La primera ministra británica, Theresa May. (Foto: Reuters)
La primera ministra británica, Theresa May. (Foto: Reuters)

Por Therese Raphael (*)

Los partidarios del comprometidos, incluido el ex secretario del brexit Dominic Raab, han llegado a la conclusión de que el acuerdo que la primera ministra, , ha negociado no solo es malo, sino que es peor que quedarse en la Unión Europea. Eso es axiomático. Pero ¿cuál es su plan? No es cancelar el brexit. Y no es realizar una nueva votación pública. Su preferencia parece ser lo que llaman un brexit sin acuerdo “administrado". El argumento es que esta opción no es la derrota catastrófica que temen los empresarios, sino que una salida rápida a las reglas de la Organización Mundial del Comercio, con los principales riesgos mitigados a través de una serie de mini acuerdos.

Se puede ver el atractivo político. Los partidarios del brexit podrían afirmar que el resultado del referéndum se honró en espíritu, no solo en nombre. Gran Bretaña podría comenzar de inmediato a negociar acuerdos comerciales con otros países. No habría una transición prolongada ni un "brexit ciego", en el que el país asuma compromisos financieros con poca idea de los términos de cualquier futuro acuerdo comercial con la UE.

El problema es que un brexit sin acuerdo administrado presenta grandes problemas que los miembros de la OMC no pueden abordar, y es poco probable que lo hagan las negociaciones de crisis de la UE. Tiene la misma falla que el acuerdo de May ante el Parlamento: depender de la buena voluntad de la UE.

Es cierto que bajo los términos de la nación más favorecida de la OMC, las exportaciones británicas estarían sujetas a los mismos aranceles que los demás socios comerciales de la UE. Las industrias automotriz y de productos lácteos estarían sujetas a aranceles más altos por parte de la UE, pero la mayoría de las exportaciones enfrentarían tasas de aranceles bajas. Y como exportador neto al Reino Unido, la UE enfrentaría la mayor parte de esos costos, según el centro de estudio Civitas.

Pero eso no resulta de mucho consuelo, porque la tasa arancelaria común no sería la principal barrera. La fricción introducida por las regulaciones de la UE, las cuotas y otras barreras no arancelarias serían el mayor lastre económico.

La divergencia regulatoria tendrá un precio. E incluso si el Reino Unido logra acuerdos comerciales con otros países, como esperan los partidarios del brexit, es probable que no compensen los negocios perdidos de la UE durante mucho tiempo.

Las normas de la OMC no tienen ninguna injerencia sobre la certificación de pilotos o la licencia de los conductores de camiones, o sobre cómo se transfieren y retienen los datos, señala Alex Stojanovic del Instituto para el Gobierno. Implicar que las normas de la OMC podrían proteger el comercio de alimentos y la agricultura británica de las barreras reglamentarias de la UE es ir demasiado lejos respecto de las vagas regulaciones para las consultas.

Ahí es donde entra en juego la parte "administrada" del plan de un brexit sin acuerdo. El argumento es que la UE se sentiría presionada a minimizar el daño por el caos de tal salida. Tiene intereses también, después de todo. Se le pedirá a la UE que extienda el período de negociación de dos años del Artículo 50, que termina el 29 de marzo, para que se puedan acordar medidas de mitigación. Es un juego de alto riesgo con un resultado aún más incierto que cualquier otro que May haya aceptado hasta ahora.

La UE no es insensata: permitirá que continúen las operaciones de derivados, los vuelos y algo de tráfico comercial. Pero la Comisión Europea ha dejado claro en sus notificaciones sobre un brexit sin acuerdo que cualquier medida de contingencia no debería replicar los beneficios de la membresía de la UE y no se debe permitir que se extienda más allá de fines de 2019. Más importante aún, la UE ha dejado claro que tales medidas serían unilaterales, tomadas salvaguardando su propio interés, y podrían ser revocadas en cualquier momento.

Luego está la salvaguarda, el llamado “backstop” irlandés. La UE ha declarado que cualquier discusión sobre la futura relación comercial contaría con una garantía legalmente vinculante del Reino Unido de que la frontera irlandesa se mantendrá libre de barreras de cualquier tipo. Esto es lo que los partidarios del brexit consideran inaceptable sobre el acuerdo de May, ya que podría amarrar al Reino Unido en la unión aduanera de la UE. Últimamente se ha debatido mucho sobre si se necesitarían controles aduaneros y dónde, pero está claro que un brexit sin acuerdo “administrado” no abordaría en absoluto el problema de la frontera para la satisfacción de la UE.

En un escenario de un brexit sin acuerdo, sin importar cómo trate de administrarlo el Reino Unido, el país recibirá el mismo trato que cualquier otro país fuera del bloque el día después de su salida. La eficacia con la que se pueden mitigar los costos depende en gran medida de la voluntad de la UE de complacer. "¿Es un brexit sin acuerdo “administrado” o un brexit sin acuerdo aterrado?", pregunta David Henig, director del Proyecto de Política Comercial del Reino Unido y ex funcionario de comercio del gobierno. "Tendremos que volver muy rápidamente a la UE para pedir ayuda"

Fabian Picardo, el primer ministro de Gibraltar, es incluso más contundente. Compara a los partidarios de un brexit sin acuerdo con Thelma y Louise, personajes de la película de 1991 que terminan su aventura en un viaje por carretera y se lanzan de un acantilado. Puede que al Parlamento no le guste el trato que Theresa May les presentó esta semana. Pero es difícil ver cómo esta alternativa obtendría una recepción más cálida.

(*) Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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