(Foto: Composición agencias)
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¿? Esa es una pregunta explosiva en el Brasil actual.


Si su respuesta es el excapitán del ejército , de inmediato se le califica de “fascista”. Si se decanta por el candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad, entonces usted es un “comunista”. La gente lanza todo tipo de insultos recíprocos en esos intercambios: ignorante, corrupto, cobarde, racista.


Se ha llegado a un punto en que hasta los momentos más anodinos de la vida cotidiana –esperar el ascensor, tomar un taxi, encontrarse con un vecino- pueden convertirse rápidamente en una discusión a gritos.


La tensión divide a amigos, familiares y colegas. Muchos han empezado a proclamar que no votarán a ninguno, sea o no verdad, tan sólo para evitar quedar inmersos en ese caos.


El aumento de la polarización local recuerda los primeros años del régimen de Hugo Chávez en Venezuela o el más reciente ascenso de Donald Trump.


Esta elección brasileña, que casi seguramente ganará Bolsonaro, tiene mucho en común con la elección estadounidense del 2016. Ante todo, ambas son en buena medida una reacción a problemas económicos.


En Brasil, una recesión brutal hizo que las filas de los desempleados crecieran a más de 12 millones de personas el año pasado. Los asesinatos aumentaron a casi 64,000.


A la indignación de los brasileños se ha sumado un flujo aparentemente interminable de noticias que documentan la enorme riqueza que acumularon en el exterior los políticos involucrados en la red de sobornos conocida como “Lava Jato”.


En la primera vuelta electoral, esa rabia se tradujo en el apoyo a dos de los candidatos más radicalizados: el ultraderechista Bolsonaro y el izquierdista Haddad.


‘Guerra cultural’
Los detractores de los dos hombres tienen mucho en que basarse. Bolsonaro, que impulsa una plataforma de libre mercado e implacable lucha contra el crimen, ha generado una controversia tras otra con sus comentarios sobre las mujeres, los homosexuales y la dictadura brasileña.


Haddad, cuya campaña se basa ahora en la oposición a Bolsonaro, tiene que superar la herencia del Partido de los Trabajadores, que estuvo en el poder durante buena parte del derrumbe de la última década.


La segunda vuelta entre ambos se realizará el 28 de octubre, y es probable que la tensión persista durante mucho tiempo más.


“Es diferente que otros años”, dijo Lucas Aragao, socio de la consultora política Arko Advice de Brasilia. Antes el debate se concentraba sobre todo en decisiones sobre políticas, dijo. “Ahora hay casi una guerra cultural entre ambas partes, y no se detendrá”.


A los famosos la situación les ha resultado difícil de remontar. La estrella pop Anitta, por ejemplo, ha sido blanco de las críticas de su nutrida base de fans LGBTQ por no tomar partido contra Bolsonaro de inmediato.


Por su parte, la cantante country Marília Mendonça recibió amenazas por postear el hashtag #Elenao (#Élno) utilizado para oponerse al candidato de extrema derecha.


La violencia política en general está en aumento en Brasil. El propio Bolsonaro fue apuñalado durante un acto partidario el mes pasado y sigue reponiéndose de las heridas.

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