Brexit
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Para algunos políticos británicos, la idea de aplazar el brexit, incluso si ofrece evitar la autoflagelación de salir de la Unión Europea sin acuerdo, es indignante.

Uno de los ministros de la primera ministra Theresa May renunció ante la posibilidad de una votación parlamentaria sobre extender el proceso del Brexit si no se puede llegar a un acuerdo a tiempo y la calificó de "humillación".

El euroescéptico Jacob Rees-Mogg señaló que es una "trama para detener el Brexit" que socavaría la democracia. Más allá de la jactancia, es posible que tengan razón. Si hay algo en lo que el Reino Unido y Europa deberían estar de acuerdo es acerca del peligro de un largo aplazamiento del Brexit.

Extender el proceso de dos años para negociar los términos del Brexit más allá de la fecha límite actual del 29 de marzo tendría sentido si significara evitar un desenlace que ningún bando quiere o tiene la intención de que ocurra. Si el acuerdo de retirada de May obtiene la aprobación del Parlamento este mes, lógicamente no habría objeciones a una prórroga técnica breve para evitar imprevistos.

Del mismo modo, si el Parlamento rechaza su acuerdo pero solicita un aplazamiento único de un par de meses, para la UE sería difícil negarse. Ningún líder europeo quiere cargar con la culpa de apresurarse en caer al abismo de un Brexit sin acuerdo, lo cual también perjudicaría al continente.

Los problemas comienzan cuando se sopesa la idea de una extensión mucho más prolongada. Ian Wishart de Bloomberg News informó el mes pasado que una opción que considera la UE es aplazar la fecha de salida hasta el 2021. Mientras algunos dicen que es una táctica que busca infundir miedo, algunos Estados miembros claramente están abiertos a prolongar el proceso por uno o dos años.

Los beneficios serían dos: los miembros de la UE evitarían un escenario de divorcio sin acuerdo y el Parlamento del Reino Unido tendría tiempo para empezar de cero. Si la visión de May para el brexit no funciona tal vez otras ideas --¿una unión aduanera? ¿copiarle a Noruega? ¿no divorciarse?-- podrían cobrar fuerza.

No obstante, esta fe en que el tiempo sanará todo no se ve respaldada por los eventos recientes en Gran Bretaña. Las votaciones de la semana pasada en la Cámara de los Comunes revelaron que no hay mayoría para el plan alternativo de brexit del líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, que incluye una unión aduanera permanente con la UE.

Además, el acceso estilo noruego al mercado único europeo enfrenta oposición de conservadores y laboristas. Ya han pasado dos años desde que se invocara el artículo 50 y comenzara la cuenta regresiva para el 29 de marzo. Si no hay mayoría parlamentaria para el acuerdo de May, la idea de que más tiempo puede crear un nuevo consenso en un Reino Unido dividido suena como una fantasía digna de J.K. Rowling.

La autora de Harry Potter es partidaria de un segundo referendo, o People’s Vote, como lo llaman algunos contrarios al brexit, y el eurófobo Corbyn respaldó a regañadientes esa opción tras no conseguir el apoyo del Parlamento para su iniciativa de unión aduanera.

Sin embargo, tampoco hay mayoría parlamentaria para esta opción ni mucho menos certeza de que el resultado sería distinto.

Un largo aplazamiento del Brexit conduciría también a nuevas elecciones en el Reino Unido, pero tampoco hay garantía de que esto logre acabar con las trabas.

Los últimos comicios nacionales del 2017 solo consiguieron que cualquier opción para el Brexit tenga menos probabilidades de ser exitosa. Sería muy arriesgado para Bruselas apostar a una era post-May en la política británica antes que Westminster.

La UE debe aceptar el hecho de que cualquier postergación significativa sería un gol en propia puerta para el bloque. Dentro de los próximos seis a ocho meses se elegirá un nuevo Parlamento Europeo y se nombrará una nueva Comisión Europea.

Que Gran Bretaña se mantenga involucrada en estas decisiones, aunque sea de manera simbólica, sería una enorme distracción. En el mejor de los casos confundiría a los ciudadanos --una encuesta de Euronews reveló que el 28 por ciento de franceses e italianos creía que el Reino Unido ya había abandonado la UE-- pondría trabas a instituciones de la UE que también deben apagar otros incendios.

En el peor escenario, alentará a Gran Bretaña a seguir tratando de dividir Europa y deshilvanar el acuerdo aceptado. Georgina Wright, de Institute for Government, advierte que Francia y España podrían verse motivados a reabrir el acuerdo para extraer más ventajas nacionales.

Con suerte, el tema del aplazamiento alentará a los partidarios del Brexit de línea dura del Parlamento a tomar su acuerdo "con ambas manos", como declara Kenneth Armstrong, profesor de Derecho Europeo de la Universidad de Cambridge.

Pero incluso si el miedo a un proceso eterno del Brexit no logra persuadir a Rees-Mogg y sus amigotes, la UE debería abandonar el juego mientras va ganando.

Por Lionel Laurent

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.