La élite chilena forjó una red omnipresente en el poder político y económico, multiplicó beneficios y salió ilesa de casos de corrupción que sembraron el desencanto y la desconfianza de buena parte de la población que hoy empatiza con el estallido social que remueve Chile.
De izquierda o derecha, estudian en los mismos colegios privados y universidades, se casan entre ellos, veranean en los mismos balnearios de la costa central chilena o en los lagos del sur del país, con apellidos que se repiten en el Congreso, el gobierno y los directorios de las principales empresas.
Su desconexión con las necesidades del mundo popular aparecen como uno de los factores que hicieron detonar el estallido social, el más grande en los 30 años de democracia en Chile, que suma 20 muertos, miles de heridos, detenidos, saqueos, incendios y grandes destrozos en la infraestructura pública de las principales ciudades del país.
Desconectados y displicentes
En Chile "tenemos una gran concentración de poder económico, además una élite, tanto política como económica, que es tremendamente hermética, endogámica, porque pertenece a pocas familias interrelacionadas entre sí", dijo el periodista Daniel Matamala, autor del libro "Poderoso caballero: El peso del dinero en la política chilena", que describe este fenómeno.
Apellidos como Larraín, Walker, Edwards, Zaldívar o Chadwick se repiten en décadas de la política chilena. El actual presidente, el empresario derechista Sebastián Piñera, figura entre los hombres más ricos de Chile, con una fortuna valorada por Forbes en US$ 2,700 millones, que él mismo ha dicho subestima bastante su real patrimonio.
"Hay una desconexión tremendamente fuerte entre ellos y el resto de la ciudadanía", acotó el escritor y periodista de CNN Chile.
Y a esa disociación se suma "una actitud muy displicente respecto de la sociedad", agrega por su parte Claudio Fuentes, académico de la universidad Diego Portales.
Varias frases emitidas por algunos ministros de Piñera, como una que llamaba a levantarse más temprano para sortear el alza de las tarifas del metro en horarios punta, figuran como parte de los detonantes de la furia expresada en las calles por miles de manifestantes desde el 18 de octubre.
"La sensación es que ellos tienen privilegios, muchos recursos y no los reparten", eternizando ese círculo de poder, repartiendo cargos entre familiares, socios y amigos, dice Fuentes.
Hasta el cambio de gabinete, que decretó Piñera hace 10 días para intentar acallar las protestas, dos tercios de los ministros venían de seis exclusivos colegios de Chile, según Matamala, y esa ecuación varió marginalmente con la nueva composición ministerial, en la que Piñera hizo modificaciones en ocho de los 24 ministerios, apostando por profesionales más jóvenes, varios con la misma trayectoria educativa.
Impunidad
Partidos políticos, parlamentarios, ministros y el presidente tuvieron una evaluación de confianza menor a tres puntos en una escala de 0 al 10, mientras que los empresarios apenas sumaron 3.2 puntos en el Termómetro Social de octubre, elaborado por la Universidad de Chile.
En las antípodas, instituciones como Bomberos -que son voluntarios en Chile- fueron considerados los más confiables, sumando 9.3 unidades, reflejando el diagnóstico generalizado entre los analistas sobre la actual mirada de los chilenos al mundo político: una cada vez menos confianza en la élite.
La "sensación generalizada de que la élite tiene muchos privilegios, inclusive en el acceso a la justicia", dice Sofía Donoso, socióloga de la Universidad de Chile.
En esta mirada, sobrevuela "el tema de la impunidad por los escándalos de corrupción que hemos tenido en los últimos años", que incluyen complejos esquemas de financiamiento ilegal de partidos políticas tanto de izquierda y derecha, y que han terminado en acuerdos con la Fiscalía, el cierre de los procesos sin sanción y ninguno de los acusados en la cárcel.
Los mismo ha sucedido con sonados casos de corrupción empresarial.
Los líderes del grupo económico Penta, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín, amigos personales de Piñera, fueron condenados a cursar clases de ética tras destaparse un escándalo de financiamiento ilegal de campañas políticas. Una empresa de papel higiénico que reconoció haberse coludido por años con su competencia para aumentar el valor de este insumo, acordó el pago de una multa pero ninguno de su ejecutivos pisó la cárcel.
En su libro “Poderoso Caballero”, Matamala expone que la concentración del poder económico transita muy fácil hacia el poder político. “Las normas que rigen el tránsito de la influencia de dinero en la política son bastante laxas o no se cumplen muy bien”, dice.