Nissan
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era el pegamento que mantenía unida a la Alianza . Mientras languidece en una cárcel japonesa un mes después de su impactante arresto por sospecha de ocultamiento de ingresos y malversación de activos de la empresa –acusaciones que ha negado–, la asociación ahora corre el riesgo de despegarse. Cualquiera que sea el futuro del ejecutivo de 64 años, la alianza haría bien en ajustarse a una nueva era.

Los recientes acontecimientos han apuntado a una escalada de las tensiones franco-japonesas en torno al arresto. Renault ha apoyado sostenidamente a su presidente y máximo ejecutivo, argumentando que no ha visto pruebas para expulsarlo de la forma en que lo hizo Nissan; una posición ampliamente apoyada en los círculos parisinos.

Nissan, por su parte, no ha dado su brazo a torcer y se ha negado a acceder a las demandas francesas de una junta de accionistas (Renault posee el 43% de Nissan, y Nissan el 15% de Renault). La compañía japonesa dice que establecerá su propio cronograma para sustituir a Ghosn.

Ahora está el elemento adicional de una creciente división interna en el lado francés. Mientras Renault proyecta públicamente una muestra de unidad, el gobierno de Emmanuel Macron –que también posee el 15% del fabricante francés de automóviles– ha estado buscando, según ha trascendido, posibles reemplazos.

Le Figaro informó el fin de semana que el jefe de Michelin, Jean-Dominique Senard, se encontraba entre los primeros de la lista para asumir la presidencia, en caso de que Ghosn fuera reemplazado, y que el jefe interino, Thierry Bollore, asumiría el cargo de CEO por separado.

Esto sugiere dos cosas. En primer lugar, que París ha aceptado la idea de que Ghosn estará fuera de la acción operacional en un futuro previsible, o la mayor parte del 2019, cualesquiera que sean los méritos del caso en su contra. Y en segundo lugar, que para salvar la Alianza Renault-Nissan, se necesita una mejor gobernanza y nuevas caras en la cúpula, incluso si Ghosn limpia su nombre y regresa.

Dividir los principales cargos en Renault sería una buena ruptura con un pasado en el que se concentraba demasiado poder en las manos de un solo hombre, por muy capaz que fuera. Antes de su arresto, Ghosn era presidente de Nissan, presidente y CEO de Renault y presidente y CEO de la alianza Renault-Nissan.

Esta última, con sede en Ámsterdam, también se beneficiaría de una separación de poderes en la cúpula. Podría ayudar a Japón y Francia a encontrar un punto de encuentro.

Independientemente de lo que piensen los franceses sobre los méritos del caso contra Ghosn, este es también un buen momento para examinar el equilibrio de poder profundamente desigual en el corazón de la alianza. Mientras que Renault posee esa participación de 43% en Nissan, esta última aporta la mayor parte de las ganancias de la alianza.

Una estructura más igualitaria de participaciones cruzadas, similar a las que poseen Francia y Alemania en Airbus SE, reduciría el resentimiento japonés. Una liberación del capital de Nissan y un nuevo acuerdo de propiedad también serían beneficiosos para las acciones de Renault, que han sufrido este año.

Lamentablemente, una vez desatadas las pasiones nacionalistas, son difíciles de contener. Aunque tanto Francia como Japón han manifestado su deseo de preservar la alianza, en realidad ha habido pocas ofrendas de paz. Un paso atrás de parte del gobierno francés respecto de cambiar el status quo de la estructura accionaria, por preliminar que sea, sería una forma de demostrar que puede ir más allá de la época en la que Ghosn era el rey supremo.

Por Lionel Laurent

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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