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Cuando el Consejo Europeo se reúna el jueves y viernes, un documento a analizar será el nuevo plan de la Comisión Europea para el futuro de la unión monetaria. Muchas de las ideas no son tan innovadoras como útiles.

Otras parecen difíciles de aplicar. Lo que es más importante es que el plan de reforma seguirá siendo otro documento sin sentido hasta que los jefes de gobierno de la eurozona realmente digan lo que quieren.

La "Hoja de Ruta para Profundizar en la Unión Económica y Monetaria Europea" que se publicó la semana pasada sigue una serie de informes de los últimos años, cada uno más elevado que el anterior en sus objetivos.

El problema: se han mantenido mayoritariamente en el papel. La zona del euro adoptó importantes reformas institucionales en el momento más álgido de la crisis de deuda soberana, incluida la iniciación de una unión bancaria. Sin embargo, su finalización ha resultado esquiva, principalmente debido a resistencias políticas provenientes de los estados miembro.

El plan, presentado por el presidente Jean-Claude Juncker, incluye ideas que abordarían algunas de estas deficiencias. Uno es establecer un Fondo Monetario Europeo (FME) que, entre otras cosas, proporcionaría recursos adicionales para reestructurar o liquidar bancos en quiebra.

Tal medida impulsaría la confianza de los inversores en el sistema bancario europeo y garantizaría que gobiernos individuales no tuvieran que manejar las crisis bancarias por sí mismos.

Si bien esta idea es sensata, difícilmente es novedosa: los estados miembro contemplaron un respaldo de este tipo cuando crearon el Mecanismo Único de Resolución en 2013. Sin embargo, no concluyeron debido a los temores de países como Alemania de que terminarían rescatando a los sistemas bancarios de otros países. A pesar del optimismo de la Comisión, la posición de Berlín sobre el tema sigue siendo una pregunta abierta.

El FME también asumiría las funciones del actual Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para apoyar a los estados miembro en problemas. A diferencia del MEDE, que se basa en un acuerdo intergubernamental, el Fondo Monetario Europeo se consagrará en el marco jurídico de la UE. Sería acompañado por la creación de un ministro de finanzas de la zona euro con el fin de mejorar la coordinación política dentro de la unión monetaria.

Wolfgang Schaeuble, exministro de finanzas de Alemania, respaldó la creación del FME al retirarse de su cargo. El problema es que los gobiernos no pueden ponerse de acuerdo sobre cómo debería funcionar esta nueva institución, por ejemplo, si debería haber una reestructuración automática de la deuda soberana cada vez que un país solicite ayuda. El documento de la Comisión hace poco por abordar estos problemas, que solo pueden ser resueltos por los gobiernos miembro.

La idea menos convincente respaldada por Juncker es la creación de un vehículo financiero para enfrentar crisis económicas que afectan solo a unos pocos países. Los objetivos son loables: la zona del euro necesita una política fiscal conjunta para ayudar a los países necesitados y complementar los esfuerzos del Banco Central Europeo. Sin embargo, no está claro cómo abordaría el proyecto la preocupación de los países de deuda baja como Alemania, que temen que un presupuesto común pueda financiar gastos imprudentes de otros estados miembro.

La Comisión sugiere que los países que soliciten ayuda deberían cumplir con las reglas fiscales de la zona euro durante un periodo antes de que se vean afectados por una crisis. Sin embargo, la experiencia reciente ha demostrado que la Comisión está abierta a una interpretación flexible de sus referencias presupuestarias; por ejemplo, en los últimos años, Italia ha podido generar déficits presupuestarios mucho más altos de lo que habría permitido una interpretación estricta de las normas. Más aún, es muy difícil determinar cuándo ha comenzado una crisis: por lo tanto, será difícil distinguir entre despilfarro y necesidad.

Completar la unión bancaria -por ejemplo, creando un esquema conjunto de garantía de depósitos- y desarrollar elementos de una unión fiscal ayudará a fortalecer la infraestructura institucional de la zona euro. Pero esto depende de las capitales europeas, no de Bruselas.

En Francia, el presidente Emmanuel Macron ha establecido una agenda ambiciosa para la integración de la eurozona, aunque hay informes recientes de que el mandatario puede haberse vuelto más cauteloso al respecto. Alemania se acerca cada vez más a la formación de un gran gobierno de coalición entre los demócratas cristianos y los socialdemócratas. Martin Schultz, líder del SPD, ha instado recientemente a la creación de "Estados Unidos de Europa", pero es poco probable que la canciller Angela Merkel coopere.

La Comisión Europea está en lo correcto al desempeñar un papel coordinador para los gobiernos y ofrecerles apoyo técnico. Pero a falta de una voluntad política clara, documentos como la hoja de ruta que la Comisión entregó la semana pasada seguirán siendo una larga lista de palabras vacías.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

Por Ferdinando Giugliano y disclaimer: Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

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