Janet Yellen.
Janet Yellen.

Por Karl W. Smith

Janet Yellen, la presunta elegida como secretaria del Tesoro del presidente electo, Joe Biden, es seguramente una de las candidatas más calificadas para el cargo en la historia. No solo fue presidenta de la Reserva Federal y del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, sino que también goza de un amplio respeto bipartidista, lo que la beneficiará en las próximas negociaciones sobre el programa de alivio del COVID. Los mercados tienen razón para estar impresionados.

Sin embargo, por otro lado, Yellen ha estado menos preocupada por el pleno empleo y más por la deuda a largo plazo de lo que sería ideal en este momento. Ella podría cambiar la conversación en Washington de maneras inútiles.

En su mandato como presidenta de la Fed, Yellen fue notablemente expansionista, es decir, reacia a aumentar las tasas de interés, en relación con el consenso académico. Ella recibe crédito por eso, pero desde entonces ha quedado claro que este consenso fue aún más erróneo de lo que se pensaba.

A diferencia de su sucesor, Jerome Powell, Yellen dudaba demasiado en cuestionar sus suposiciones fundamentales. Específicamente, los economistas en el 2014 y 2015 comenzaron a argumentar que el porcentaje de adultos estadounidenses en la fuerza laboral (ya sea trabajando o buscando trabajo) estaba en una trayectoria descendente que no podía revertirse simplemente tratando de hacer crecer la economía más rápido a través de políticas fiscales o monetarias.

Yellen estuvo de acuerdo con este marco, y eso ayuda a explicar por qué comenzó a aumentar las tasas de interés en el 2015. La inestabilidad en los mercados de divisas la obligó a hacer una pausa, pero no abandonó la tesis central y volvió a subir las tasas de interés en 2016. Ese aumento condujo a una microrrecesión que bien podría haberle costado la presidencia a Hillary Clinton.

Aun así, Yellen se mantuvo reacia a abandonar el marco de acción. En el 2017, argumentó que el mercado laboral no mostraba evidencia de una inactividad sustancial y que la disminución del empleo general se debía a la reducción permanente de las oportunidades para los hombres poco calificados. (Para ser justos, esta era una explicación popular en ese momento).

Una serie de opiniones, incluida la mía, difirieron bajo el argumento de que al poner en marcha la economía, era posible atraer a la gente a la fuerza laboral. Powell y la Administración Trump tomaron en serio estas críticas, produciendo la economía más fuerte para los trabajadores desde al menos la década de 1990.

Yellen también ha levantado reiteradamente alarmas sobre la deuda a largo plazo de Estados Unidos, incluso en febrero. Esto a pesar de la creciente conciencia entre los economistas de que los peligros de la deuda probablemente son exagerados y que las previsiones de la Oficina de Presupuesto del Congreso, sobre las que se apoyó Yellen, han sobreestimado repetidamente las tasas de interés a largo plazo y, por lo tanto, la carga de la deuda federal en la economía.

Estos juicios erróneos por sí solos no descalifican a Yellen. Pero sí plantean preocupaciones de que pueda cambiar el debate prematuramente hacia la reducción del déficit y evitar el aumento del empleo. Este es precisamente el error cometido durante la presidencia de Barack Obama.

Para empeorar las cosas, la dinámica de la reducción de la deuda lleva a los políticos de ambos espectros políticos a un punto muerto y al estancamiento. Las negociaciones se centran en qué lado tendrá que ceder más, y nadie quiere ser el primero en hacerlo. Por el contrario, aumentar el empleo requiere reducir los impuestos y aumentar el gasto. Esa es una conversación que los políticos están ansiosos por tener.

Parte de la promesa de la Administración de Biden es que su inclinación por el regateo le permitirá orientar al Congreso hacia un enfoque legislativo productivo y económicamente beneficioso en el empleo. Eso será un desafío bastante difícil por sí solo. Uno solo puede esperar que, a pesar de sus inclinaciones políticas anteriores, Yellen no lo haga más difícil.