A 36,000 km de la Tierra, hacia el 20 de octubre del 2017, en el silencio del espacio, un satélite ruso llamado Luch u Olymp-K se acercó lentamente al satélite militar franco-italiano Athena-Fidus, un "acto de espionaje" denunciado por Francia un año después.

Lo que pocos saben es que, unos días antes, el mismo satélite ruso había sido vigilado por un satélite militar estadounidense GSSAP, situado a apenas 10 km de distancia.

Desde el 2010, los chinos también han demostrado ser capaces de pilotar satélites para aproximarlos a un objetivo.

Esas maniobras discretas son la expresión más concreta de la militarización del espacio, según expertos estadounidenses consultados.

, y tienen la capacidad de destruir satélites enemigos con misiles y, probablemente, con colisiones voluntarias.

Quizás estén diseñando incluso láseres para cegar o dañar satélites. Pero jamás se ha producido un ataque de este tipo en seis décadas de historia espacial. La verdadera guerra de las galaxias es cibernética.

"La amenaza inmediata no es la de una colisión", dice Brian Weeden, coautor de un informe de la Secure World Foundation que describe esas maniobras sospechosas de los satélites. "El objetivo es la información y la vigilancia. Esas aproximaciones sirven probablemente para fotografiar satélites con el fin de entender lo que hacen o identificar qué tipo de señales reciben".

Interferencias

Sólo hay que fijarse en el número de uniformes militares estadounidenses y aliados esta semana en el 35° Space Symposium, la gran cita de la industria espacial en Colorado Springs, para darse cuenta del interés de los ejércitos por el espacio.

Cuando Marty Whelan empezó a trabajar en el sector militar espacial en 1984, "lo más difícil era poner las cosas en órbita. Una vez arriba, era bastante seguro", explica.

La guerra del Golfo en 1991 fue la primera en la que Estados Unidos utilizó realmente las herramientas espaciales, sobre todo el GPS para la navegación y los bombardeos.

Las primeras debilidades aparecieron en la guerra de Irak en los años 2000. Los iraníes comenzaron a intentar interferir en las señales satelitales estadounidenses, según Whelan.

Y en los últimos años, Rusia ha alterado varias veces las señales de GPS alrededor del mar Báltico y en otros lugares, obligando a los estadounidenses a buscar sistemas para evitar esas interferencias.

"Si hacemos explotar metal en el espacio, nadie morirá, ninguna madre perderá a su hijo", dice Whelan, que pasó 33 años en la Fuerza Aérea y es el actual vicepresidente de The Aerospace Corporation, una organización de investigación financiada por el gobierno federal.

"Pero si un hijo o una hija no puede comunicarse en el campo de batalla, entonces una madre puede perderlos", explicó. "El espacio es un eslabón esencial del combate en la Tierra", afirma el general retirado. "Ya no podemos hacer como antes, todo debe cambiar", remarca.

Vigilar los satélites

Todo el sector espacial, civil y militar ha empezado a adaptarse para protegerse ante las interferencias y los ciberataques.

"Nos faltaría clarividencia si nos convenciéramos de que en 2019 sabemos luchar contra todas las amenazas. Siempre hay nuevas", dice Mark Knapp, de la compañía noruega KSAT, que gestiona más de 200 antenas de comunicación por satélite en el mundo.

En el ámbito militar, el Pentágono se está reorganizando para crear la fuerza espacial deseada por el presidente , una iniciativa que el Congreso aún debe aprobar.

Esa fuerza se sumará a las otras armas de Estados Unidos y contará con más de 20,000 militares. La vigilancia del espacio será una de sus prioridades.

Fred Kennedy, el jefe de la nueva Agencia de desarrollo espacial, presentó el martes, en Colorado Springs, su proyecto de constelación de cientos de pequeños satélites militares, construidos con la ayuda del sector privado, para monitorear en tiempo real las decenas de miles de objetos que orbitan alrededor de la Tierra.

El objetivo es vigilar todo lo que se encuentra entre nuestro planeta y la Luna.