Trabajadores de protección civil entran en la casa de un paciente que sufre la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en el distrito chino de Prato, Italia (Foto: REUTERS/Silvia Ognibene).
Trabajadores de protección civil entran en la casa de un paciente que sufre la enfermedad del coronavirus (COVID-19) en el distrito chino de Prato, Italia (Foto: REUTERS/Silvia Ognibene).

Una víctima inesperada de la pandemia del ha sido una de las comunidades chinas más grandes de , que está disminuyendo rápidamente tras más de 30 años de crecimiento en una pequeña ciudad de la región de la Toscana.

Los ciudadanos chinos comenzaron a establecerse en Prato, a 17 kilómetros al norte de Florencia, a fines de la década de 1980, atraídos por el abundante trabajo en las fábricas que prestaban servicios a la industria de la confección italiana.

En su mayoría provenientes de la región oriental de Zhejiang, crearon una industria paralela que producía telas de bajo coste junto con empresas italianas de alto nivel que abastecían a las casas de moda del país.

Esta unida comunidad creció año tras año hasta llegar a las 25,000 personas a finales del 2019, cuando había alrededor de 6,000 empresas chinas en la ciudad italiana de 200,000 habitantes, lo que convirtió a Prato en una de las mayores concentraciones europeas de industria dirigida por chinos.

Con la llegada de la primavera boreal del año pasado, surgió el coronavirus. Aproximadamente 2,500 personas, o el 10% de la comunidad china de Prato, se han ido de la ciudad.

Para muchos chinos en Prato, el COVID-19 fue un punto de inflexión, intensificando las dudas sobre su futuro en Italia, la economía que presenta la progresión más lenta de Europa.

En primer lugar, los chinos fueron discriminados por sus vecinos, que los consideraban como presuntos transmisores de la enfermedad. Posteriormente, cuando la comunidad salió casi indemne mientras el número de muertos en Italia no paraba de aumentar, se los tomó como un modelo de cómo combatirla.

Ahora muchos se están rindiendo, agotados por la recesión inducida por el COVID-19 y atraídos de vuelta a China por su mayor éxito en la lucha contra la pandemia y por unas mejores perspectivas económicas.

Simona Zhou, de 50 años, regresó a Zhejiang en julio pasado después de casi 30 años en Prato, dejando su fábrica de tejidos de punto en manos de su familia.

Enferma de una dolencia crónica, se sentía vulnerable al coronavirus y más segura permaneciendo con su madre en China, donde la enfermedad había sido prácticamente erradicada.

“Si regresara aquí, tendría que quedarse casi siempre en casa, pero en Zhejiang no hay restricciones y la gente ni siquiera tiene que usar mascarillas”, dice la hija de Simona, Teresa Lin, miembro del ayuntamiento de Prato.

Más seguro en China

Italia ha registrado más de 124,000 muertes por COVID-19, mientras que China ha informado de menos de 5,000.

Muchos chinos se han ido de Italia por las dificultades económicas más que por miedo al contagio, ya que la industria de la moda de bajo presupuesto italiana ha sido golpeada por sucesivos confinamientos.

La economía italiana está reanudando su actividad gradualmente, pero para muchos trabajadores textiles chinos el daño ya está hecho.

Huang Miaomiao, una periodista de Zhejiang que vive en Prato, calculó que unas 2,500 personas, o el 10% de la comunidad china de la ciudad, regresaron a China durante el último año. Marco Wong, otro concejal de la ciudad, dijo que la cifra es “realista”.

Los datos oficiales están sin actualizar porque los repatriados pueden tardar años en informar a las autoridades italianas, si se molestan en hacerlo.

“Hay mucha discusión en la comunidad sobre retornos entre las personas que vinieron aquí en la década de 1980”, dijo Wong. “Ven que la economía de China está creciendo y su gestión de la pandemia reforzó una visión positiva de su país de origen res-pecto a cómo se gestionaron las cosas en Italia”.

La economía italiana se contrajo abruptamente 8.9% el año pasado y perdió medio millón de puestos de trabajo en los 12 meses hasta marzo.

Mientras que un número creciente de chinos se está yendo de Prato, las llegadas se han interrumpido, según un administrador del ayuntamiento, que citó las cifras de matrículas escolares.

Hasta el 2019, alrededor de 200 nuevos alumnos chinos se matriculaban al año en las escuelas de Prato, dijo, mientras que en el 2020 y 2021 la cifra fue “estadísticamente irrelevante, prácticamente cero”.

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