Argentina. (Foto: Bloomberg)
Argentina. (Foto: Bloomberg)

Argentina se dispone a lanzar una oferta de reestructuración a los tenedores de bonos emitidos bajo legislación extranjera, un paso que desvelará las concesiones que el país espera de sus acreedores y sus planes para poder cumplir en el futuro con los compromisos de deuda.

“Estamos jugando al póquer y no con chicos. tenemos que hacerlo bien, con inteligencia”, decía hace un mes el presidente argentino, Alberto Fernández, al argumentar por qué no mostraba aún sus bazas en el desafiante juego con los acreedores.

Pero se acerca la hora de la verdad: la semana próxima, según el cronograma previsto, Argentina debería presentar una oferta y dejar abierto un plazo de adhesión que cerraría hacia finales de este mismo mes.

Aunque no pocos analistas dejan abierta la posibilidad de que el lanzamiento de la oferta se retrase para afinar los detalles, dan por descontado que la propuesta será “agresiva”, es decir, que implicará fuertes concesiones por parte de los bonistas.

Pese a que Fernández ha cuidado el sigilo oficial alrededor de la inminente oferta, en los últimos días se encargó de dejar claro que el acuerdo al que se llegue deberá ser “sostenible”, es decir, que los compromisos que se asuman puedan ser cumplidos.

Dijo además que el proceso se llevará a cabo con “responsabilidad” y “firmeza” porque hay gente con “intereses distintos” a los de Argentina y “que no duda en jugar fuerte”.

“Tanto en plazos como en tasas y en quita, el Gobierno va a ir con una propuesta agresiva. Argentina va a negociar desde una posición de dignidad y los acreedores van a tener que aceptar una negociación muy fuerte”, dijo a Efe el economista Pablo Tigani.

Según el experto, todas las partes -incluyendo al Fondo Monetario Internacional (FMI)- son conscientes de que el peor escenario sería un nuevo cese de pagos de Argentina, por lo que existe interés en alcanzar rápido una solución.

Argentina ha advertido de que su deuda no es sostenible.

Según la Secretaría de Finanzas, a finales de diciembre último la deuda bruta de Argentina ascendía a 323.177 millones de dólares, el 44 % emitida bajo legislación extranjera.

La deuda en títulos públicos de mediano y largo plazo suma unos 194.000 millones de dólares, un 80 % en moneda extranjera.

Pero la concentración de vencimientos en el corto plazo es preocupante: este año el país deberá afrontar compromisos de capital por 48.968 millones de dólares y de intereses por 14.838 millones.

Según la correduría Balanz, ha habido muchas declaraciones dogmáticas en los discursos de Fernández que hacen creer que “las negociaciones podrían volverse difíciles en un principio”.

Sin embargo, la firma apuntó en un informe que, una vez que se conozca la oferta, se podrá “empezar a identificar si el discurso sobre la sostenibilidad de la deuda es una estrategia de negociación o una posición dogmática respecto de cómo los países deben enfrentar una crisis de deuda”.

“Compartimos el consenso de los inversores en general de que el Gobierno tiene muchos incentivos para evitar un default”, añadió Balanz.

En paralelo con el proceso de negociación con los acreedores privados, Argentina mantiene abierto el diálogo con el FMI, organismo al que el país adeuda unos 44.000 millones de dólares y con el que también buscará llegar a un acuerdo de pago.

Con el FMI, el discurso reciente de Fernández ha sido más conciliador: “Hay un creciente entendimiento mutuo”.

A la espera de una solución final, la estrategia del Gobierno es recurrir al mercado doméstico con sucesivas colocaciones nueva deuda en moneda local para captar fondos para ir afrontando los vencimientos que se suceden mes a mes.

El contexto global de aversión al riesgo desatado por los alcances económicos del coronavirus es un factor adicional que terciará en el proceso de reestructuración argentino.

Algunos expertos plantean, entre otros efectos, que una bajada en los precios de las materias primas, en particular de la soja y sus derivados, principal producto de exportación de Argentina, y una contracción de los envíos del país suramericano a China, podría plantear interrogantes sobre el horizonte fiscal de Argentina.

Es un aspecto que podría condicionar a los inversores a la hora de aceptar una oferta de canje toda vez que sospechen que Argentina no tendrá recursos suficientes con los que hacer frente a sus compromisos de deuda en el futuro.

Sin embargo, Tigani cree que este factor podría, por el contrario, jugar a favor del proceso.

“Teniendo en cuenta que se puede agravar la situación internacional y que el shock exógeno podría profundizar el problema de la deuda argentina, los acreedores podrían verse movidos a aceptar una quita rápidamente antes de que la oferta sea más agresiva o que Argentina no pueda pagar”, consideró.

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