(Foto: EFE)
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En cuatro años, los hermanos españoles Luis y Rubén Martínez han pasado de fabricaren su casa de forma casi clandestina a lograr que su marca artesana, Têtê, se haya convertido en una de las referencias del creciente mercado vietnamita con una facturación anual de medio millón de dólares.

"Empezamos con una operación muy pequeñita desde la sala donde teníamos el tendedero y la lavadora. Compramos unos cubos, hice un equipo casero y empezamos a hacer pequeñas producciones de 20-25 litros", cuenta Luis Martínez, de 32 años.

A partir de su inversión inicial de US$ 10,000 (9,000 euros) y tras un año en el que Luis y Rubén no cobraron ningún sueldo, hoy Têtê produce más de 10,000 litros al mes y distribuye tres cervezas distintas en establecimientos de todo Vietnam, un mercado de 95 millones de habitantes.

Además los hermanos Martínez abrieron este año, junto a Tobias Briffa y Michael Rowland, los otros dos socios fundadores de Têtê, el Tap House, un bar de tapas qen Ho Chi Minh (antigua Saigón).

El crecimiento exponencial ha situado a Têtê en menos de un lustro entre las cinco cervezas artesanas más exitosas de Vietnam con una facturación anual de US$ 500,000 (452,000 euros).

A pesar del éxito y los planes de expansión a corto plazo para triplicar el volumen de la empresa, la compañía conserva la esencia de aquellos inicios románticos en que ellos mismos repartían en moto los barriles a los bares.

Ataviado con pantalones cortos y camiseta, Luis Martínez podría pasar por uno de los miles de mochileros que pululan por las calles más bulliciosas de la antigua Saigón, donde vive desde hace cinco años, pero basta con observarle en acción unos minutos para descubrir a un empresario metódico y riguroso que no deja un detalle al azar.

En una de las fábricas que Têtê subcontrata para su producción a las afueras de la ciudad, Martínez, apasionado por la cerveza desde sus tiempos de estudiante de bioquímica en Valladolid, supervisa todo el proceso, vierte la malta en las ollas, se encarga de la cocción, pesa los minerales que debe añadir, y cata el líquido en cada etapa para garantizar una calidad óptima.

"Se supone que contratamos la producción, pero en realidad lo que contratamos es la fábrica y el equipo porque yo me encargo de todo el proceso", comenta sudoroso por el calor húmedo que se va acumulando en la pequeña nave a medida que avanza la fabricación.

Los inicios

La idea de convertir su pasión por la cerveza en un medio de vida le rondaba la cabeza desde hacía años y tras unos meses de experiencia en una empresa de perfumes en , donde ya vivían su hermano y los otros dos socios de Têtê, decidieron dar el salto en el 2015.

"Una de las cosas que más echábamos de menos era la cerveza de calidad artesana, que no existía en Vietnam hace cinco o seis años. Me di cuenta de que Vietnam era un país con muchas posibilidades", relata.

Él se encargó desde el principio de la producción, mientras que los otros tres socios aportaron su amplia experiencia laboral en publicidad para crear una marca atractiva e ir abriéndose paso en un mercado que estaba a punto de despegar.

Desde una posición más asentada, con más de 30 empleados a su cargo, los dos hermanos recuerdan sonrientes aquellos difíciles primeros meses en los que vivían de sus ahorros.

"Estuvimos más de un año sin cobrar sueldos, todo lo que ganábamos se reinvertía e, incluso, poníamos más. Lo hacíamos todo. Solo teníamos a un empleado que limpiaba las botellas y que sigue estando con nosotros", rememoran.

Crecimiento controlado

Su gran salto llega en el 2017, cuando se asocian con Platinum, una pequeña productora local que les apoya en la distribución y la contabilidad, y les permite dedicarse de lleno a la elaboración del producto y el diseño y la promoción de la marca.

A diferencia de otras compañías que llegaron más tarde con el respaldo de grandes inversores, los dos hermanos recalcan con orgullo que Têtê ha ido creciendo con sus propios recursos, sin meterse en aventuras inciertas y conquistando el mercado palmo a palmo.

"Seguimos manteniendo esa cabeza fría para seguir el día a día utilizando toda nuestra energía y todo nuestro esfuerzo pero con los pies en la tierra, avanzando de una manera controlada", asegura el empresario.

Uno de sus secretos ha sido la conexión con el público vietnamita gracias a la imagen de marca: Têtê significa pangolín en vietnamita, un animal nativo que los traficantes han colocado al borde de la extinción y que simboliza la protección de la biodiversidad en el país.

Su otro gran atractivo para los clientes locales es la ligereza de su cerveza, adaptada al caluroso clima tropical y accesible para paladares abiertos a nuevas experiencias pero no necesariamente expertos.

"Siempre hemos querido que esta empresa sea vietnamita para vietnamitas, algo de lo que los vietnamitas estén orgullosos", subraya.

Con su marca presente en las principales ciudades del país, los hermanos Martínez esperan dar el salto a otros países del Sudeste Asiático y buscan financiación para, con su empresa ya asentada, acelerar su crecimiento.

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