Por Ferdinando Giugliano
El surgimiento de algunas personas reinfectadas por el virus SARS-Cov-2, incluidas personas en Hong Kong , Italia y Estados Unidos, ha provocado pánico por el futuro curso de la pandemia.
Y no es difícil imaginar por qué. Una de las grandes esperanzas para controlar el nuevo coronavirus es que una inmunidad colectiva parcial pueda frenar su propagación, mientras el número de casos continúa aumentando a nivel mundial.
Una vacuna —considerada un verdadero punto de inflexión en la lucha contra el patógeno— también se basa en provocar alguna forma de reacción duradera de los anticuerpos en personas vacunadas.
Pero, ¿qué pasa si la inmunidad disminuye y la humanidad cae en un ciclo interminable de recaídas? Ese temor está provocando pesadillas.
Afortunadamente, es posible que las cosas no sean tan malas. Por ahora, hay muy pocas personas confirmadas con reinfecciones, lo que sugiere que pueden ser casos aislados.
Algunos médicos también creen que la mayoría de las recaídas serán más leves que la primera infección. (Eso sucedió en el caso de Hong Kong, pero no en el caso de EE.UU.). Este debilitamiento del impacto del virus dependerá de que nuestro cuerpo aprenda a combatirlo, por ejemplo, a través del desarrollo de las células T adecuadas.
Una pregunta crucial para medir el riesgo de reinfección es cuántas personas desarrollan anticuerpos y cuánto duran. Algunos expertos temen que solo aquellos pacientes que se vean afectados por los peores casos de COVID-19 produzcan una respuesta inmune que sea lo suficientemente amplia y prolongada para desarrollar los anticuerpos adecuados. Si es así, los afortunados que escapen a los peores síntomas —en su mayoría niños y adultos jóvenes— estarán más vulnerables a una reinfección.
Un estudio sobre la pandemia realizado en Islandia y publicado en el New England Journal of Medicine ofrece cierta evidencia para disipar esos temores. Los investigadores han analizado muestras de suero de 30,576 personas, utilizando seis tipos diferentes de pruebas de anticuerpos (ya que diferentes técnicas a menudo producen resultados contradictorios).
Los hallazgos centrales del estudio son que, de las 1,797 personas recuperadas de COVID-19 que fueron analizadas, 91.1% arrojó niveles detectables de anticuerpos. Además, esos niveles no habían disminuido cuatro meses después del diagnóstico. La respuesta inmune fue superior entre las personas mayores —que tienen un mayor riesgo de desarrollar una forma más peligrosa del coronavirus— y entre aquellas que presentaron los peores síntomas.
Pero la respuesta inmune más amplia podría ser una buena noticia para la eficacia de las vacunas y parece confirmar que las reinfecciones, al menos poco después del primer contagio, pueden ser casos aislados.
Si bien, en teoría también es una buena noticia para la inmunidad colectiva, no significa que estemos cerca de llegar a ese momento feliz. Se cree que cerca de 70% de una población necesitaría desarrollar anticuerpos para poder detener eficazmente la propagación del virus.
El estudio estima que menos de 1% de la población islandesa entró en contacto con el SARS-CoV-2. Esto es incluso más bajo que las correspondientes estimaciones para España, el Reino Unido e Italia, y muestra cuán lejos están muchos países de una inmunidad colectiva.
También es demasiado pronto para saber si los anticuerpos encontrados se mantendrán durante un período de tiempo más prolongado. Es posible que la inmunidad se desvanezca con el tiempo, dejándonos más expuestos al virus. Pero, por ahora, no hay razón para temer lo peor.
El desarrollo de vacunas está avanzando a una vertiginosa velocidad, y la evidencia que existe muestra que el cuerpo humano está desarrollando alguna forma de protección. En un año de noticias abrumadoramente deprimentes, esta es muy bienvenida.