocer abusos cometidos por las fuerzas de seguridad.
EE.UU. debería expresar su solidaridad con el pueblo cubano y reiterar su respaldo a la democracia en la isla. Se debería incrementar el financiamiento para la oficina de radiodifusión de Cuba, que ofrece noticias e información a los cubanos vía satélite y radio. Siempre que sea posible, EE.UU. debería reforzar la ayuda financiera y técnica a las organizaciones de la sociedad civil y los medios independientes, y presionar a los aliados europeos para que hagan lo mismo.
Al mismo tiempo, Biden debería revisar las políticas estadounidenses que han agravado el sufrimiento del pueblo cubano. Bajo el Gobierno del expresidente Donald Trump, EE.UU. impuso o volvió a imponer más de 200 restricciones al comercio y los viajes entre ambos países, incluidos límites a las remesas que envían cubanoamericanos a sus familias. Con el objetivo de castigar al Gobierno cubano y revertir las iniciativas de compromiso de la Administración Obama, las sanciones han perjudicado principalmente a los cubanos comunes, ofreciendo al régimen una herramienta de propaganda para desviar la atención de sus propios fracasos.
Biden debería seguir adelante en cuanto a permitir que estadounidenses viajen a la isla y eliminar los límites de las remesas a las familias. Permitir más exportaciones agrícolas a Cuba, como lo propuso un grupo bipartidista de senadores, reduciría los precios de los alimentos para los consumidores cubanos (y, por cierto, ayudaría a los productores estadounidenses). Sin embargo, deberían mantenerse algunas políticas de la era Trump, como las restricciones de visado a ciertos funcionarios cubanos, hasta que el régimen mejore su historial de derechos humanos y cese su represión contra manifestantes pacíficos.
Es cierto que los esfuerzos de EE.UU. por mejorar la vida de los cubanos también ayudarán a los miembros del Gobierno. Pero aislar a los 11 millones de habitantes del país para someter al régimen comunista se ha intentado sin éxito durante años. La moderación de las sanciones como expresión de apoyo a los manifestantes es el mejor camino.