(Foto: AFP)
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Imagine este escenario: camina nerviosamente a la oficina del oncólogo, a quien su médico de cabecera lo ha remitido inesperadamente y, tan pronto como ve la expresión facial del especialista, sabe que la noticia es mala. Es verdad. “Si tan solo hubiéramos atrapado esto seis u ocho semanas antes”, dice el oncólogo.