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Con el mundo esperando ansiosamente para ver si los ponen su peso detrás del líder de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, el papel de las fuerzas armadas en Latinoamérica ha ido ganando protagonismo.

Después de décadas de democratización y los soldados confinados en gran medida a cuarteles y fronteras, los gobiernos latinoamericanos están recurriendo a los militares para dirigir ministerios, supervisar proyectos estatales y , aumentando el espectro de un pasado autoritario.

Los nuevos gobiernos de Brasil y México –uno de derecha, el otro de izquierda– están incrementando dramáticamente el papel de sus fuerzas armadas, movimientos que reflejan las preferencias de su público.

Al igual que en otras partes del mundo, los votantes latinoamericanos, enfurecidos por la corrupción y temerosos de un aumento de la delincuencia, están cada vez más desilusionados con la democracia, según las encuestas. Ahora confían en el ejército más que en cualquier otra institución, excepto la Iglesia Católica, según la Encuesta Latinobarómetro 2018.

"Existe la idea de que los políticos civiles son corruptos y que los militares son de alguna manera inmunes a la corrupción", asegura Wagner de Melo Romao, profesor de ciencias políticas en la Universidad Unicamp de Brasil. Pero la tendencia representa una amenaza: "Cuando las fuerzas armadas están vinculadas al apoyo político de un gobierno, existe un mayor riesgo de caer en un régimen autoritario".

Jesús Ramírez, un portavoz del presidente , de México, afirma que el gobierno está tomando medidas para evitar el abuso. Añadió que el ejército es el único organismo capaz de garantizar la seguridad en varias partes del país, y un gobierno civil está supervisando todo.

El ministro de Asuntos Gubernamentales de Brasil, General Carlos Alberto dos Santos Cruz, asegura que las fuerzas armadas se han ganado el respeto porque son meritocráticas. Al preguntarle por qué el gobierno se apoyaba tanto en ellos, respondió: "Hay tres factores: incompetencia, corrupción e ideología, tres cosas que no hay en las fuerzas armadas".

Dictaduras brutales
Los regímenes militares gobernaron gran parte de la región hasta la década de 1980. En Argentina, miles de personas fueron asesinadas por la junta, mientras que Chile en tiempos de se convirtió en sinónimo de dictadura brutal. Grandes franjas de Centroamérica también siguen traumatizadas por la violenta represión de las fuerzas armadas. Venezuela se ha militarizado cada vez más.

En Colombia, el ejército sigue desempeñando un papel importante en la seguridad pública, incluso después de la firma de un acuerdo de paz con las guerrillas marxistas. Un carro bomba que mató a 20 personas en Bogotá la semana pasada puso de relieve la gravedad de la amenaza de los grupos guerrilleros.

Con una tasa promedio de asesinatos en América Latina de 21.5 por 100,000, muchos en la región están dispuestos a ignorar los abusos pasados y buscar soluciones en los militares.

Esto es especialmente cierto en Brasil y México, que en conjunto representan la mitad de la población de la región y donde los crímenes militares del pasado han recibido relativamente poca atención.

Bolsonaro
Este mes, Jair Bolsonaro, el primer presidente exmilitar de Brasil en más de tres décadas –desde el retorno de la democracia en 1985–, asumió el cargo.

"Usted ha traído la renovación necesaria y la libertad de las ataduras ideológicas que mantenían como rehenes el pensamiento libre, embotaban el juicio y fomentaban el pensamiento egoísta y peligroso", dijo el general Eduardo Villas Boas. Cuando terminó el discurso, el presidente se puso de pie, saludó y abrazó al general en medio de un estruendoso aplauso.

Generales en lo alto
Villas Boas fue posteriormente invitado por Bolsonaro a formar parte de su equipo de seguridad, agregando otro general a la nueva administración. Seis de los 22 miembros de su gabinete son exmiembros de alto rango de las fuerzas armadas.

El vicepresidente también es un general, al igual que el portavoz presidencial, mientras que un almirante supervisa la junta directiva de la gigante petrolera estatal, Petrobras. El apego de Bolsonaro a las fuerzas armadas es tal que se niega a describir el período de gobierno militar de 1964-1985 como una dictadura.

El presidente mexicano tiene muchos menos lazos con los militares de su país, y durante la campaña denunció los abusos cometidos en el pasado por las fuerzas armadas, pero desde que asumió el cargo, ha sorprendido a muchos con su despliegue de tropas.

Un columnista local influyente incluso lo ha apodado el "General" López Obrador.Ya ha enviado a más de 8,000 soldados y oficiales de la marina a proteger 58 instalaciones estratégicas de la gigante energética estatal Pemex, en un intento por combatir el robo de combustible.

Además, AMLO, como se conoce popularmente al presidente mexicano, ha impulsado la modificación de la constitución para otorgar a las fuerzas armadas mayores poderes policiales, con la creación de una Guardia Nacional integrada por miembros del ejército, la marina y la policía federal.

La propuesta, una reversión de sus promesas de campaña, fue aprobada por la cámara baja de México, a pesar de la oposición de grupos de derechos humanos y otras organizaciones sin fines de lucro.

Construcción del aeropuerto
AMLO está siguiendo la tradición de la izquierda latinoamericana, utilizando al ejército para objetivos sociales, como construir un aeropuerto o ayudar a Pemex, en lugar de centrarse en la guerra, afirma Evan Ellis, profesor de Estudios Latinoamericanos en el Instituto Carlisle de Estudios Estratégicos del US Army War College, en Pensilvania.

El movimiento hacia una mayor participación militar en las dos economías más grandes de Latinoamérica sigue siniestramente el camino de Venezuela, donde el personal militar maneja todo, desde la oferta de agua, hasta la petrolera estatal PDVSA.

Muchos observadores argumentan que el colapso de la economía bajo el régimen autocrático del presidente Nicolás Maduro es una advertencia de los riesgos asociados con la asignación a los militares de tareas en las que carecen de experiencia técnica y habilidades de gestión.

Sin el ejército, el líder interino, Guaidó, no podrá dirigir el país. No por casualidad, los venezolanos tienen el menor aprecio hacia las fuerzas armadas en la región, con solo 19%, según la encuesta de Latinobarómetro.

Para el profesor Ellis, la historia de los militares en la región no es un buen augurio para un papel más extenso.

"El peligro de utilizar a los militares para objetivos de desarrollo doméstico es el daño que le hace a la institución", dice. "Del mismo modo, en la historia de Latinoamérica, cuando los militares llegaron a la política, rara vez resultó bien".

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