Construcción. (Foto referencial: GEC)
Construcción. (Foto referencial: GEC)

Pese a las promesas de aumento salarial, las empresas indias tienen dificultades en atraer a millones de trabajadores migrantes que huyeron de las ciudades al inicio de la epidemia y siguen temiendo al , lo que hipoteca la recuperación económica de India.

Estos trabajadores, procedentes de las zonas más pobres del país, son la columna vertebral de la tercera economía de Asia.

El confinamiento decretado a fines de marzo para frenar la dejó en la calle a muchos obreros que, privados de trabajo, no tuvieron otra opción que retornar a sus pueblos de origen con sus familias.

Pero los rascacielos de Bombay, por ejemplo, han sido en su mayoría construidos por obreros procedentes de Estados mucho más pobres, como el Uttar Pradesh, el Bihar y el Odisha, que también suministran abundando mano de obra en agentes de seguridad, cocineros o empleadas domésticas.

Las autoridades del Estado de Maharashtra, cuya capital es Bombay, estiman que el 80% de los obreros de la construcción han dejado la capital financiera cuando se detuvieron las obras la pasada primavera boreal.

Cuatro meses más tarde, cuando algunas restricciones han sido levantadas, algunos trabajadores han vuelto, aunque más de 10,000 obras de construcción están casi paralizadas, por falta de mano de obra.

Billetes de avión gratis

"Hacemos todo lo posible para que vuelvan los trabajadores, incluso ofreciendo billetes de avión, seguros de salud contra el COVID-19, consultas médicas semanales" declara Rajesh Prajapati, un promotor inmobiliario.

“Pero las cosas siguen igual”

El grupo Hiranandani, un gigante del sector inmobiliario, siguió pagando a sus obreros durante el confinamiento --lo que es nada habitual-- y ha tenido un poco más de éxito para conservar su mano de obra.

Pero solamente ha conseguido convencer al 30% de sus 4,500 obreros de que permanezcan en las obras de construcción.

"Nos ocupamos de ellos, de su alimentación, de su seguridad, de proporcionarles instalaciones sanitarias. Incluso tenemos guarderías móviles para niños" declara el cofundador del grupo, el multimillonario Niranjan Hiranandani.

Ante el derrumbe de la economía, el primer ministro Narendra Modi se ha apresurado a levantar las restricciones para las empresas, pese a que la epidemia se acelera en India, con cerca de millón y medio de casos.

Más de 31,000 personas han muerto por el COVID-19 en el país, es decir el sexto balance más alto en el mundo. Muchos expertos estiman además que estas cifras están subevaluadas.

Pese a la flexibilización de las restricciones, los economistas son pesimistas respecto a las empresas indias, que se enfrentan a dificultades financieras, a proyectos abortados y a una penuria de mano de obra.

Demanda inmobiliaria hundida

La demanda inmobiliaria se derrumbó en cerca del 90% en Bombay. Y las perspectivas no son mejores en otros sectores.

Aseem Kumar, secretario general de la Asociación de exportadores de textiles del Rajastán, describe un sector en "pleno desbarajuste".

Su organización agrupa a 300 talleres que exportan ropa a Estados Unidos y Europa o Japón. Muchas empresas han prometido a sus obreros vivienda, seguros o aumentos del 20% para que retornen al trabajo, pero sin gran éxito.

"La mayoría de los pedidos han quedado postergados para el año próximo, porque no hay obreros disponibles", dice.

El caos en los transportes hace que muchos obreros que están dispuestos a regresar y retomar el trabajo, pese a los temores de contaminación, no pueden hacerlo.

Shambu, un obrero de las construcción, que volvió a su Estado del Odisha, dice que su familia está al borde del abismo desde que dejó Bombay, pues está obligada a vivir con 200 rupias (2.20 euros, US$ 2.50) por semana.

“La mitad de la gente que conozco está dispuesta a retornar al trabajo si los trenes vuelven a circular” dice este hombre de 27 años, que como muchos indios solo tiene un nombre “Más vale trabajar en una gran ciudad que morir de hambre en mi pueblo”, agrega.