(Foto: AFP)
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Hace cosa de un mes, Anne Lam, directiva en una empresa de publicidad en , decidió finiquitar una costumbre que duraba décadas: comprar productos frescos importados de la Ha optado por sustituirlos por aquellos criados en suelo hongkonés.

Su elección no es precisamente por comodidad, ya que la condena a desplazarse media hora más de lo habitual hasta un mercado que vende estos productos, pero para esta madre de dos niños el esfuerzo vale la pena.

“El (impacto del) ha elevado los precios de las verduras chinas. Ahora casi cuestan lo mismo que las producidas aquí, que son más seguras. Así que, ¿por qué comprar productos chinos?”, cuenta la mujer, de 38 años. “Además, creo que los hongkoneses deberíamos apoyar los productos locales. El virus me ha hecho darme cuenta del gran problema de depender tanto de las importaciones chinas”.

Apuesta por la autosuficiencia

La epidemia ha supuesto un duro recordatorio para muchos hongkoneses de la vulnerabilidad de una economía tan dependiente de las importaciones, lo que, sumado a la escasez temporal de algunos productos de protección contra el virus, como mascarillas o desinfectantes, ha hecho que muchos apuesten por el consumo local allá donde la oferta lo permita.

Asimismo, varios emprendedores han dado un paso al frente para llenar ese vacío en un territorio que, según el Departamento de Alimentación y Salud de Hong Kong, importa el 90% de sus alimentos, y China es el principal proveedor.

Cuando el viento es favorable, los hongkoneses tienden a aceptar el "status quo", pero en momentos de crisis, como con la actual neumonía Covid-19, supone un motivo de preocupación.

Y aunque por el momento no ha habido escasez de alimentos, los precios de los productos frescos han subido entre un 30% y 100% en las últimas semanas, como consecuencia del aumento de precios en China.

Hubo quien arrampló con el papel higiénico, el arroz y otros productos no perecederos en los supermercados de la ciudad en medio de rumores sobre posibles desabastecimientos cuando el Gobierno cerró algunos puntos fronterizos con China.

Pero esos momentos de frustración y pánico han jugado en favor de un pequeño número de hortelanos y productores locales, puesto que la gente ha comenzado a recurrir a sus productos, más caros que sus equivalentes chinos en circunstancias normales.

Consumo local, un nuevo nicho

Una de las beneficiadas de la situación ha sido la granja comunitaria de Mapopo, en la localidad fronteriza de Fanling, que ha visto crecer ostensiblemente la demanda de sus productos desde el pasado enero, inicio de la epidemia. Las colas para acceder a su mercado bisemanal se han vuelto habituales.

Junto a la entrada, una pancarta: "Los hongkoneses comen verduras de Hong Kong". Becky Au, a cargo de la granja, asegura que los clientes han tomado nota del lema.

"Cada ciudad debería tener su propio suministro de alimentos. Es peligroso depender de una sola fuente. La gente se ha dado cuenta", cuenta a Efe la treintañera.

Por supuesto, hay empresas que han aprovechado el tirón para promocionar sus productos locales, como una compañía de productos sanitarios que ahora produce también un gel desinfectante en cuya etiqueta asegura ser "probablemente el mejor para combatir el coronavirus" y destaca que está "Hecho en Hong Kong".

¿Renacer manufacturero?

Las mascarillas son otro de los productos de altísima demanda desde el inicio de la epidemia por lo que hay quien, como Ho Sik-hon, ha apostado por esta manufactura.

"En Hong Kong, más del 95% de las mascarillas son importadas. Vivimos en un mundo globalizado, pero cuando hay una crisis, de repente las cosas se vuelven locales y algunos países frenan la exportación de algunos productos estratégicos para proteger a su gente", cuenta Ho, dueño de una empresa de productos médicos enfocados al deporte.

"Esto deja a Hong Kong en una posición muy vulnerable -sostiene el empresario-. Necesitamos tener un cierto grado de capacidad de manufactura y por eso nos decidimos a meternos en la producción de mascarillas".

En vistas de la expansión del virus a nivel mundial y para evitar problemas de abastecimiento de los materiales necesarios, Ho ha decidido obtener las materias primas necesarias de varios países distintos, desde la India a Alemania. Prevén empezar a producir en abril a un ritmo de cuatro millones de mascarillas al mes.

Intento de reestructuración económica

Desde que la potente industria manufacturera de Hong Kong fue apagándose poco a poco en la década de los años 70 en favor de los servicios financieros y logísticos, el comercio y el turismo, la contribución de los sectores primario y secundario a la economía hongkonesa ha pasado a la insignificancia. Las manufacturas supusieron un 1.1% del Producto Bruto Interno (PBI) local en el 2019.

Aunque las nuevas fábricas suman solo un puñado por el momento, Chloe Lai, escritora y a cargo de la ONG de promoción de la sostenibilidad urbana Urban Diary, cree que la emergencia de éstas empuja en la misma dirección que otros impulsos que buscan reestructurar la economía local y hacerla menos dependiente de China, si bien de forma limitada.

"Es un proceso gradual y continuo, apoyado por el localismo, un sentimiento de identidad hongkonesa, y la frustración por la creciente influencia china, y se refuerza con cada gran acontecimiento que sucede en Hong Kong", opina Lai.

"En el 2011 sucedió lo del pueblo de Choi Yuen. En el 2019, tuvimos el movimiento de la economía amarilla", explica, en referencia a la controvertida demolición por parte de las autoridades de un pueblo agrícola (que inspiró el surgimiento de la granja de Mapopo) y a la reciente campaña para apoyar a comercios del lado prodemocrático de las protestas hongkonesas.

"Ahora -prosigue Lai- tenemos el coronavirus. Básicamente, cada vez que hay un gran movimiento social aparece un nuevo impulso para contrarrestar el orden establecido a través del apoyo al pequeño comercio en vez de a las grandes marcas, cultivar nuestra propia comida, luchar contra la censura... La aparición de nuevas fábricas es otra expresión de esto mismo".

Los retos: La escasez y el coste de la tierra

Sin embargo, el economista Law Ka-chung, no puede sino ser pesimista. En su opinión, este renacimiento manufacturero durará poco, ya que los desafíos de revivir el "Made in Hong Kong" están ligados a los problemas que padece la ciudad de manera perenne: la escasez de alquileres y su alto precio.

"No tenemos ventajas de costes. No hay forma de la que podamos competir con la China continental u otros países como Vietnam, a no ser que nuestro mercado inmobiliario caiga 80%", alerta.

Y a pesar de todo, Ho está dispuesto a recoger el guante. Ya tiene un lugar para su planta de producción de mascarillas. Para atraer a trabajadores jóvenes, ha encargado a un diseñador de interiores que cree un lugar de trabajo colorido y atractivo, lejos de la impersonalidad habitual de las fábricas.

“Montar una fábrica es más fácil de lo que uno piensa. El mundo ha cambiado”, dice Ho. “La producción está más automatizada. De hecho, sí que se puede revivir la industria manufacturera de Hong Kong”, afirma.

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