La obligación, a partir de enero del 2020, de usar carburantes menos contaminantes supone una revolución que podría aumentar el coste del transporte marítimo pero también el precio del combustible para los particulares.

La Organización Marítima Internacional (IMO) decidió en el 2016 que la proporción de azufre en el fuel tendrá que caer a 0.5% a partir del 1 de enero del año que viene, frente al 3.5% actual.

El objetivo es limitar las emisiones altamente tóxicas de dióxido de azufre provocadas por la enorme flota de 80,000 navíos que navegan en los mares del planeta transportando mercancías o materias primas.

El transporte marítimo provoca cerca de 400,000 muertes prematuras y 14 millones de casos de asma infantil al año, según un artículo del 2018 de la revista

Los transportistas marítimos tendrán varias opciones. La primera es continuar usando el fuel pesado actual pero con depuradores de gases ("scubbers").

Sin embargo se trata de sistemas caros y algunos de ellos echan al mar las aguas de lavado, lo que a medio plazo podría quedar prohibido. "Hay incertidumbre sobre el futuro de la reglamentación", indica Nelly Grassin, de Armateurs de France.

La segunda posibilidad es usar carburantes alternativos, como el. Pero es una elección limitada porque el GNL no se adapta a todas las líneas de transporte marítimas y necesita una estructura de suministro específica.

Por eso la opción más fácil parec ser la de usar carburantes conformes a la nueva reglamentación, como el fuel marino con poco azufre o el diésel marino.

El transporte marítimo consume actualmente 3.6 millones de barriles de al día. De ese total, unos 600,000 deberían seguir siendo el mismo fuel que hasta ahora pero con ‘scrubbers’ y el resto fuel que no cumplirá la nueva reglamentación, al menos de momento.

"Eso deja unos tres millones de barriles al día que tendrán que ajustarse a la nueva norma de 0.5% de azufre", indica Chris Midgley, el analista jefe de S&P Global Platts.

Para el mercado se trata de una revolución y según la es “la mayor transformación hasta ahora del mercado de productos petroleros”.

La primera consecuencia será un aumento del coste para los armadores, que podrían repercutir una parte del coste a sus clientes lo que, a su vez, repercutiría en el precio de las materias transportadas.

Los nuevos carburantes, más sofisticados y más refinados, "son dos veces más caros, pero podrían aumentar más con la demanda que sube", apunta Nelly Grassin.

Para las empresas petroleras es un negocio, al menos de inmediato, porque sus márgenes de refinado aumentarán.

Pero al mismo tiempo las compañías tendrán que deshacerse del fuel pesado, cuyo excedente puede servir para alimentar las centrales eléctricas, entre otros.

El aumento de la demanda de productos petroleros más sofisticados afectará también a los carburantes para automóviles y aviones, cuyos precios podrían subir.

"El Brent podría aumentar y acercarse a los US$ 70, quizás superar los US$ 70 al final del año", frente a menos de los US$ 60 actuales, apunta Chris Midgley.

Según Alan Gelder, un experto de la consultora Wood Mackenzie, “el público en general se verá afectado por la reglamentación de la IMO de dos maneros, en el coste del transporte por avión y en el precio del diésel para coches”.