El genetista Jason Bobe espera replicar la secuencia de genomas de pacientes con signos de resistencia al COVID-19, para ver si comparten alguna mutación que les estaría ayudando a evadir el virus. (Foto: EFE/Miguel Toña).
El genetista Jason Bobe espera replicar la secuencia de genomas de pacientes con signos de resistencia al COVID-19, para ver si comparten alguna mutación que les estaría ayudando a evadir el virus. (Foto: EFE/Miguel Toña).

El genetista en la Escuela de Medicina Icahn de Nueva York, Jason Bobe, ha pasado los últimos años dedicado al estudio de personas con rastros de resistencia inusual a enfermedades, desde dolencias cardiacas hasta la enfermedad de Lyme.

Cuando la primera ola de golpeó el país, su primer instinto fue el de buscar a personas que fueran resistentes a la infección del nuevo coronavirus. La idea de Bobe era tratar de encontrar familias enteras, con varias generaciones, que hubieran sufrido varios casos severos de COVID-19 pero entre quienes hubiera un individuo que había resultado asintomático.

“Tener toda una familia junta hace mucho más fácil comprender los factores genéticos que hay en juego, y los que hay detrás de esa resistencia”, explicó a BBC Future.

En el pasado, identificar grupos familiares que cumplieran con estas características habría tomado años, pero el mundo digital ofrece muchas vías de llegada a esas personas.

Desde junio de 2020 Bobe ha estado trabajando con coordinadores de grupos de pacientes de COVID-19 y sus familiares en Facebook, como Survivor Corp, para tratar de identificar a candidatos y a sus familias.

También creó una plataforma en internet donde cualquier paciente asintomático de COVID-19 puede completar una encuesta para participar en un estudio de resistencia al virus, si es que cumple los requisitos.

En los siguientes meses Bobe espera replicar la secuencia de genomas de pacientes con signos de resistencia a la COVID-19, para ver si comparten alguna mutación que les estaría ayudando a evadir el virus.

Si lo logra, sus hallazgos podrían servir de base para la creación de antivirales que nos protejan del COVID-19 y también de futuras epidemias de coronavirus.

Más investigadores

Pero Bobe no es el único científico que intenta dilucidar lo que hace únicos a estos casos aislados de resistencia al COVID-19

Mayana Zatz, directora del Centro de Investigación del Genoma Humano en la Universidad de Sao Paulo, ha identificado a 100 parejas en las que un integrante se contagió de covid-19 y el otro no.

En esta comparación, su equipo está buscando identificar los marcadores genéticos de esa resistencia.

“La idea es tratar de encontrar por qué algunas personas que están muy expuestas al virus no desarrollan COVID-19  y, además, no presentan anticuerpos”, señala.

“Descubrimos que, según parece, esto es relativamente común. Recibimos alrededor de 1,000 correos electrónicos de personas que decían que estaban en esta situación”, añade.

Zatz también analizó los genomas de 12 personas mayores de 100 años que apenas resultaron afectadas por el coronavirus, incluyendo una mujer de 114 años en la ciudad de Recife, quien para los registros de Zatz es la persona de más edad que sobrevivió al coronavirus.

Mientras la covid-19 ha resultado especialmente letal entre los adultos mayores, los que han logrado resistir a la enfermedad y son mayores de 70 años pueden ofrecer pistas de nuevas maneras para proteger a los más vulnerables en futuras pandemias.

Mientras los casos de una resistencia notable al virus han llamado la atención de algunos genetistas, otros están más interesados en casos aislados o atípicos del otro extremo del espectro: aquellos afectados en mayor medida que el promedio.

Y ya hay algunas pistas. Los investigadores han identificado una asociación entre el tipo O y los grupos Rh negativos de sangre y un menor riesgo de enfermedad grave.

Pero mientras los científicos señalan en sus hipótesis que ciertos tipos de sangre podría tener naturalmente anticuerpos capaces de reconocer algunos aspectos del virus, la precisa naturaleza de esa relación permanece sin aclararse.

En los últimos meses, estudios de esos pacientes han dado luces sobre por qué el SARS-CoV-2, el virus que causa coronavirus puede llegar a ser tan mortal.

Interrumpir el sistema de alarma del cuerpo

A mediados del año pasado, Qian Zhang llegó a una cita odontológica. En medio de la revisión, el dentista que la atendía le preguntó:

“¿Cómo es posible que yo haya terminado en cuidados intensivos por coronavirus , mientras mi hermana se infectó pero casi ni se enteró que estaba contagiada?”.

Como genetista que trabaja en la Universidad Rockefeller de Nueva York, esa era una pregunta que se suponía que Zhang podría responder con facilidad.

En los últimos años, varios científicos de su universidad se han especializado en estudiar el genoma humano para buscar pistas que respondan a por qué hay personas que se enferman gravemente de virus comunes como el herpes o la gripe.

En todas las enfermedades infecciosas que hemos analizado, siempre se pueden encontrar casos aislados que se enferman de gravedad porque tienen mutaciones genéticas que los vuelven susceptibles”, dice Zhang.

Cuando llegó la pandemia del coronavirus, pronto quedó claro que los adultos mayores, especialmente aquellos con problemas de salud subyacentes, se veían notoriamente afectados, en comparación con la media.

Pero los científicos de Rockefeller estaban más interesados en los casos inusuales de personas aparentemente saludables y de unos 30 años que terminaban en cuidados intensivos.

En abril, lanzaron una colaboración internacional llamada Covid Human Genetic Effort en alianza con otras universidades y centros médicos de Bélgica, Taiwán y otros países, con la idea de estudiar la genética de estos casos.

Apenas comenzado el proyecto, Zhang ya tenía un sospechoso en la mira.

En la década de 1960, los científicos descubrieron que nuestras células tienen un sistema de alarma interno que alerta al resto del cuerpo cuando está siendo atacado por un nuevo virus.

“Cuando un virus entra en una célula, la célula infectada produce proteínas llamadas interferones de tipo uno, que son liberadas fuera de la célula”, explica Zhang.

Y añade: “Todas las células de alrededor reciben esa señal y se dedican a prepararse para combatir ese virus. Si la infección es grave, las células producirán suficiente interferón para que llegue al torrente sanguíneo y de ese modo se entere todo el cuerpo que está siendo atacado”.

Pero algunas veces, hay fallas genéticas que hacen que este sistema no funcione.

En 2015, los científicos del Rockefeller identificaron mutaciones en jóvenes, de otro modo saludables, que llegaron a desarrollar graves casos de neumonía a partir de una simple gripe. La mutación hacía que no se registrara la respuesta del interferón.

“Si se silencia la alarma, entonces el virus puede propagarse e infectar mucho más rápido”, dice Zhang.

Aparentemente esto ha jugado un rol importante en algunas personas sorpresivamente vulnerables a la COVID-19.