Mujeres trabajan en un espacio de coworking en la Avenida Paulista, en Sao Paulo, Brasil. Después de 18 meses de estar encerradas por las restricciones de la pandemia de coronavirus, la ciudad más grande de Brasil, Sao Paulo, está respirando nuevamente, gracias en parte al coworking al aire libre. espacios. Techos y terrazas que parecen una playa han surgido por todo Sao Paulo y ya no son el dominio de las nuevas empresas de Internet. (Foto: Miguel SCHINCARIOL / AFP)
Mujeres trabajan en un espacio de coworking en la Avenida Paulista, en Sao Paulo, Brasil. Después de 18 meses de estar encerradas por las restricciones de la pandemia de coronavirus, la ciudad más grande de Brasil, Sao Paulo, está respirando nuevamente, gracias en parte al coworking al aire libre. espacios. Techos y terrazas que parecen una playa han surgido por todo Sao Paulo y ya no son el dominio de las nuevas empresas de Internet. (Foto: Miguel SCHINCARIOL / AFP)

Tras 18 meses de pandemia, Sao Paulo vuelve a respirar y surgen nuevos espacios de ‘coworking’: ahora se puede trabajar en una terraza con vistas a la ciudad, en una playa artificial rodeada de rascacielos o junto a un hijo que duerme la siesta.

El ‘coworking’, flexible y colaborativo, está revolucionando las formas de trabajar en la capital económica de Brasil, que fue pionera en este rubro y concentra la mayor cantidad de espacios colectivos en el país, alrededor de 200. Y, desde la irrupción de la pandemia, dejó de ser prerrogativa de las empresas emergentes de tecnología.

“El 40% de las empresas que atendemos son convencionales, como gabinetes de abogados, consultoras y auditoras”, explica Fernando Bottura, el joven gerente de GoWork, una de las primeras firmas de coworking en Sao Paulo, con 14 espacios que suman 32,000 m2.

En comparación con el 2019 “tuvimos un aumento de 300% en las solicitudes de presupuesto de grandes compañías tradicionales, como empresas de fertilizantes y plástico”, asegura Bottura, vistiendo jeans y zapatillas deportivas.

La tendencia en esta megalópolis tropical es que haya “cada vez más espacios exteriores, en terrazas. Ya no tiene sentido que alguien alquile una oficina”, subraya.

“Bienestar de los trabajadores”

Vibrante, cosmopolita y con 12 millones de habitantes, Sao Paulo “es la puerta de entrada para este tipo de novedades”, dice Bottura.

Uno de los espacios de GoWork tiene hasta una playa artificial: un perímetro de arena rodeado de rascacielos en el corazón de la céntrica Avenida Paulista. Protegiéndose del sol bajo unas sombrillas, varias jóvenes trabajan con sus ordenadores portátiles.

En otro sector, hombres de camisa blanca aprovechan su descanso jugando al baloncesto en una pequeña cancha de césped sintético, un privilegio en esta gran ciudad donde abundan los empleos precarios y hay mucha pobreza.

“El bienestar de los empleados es esencial”, explica el gerente de comercio en línea Renan Camargo, de 38 años. “Cuando trabajamos de buen humor, rendimos mejor”, dice, recostado en una tumbona.

Al mismo tiempo, le agrada poder decir a sus clientes que trabaja en la prestigiosa Avenida Paulista: “suena serio”.

El encargado de ventas en marketing digital Mateus Santos, 25, también prospera trabajando en este espacio.

Los empleados no vienen aquí todos los días, lo que favorece “tanto la flexibilidad” cuanto la productividad, sostiene.

Y aunque todavía es necesario usar mascarilla para protegerse del COVID-19 en este espacio de 6,000 m2 por donde transitan 1,500 trabajadores cada día, el cotrabajo ha favorecido la interacción entre personas y empresas, algo que hizo mucha falta durante el confinamiento.

“Alivio para una madre”

En el barrio Pinheiros, Danieli Junco, de 41 años, fundó en el 2019 B2Mamy, un espacio colaborativo para mujeres de la industria farmacéutica, adaptado a la familia.

“Entre ser madre y directora ejecutiva, elije ambas cosas”, reza uno de los mensajes en el local de 500 m2, decorado con una estética vibrante.

Mientras sus madres -y algunos padres- trabajan, unos niños zigzaguean entre las mesas.

Tenemos “espacios para los adultos, para los niños, un centro de innovación, cursos, un programa de aceleración para empresas”. Sus clientes pagan solamente 1,000 reales al año (US$ 180) por un espacio “muy colaborativo”, sostiene Junco.

Jessica Ulliam Ferrari Rua, de 36 años, gerente de una empresa de marketing digital, es una de las 60 mujeres que frecuentan todos los días la sede de B2Mamy, donde los pequeños quedan al cuidado de pedagogas.

Tumbada en un colchón, acaricia el pelo de su hijo de tres años, Luca, que se acurruca en su pecho.

“Me busca para dormir. Sabe que este es su momento: me recuesto con él 10 minutos y después vuelvo” a trabajar, dice Ferrari.

Pese a que las escuelas permanecieron cerradas durante un largo período por la pandemia, Thais Alcantara, de 37 años, pudo “alfabetizar completamente” a sus gemelas de cinco años, Paola y Bianca, gracias al apoyo pedagógico que reciben allí.

Quienes actúan en el sector no creen que el coworking sea una moda pasajera.

Según el sitio web , este tipo de espacios continúa proliferando en Brasil, donde saltó de 230 sitios en el 2015 a casi 1,500 en el 2019.