(Foto: Difusión)
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“¡Mantengan la distancia de seguridad!”, grita de repente a un cliente una empleada de supermercado mientras se ajusta los guantes. Las cajeras se sienten “en primera línea” ante un que en mató a más de 300 personas.

En una calle desierta del centro de Madrid, Blanca Pérez aprovecha la pausa del cigarrillo para sacarse la mascarilla de cirugía ordinaria que su empresa Carrefour le dio por primera vez el domingo.

"Ahora, las cajeras estamos en primera línea, de los que más expuestos estamos" al virus, dice esta amable empleada de 31 años.

Desde la entrada en vigor del "estado de alarma" el sábado, solo pueden permanecer abiertos comercios básicos como supermercados, tiendas de alimentación, farmacias o estancos de tabaco.

Aparentemente tranquila, Blanca señala que "está muriendo un montón de gente". Por precaución, no visita a sus padres ni sus abuelos para evitar el riesgo de contagio.

Ella lleva la máscara, pero su compañera no. "No son mascarillas superprotectoras" pero ni "los sanitarios mismos tienen los medios que necesitan", dice resignada.

"A mi me hace sentir más segura, sobre todo porque me toco menos la cara cuando la llevo", añade.

"Hay clientes a los que les tienes que decir que se aparten o que se tapen la boca", insiste la joven cajera.

“Medidas excepcionales”

Cerca de la céntrica Plaza Mayor, una empleada de un supermercado Dia, Susana, solo va protegida con guantes. "Mascarilla todavía no nos dan", lamenta esta mujer de 58 años.

El lema que se repite por toda España, "quédate en casa", no es una opción para esta trabajadora.

"En casa necesitamos el dinero. Lo que me da más miedo es perder mi puesto", dice esta cajera, sobre todo cuando "en la televisión dicen que vendrá una nueve crisis económica" en un país traumatizado por la severa recesión desencadenada en el 2008.

Con esta pandemia, "otra vez el estrés recae sobre los trabajos más precarios, las cajeras, mujeres en el 95%", comenta la sindicalista de CCOO Rosa Galvaro, de 51 años y cajera desde hace casi 30 años.

Empleada en la cadena AlCampo, Rosa señala que el sábado los clientes todavía compraban como si nada, con los abuelos y los bebés.

En su centro comercial difundieron mensajes por los altavoces para recordar la obligación de mantener un metro de distancia.

La cadena Mercadona, la más importante de España con 1,600 establecimientos, aplicó "medidas excepcionales" desde el lunes, reduciendo los horarios de apertura y controlando la afluencia, con personal de seguridad que organiza espaciadas filas en la acera y les obliga a ponerse guantes.

En un comunicado, el grupo recomendó que una sola persona por familia se encargue de hacer la compra "rápidamente", pague con tarjeta y no compre desmedidamente tras una semana en la que proliferaron las imágenes de estantes vacíos y carros llenos de productos como papel higiénico o bolsas de basura.

Pero en uno de sus supermercados madrileños, solo la mitad de trabajadores lleva la mascarilla que la cadena les da. "Deciden ellos" si se la ponen, dice un responsable.

"Las empresas tienen que ponerse firmes y exigir al máximo el cumplimiento de todas las normas preventivas", denuncia la sindicalista Rosa Galvaro, pidiendo también a los clientes concienciarse de la gravedad de la situación.

Aplausos también para cajeras

Desde Barcelona, una cajera echaba de menos los reconocimientos de la población, que desde hace dos noches salen a los balcones de país para aplaudir a los sanitarios que luchan contra el coronavirus.

"A mí me gustaría quedarme en casa, no me hace gracia venir, coger el metro, estar en contacto con mucha gente", lamentaba el domingo Pepi Pérez, una empleada de unos 40 años con guantes y mascarilla en un supermercado barcelonés.

“Pero tenemos que estar al pie del cañón, nuestro servicio es de primera necesidad como farmacias o médicos y enfermeros. El sábado cuando aplaudían (a los sanitarios), salí a la calle y dije: ‘oye, a nosotros también eh?’”.

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