Educación. (Foto: iStock)
Educación. (Foto: iStock)

Antje tiene 11 años y pasó tres encerrada en casa con el trauma y el “desgaste profesional” que le provocaron sus intentos de adaptarse al ritmo de su clase. Sus padres, junto a otras ochenta familias, tratan de conseguir que califique de “discapacidad” la superdotación intelectual y garantizar a sus hijos una

Muchos deben recorrer 300 kilómetros de distancia hasta el único colegio que puede ofrecer educación especial a niños con altas capacidades intelectuales. Otros se gastan más de 700 euros semanales en el especialista que ayude con técnicas y psicología a que sus hijos no caigan víctimas del aburrimiento, el fracaso escolar y el miedo a no encajar.

A eso sobrevivió Antje. Cuando tenía 7 años, sus padres vieron que “los problemas se hacían cada vez más grandes” y pidieron ayuda a un terapeuta, que le diagnosticó una superdotación intelectual.

“Se lo dijimos al colegio y su reacción fue: ‘¡Vaya! ¡Otros padres diciendo que su hija es superdotada!’ No hicieron nada”, cuenta Femke, madre de la pequeña.

Sabiendo que Antje tenía un coeficiente intelectual superior a 145 puntos, la escuela siguió dándole la misma educación. “Hasta que un día no pudo más. Cayó víctima del trauma y del desgaste profesional (o “burnout”, síndrome reconocido en el 2019 por la como una enfermedad) a causa del estrés crónico” que experimentó en clase, añade.

“Me llevó tres años volver a reconocer a mi hija. Está siendo un año relativamente estable. Recibe educación en casa, para recuperar la confianza en sí mismo después de tres años, y el año que viene empieza Secundaria”, cuenta, preocupada porque aún tiene que pasar por un proceso similar con su otra hija pequeña, que va dos cursos por delante del resto de alumnos.

Una discapacidad

Femke, apoyada en su causa por otros 80 padres, recurrirá al Instituto Neerlandés de Derechos Humanos para pedirle que reconozca que vivir con una superdotación es como vivir con una discapacidad, y que los colegios deben adaptarse a los niños, sin que los padres tengan que llevarlos a escuelas alejadas e inasequibles, en un proceso que agota a los pequeños.

Después de pasarse más de una década asistiendo a cientos de padres cuyos hijos se enfrentan a los mismos problemas que Antje, la letrada neerlandesa Fleur Terpstra presentará el caso ante este organismo independiente, que supervisa el cumplimiento de los derechos humanos en Países Bajos.

“El sistema actual no funciona. Los colegios obtienen dinero para contratar a profesionales que ofrezcan un programa especial, pero en la práctica esto no ocurre. Vemos muchos padres con hijos expulsados de los colegios y niños que terminan encerrados en casa porque no encajan en el sistema”, denuncia.

Tiene claro que los niños superdotados “siempre requieren una adaptación”, pero el programa educativo está “establecido” y todos los niños “tienen que hacer las mismas cosas”.

“Si como niño aprendes más lento o rápido que los demás, tu cerebro funciona diferente, es muy difícil adaptarte. Estos niños desarrollan problemas de comportamiento, de hiperactividad -lo que se confunde con el déficit de atención (TDAH) porque parecen lo mismo- y otros tienen problemas gástricos, estrés o ya no quieren ir al colegio”, explica, en base a casos legales que trató estos años.

Estereotipo negativo

Cree que hay “mucha falta de entendimiento” sobre esto, algo que Femke ha sufrido en primera persona. “Algunos te dicen que tu hija tiene mucha suerte, es superdotada, pero la realidad es que, cuanto más superdotado un niño, más le cuesta aprender y más guía necesitan”, alerta.

Cuando anunciaron su decisión de pedir la calificación de “discapacidad” para los superdotados, muchos padres enviaron correos a Terpstra para mostrar su desacuerdo, lo que obliga a Femke a pasar al anonimato por temor a las repercusiones.

La discapacidad no es una “cosa negativa, ni supone que un niño vale menos”, defiende. Si son vistos como “discapacitados, se podría obligar en los tribunales a un colegio a ayudarles”.

Su objetivo es que el 2% de los neerlandeses superdotados estén protegidos por la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y por la Ley de Igualdad de Trato, que obligaría a ofrecerles un programa adecuado, igual que con trastornos como la dislexia, el autismo o el TDAH.

“El colegio abusa del niño cuando no le da lo que necesita. Los colegios tienden a creer que conocen mejor a tu hijo de lo que tú lo conoces, no te toman en serio, así que hay que probar todo para cambiar el sistema y no hacer sufrir a nuestros hijos”, concluye esta madre.