Por Jonathan Bernstein
Es sorprendente lo rápido que los CDC han tirado por la borda su reputación de excelencia científica y directa durante la presidencia de Donald Trump. Hay mucho que decir sobre este y similares chascos en todo el Gobierno Federal, pero lo que me sorprende es lo que revelan sobre los incentivos saludables, y cómo Trump logra ignorarlos.
Primero, tener una agencia con una reputación ejemplar es un excelente recurso para líderes preocupados por salirse con la suya y preocupados por su reelección. Les permite hablar con la autoridad de los expertos, incluso si ellos mismos son relativamente ignorantes. También les da la oportunidad de que la mayor parte de la nación, y no solo sus partidarios, apoye sus políticas, al menos potencialmente.
Eso importa. Importa desesperadamente para Trump en este momento. Sus objetivos obvios son reducir la propagación del virus mientras reinicia la economía lo más rápido posible; para eso, necesita que los ciudadanos sigan las pautas de seguridad y también que confíen en que es seguro regresar a las actividades que abandonaron en marzo.
Y necesita partidarios fuertes, oponentes fuertes y todo el resto de la población para lograr ambas cosas, o de lo contrario no funcionará. Ningún político es capaz de hacer eso solo. Pero expertos de confianza hacen posible que el presidente lo logre.
Ciertamente, hay un costo. Para que un presidente obtenga el sello de aprobación de los expertos, debe escucharlos con seriedad. Esto puede significar que el presidente deba transigir en sus preferencias.
Si el presidente simplemente ignora a los expertos, pero intenta usar su reputación de todos modos, los burócratas de la agencia pueden negarse a respaldar la política o socavarla a través de estrategias tales como filtraciones de prensa o testimonios ante el Congreso. O, si el presidente logra socavar la integridad de la agencia lo suficiente como para que consienta sumisamente todos sus caprichos, su reputación y, por lo tanto, su utilidad política, quedarán destrozadas.
Tenga en cuenta que los incentivos saludables están integrados en el sistema. Las agencias se preocupan por su reputación por razones de orgullo profesional, pero también porque les beneficia en términos presupuestarios y les ayuda a hacer su trabajo sin interferencia externa. Y los presidentes tienen buenas razones de interés personal para escuchar a esas agencias. Es una manera de obligar a los políticos que se preocupan principalmente por las elecciones a buscar el conocimiento de los expertos en la política.
Ahora, debo tener claro que los buenos presidentes deben escuchar seriamente a los expertos en el Poder Ejecutivo, no necesariamente hacer lo que digan. ¡Los expertos pueden estar equivocados!
Es por eso que los presidentes a partir de Harry Truman han formado un equipo para la Casa Blanca con grupos paralelos de expertos que no tienen las mismas prácticas burocráticas que aquellos que están dentro de las agencias del Poder Ejecutivo, y que están más en sintonía con los intereses políticos del presidente. Y más allá de eso, los buenos presidentes aplican su propio juicio político a la experiencia en la materia a la que tienen acceso para tomar buenas decisiones.
Trump, desafortunadamente, es tan malo en la presidencia que no sigue esos claros incentivos saludables. Para ser justos, pareció tomar en serio algunos consejos de expertos durante dos o tres semanas en abril. Pero rápidamente perdió interés, y él u otros en la Casa Blanca parecen haber presionado a las agencias para que lo apoyen incluso pese a que él ignora su consejo.
Ahora quiere que la economía se vuelva a abrir de manera segura, pero no tiene idea de cómo llegar hasta allá, y no tiene los activos que la presidencia alguna vez tuvo. No es apto para trabajar muy bien para el país o para él.