La planta procesadora de carne de cerdo Smithfield Foods en Dakota del Sur, uno de los grupos de coronavirus más grandes conocidos del país, en Sioux Falls. (Foto: AFP)
La planta procesadora de carne de cerdo Smithfield Foods en Dakota del Sur, uno de los grupos de coronavirus más grandes conocidos del país, en Sioux Falls. (Foto: AFP)

Con 30 muertos y 6,300 infectados por , las plantas procesadoras de de son foco de la , donde a empleados como Jesús no les da tiempo a taparse la boca cuando estornudan por miedo a enfrentarse a una acción disciplinaria si pierden la oportunidad de cortar o deshuesar al animal en unas líneas que van llenas.

"La gente se está quejando porque las líneas van muy rápido y las han llenado más. Antes venían dos pavos y un hueco, dos pavos y un hueco, pero ahora todo está repleto", relata Jesús, un hispano que pide usar un nombre falso por miedo a represalias.

Se queja de que su empresa, West Liberty Foods, dedicada al negocio de la carne de pavo, no dio mascarillas a los empleados hasta que no aparecieron los dos primeros casos de coronavirus a principios de marzo y asegura que los gerentes pidieron que se trajera de casa el jabón para las manos y el gel desinfectante.

El 7 de marzo, Jesús volvió enfermo a casa: “Yo salí de esa compañía con una gran fiebre, dolor de cabeza, dolor de garganta, dolor de huesos y escupiendo hasta sangre”, narra.

Ha dado negativo para el coronavirus SARS-CoV-2, pero está preocupado porque su esposa y sus dos hijos tienen fiebre y tos seca desde hace días, por lo que él está cuidando de su nieto de 1 año, el único que no ha mostrado síntomas y cuya voz se cuela de vez en cuando en la conversación telefónica.

Trabajar “codo con codo” y cada vez más rápido

El caso de Jesús no es una excepción, ya que la industria cárnica de Estados Unidos, casi un oligopolio, ignoró durante semanas cualquier recomendación de seguridad y obligó a sus empleados a seguir troceando pollo, cerdo y ternera “codo con codo”, sin ninguna distancia de seguridad, de acuerdo a cuatro trabajadores que han conversado con Efe.

Los cuatro, que pidieron usar un seudónimo, afirman que las ya duras condiciones de las plantas han empeorado con el virus: la producción debe ir más rápido, por lo que se les niega permiso para ir al baño, y se ha incrementado la velocidad de las líneas procesadoras.

Las plantas se han convertido en el caldo de cultivo perfecto para el coronavirus, que una vez que contagia a varios trabajadores se expande sin freno por la comunidad, como muestra el caso de la planta de Smithfield, en Dakota del Sur, con más de 500 casos confirmados y que ha transformado ese estado en un nuevo foco de infección.

Solo en el mes de marzo, el presidente de Estados Unidos, , otorgó 15 permisos a fábricas avícolas para que las líneas vayan más veloces y se procesen más pollos por minuto, a pesar de que grupos como Human Rights Watch (HRW) han advertido de que puede aumentar el riesgo entre los trabajadores de sufrir quemaduras y la pérdida de dedos.

Además, Trump ha emitido un decreto para obligar a la industria cárnica a seguir operando, lo que cada vez es más difícil debido a la gran cantidad de empleados que han enfermado.

Tan solo en la planta de pavos en West Liberty (Iowa) se han contagiado 71 personas, dice un portavoz de la empresa, quien niega que las líneas de producción se hayan acelerado y asegura que se están instalando unos paneles de plástico para evitar el contacto entre los trabajadores.

Trabajadores vulnerables y desinformados

Según el Centro de Investigación de Política Económica, un laboratorio de ideas de Washington, el 51.5% de los trabajadores de la industria cárnica son inmigrantes porque son los únicos dispuestos a ejercer oficios físicamente tan duros.

Las plantas suelen estar ubicadas en zonas rurales, tradicionalmente más conservadoras y donde el inglés es la lengua que se usa para las comunicaciones oficiales, por lo que algunos de los trabajadores apuntan que apenas han podido acceder a información sobre la pandemia o sobre ayudas económicas.

Además, algunos de ellos tienen “papeles chuecos”, es decir, son indocumentados y han falsificado la documentación para poder trabajar, ante lo que la empresa suele hacer la vista gorda, denuncia Alejandro, que lleva 12 años en una planta de Kentucky y solicita a Efe ser citado con seudónimo.

A Alejandro, un mexicano que mantiene intacto su acento, le aterroriza la idea de traer el virus a casa y contagiar a uno de sus hijos que tiene discapacidad y un sistema inmune muy débil.

“Ahí en la planta no les importamos nosotros ni las familias, a ellos les importa el no parar la producción y que los marranos salgan más rápido, más rápido”, cuenta.

Trump obliga a las plantas a seguir abiertas, pero no hay trabajadores

Antes del coronavirus, sindicatos y organizaciones como National Employment Law Project (NELP) ya habían denunciado que la Administración de Trump había debilitado las pocas normas que existen para garantizar la seguridad y salud de los trabajadores de la industria cárnica.

Con la pandemia, el mandatario ha priorizado el suministro y esta semana emitió un decreto para obligar a las empresas a seguir operando, aunque muchas se han visto obligadas a cerrar porque los trabajadores están enfermos o se ausentan porque no se sienten seguros, explica Deborah Berkowitz, que lleva 40 años dedicada a la seguridad laboral de la industria cárnica, ahora como parte de NELP.

En opinión de Berkowitz, a Trump no le importa si los trabajadores “enferman o mueren” y su única prioridad es ganarse el favor de las compañías y garantizar que “los beneficios siguen fluyendo”.

Las dos mayores empresas cárnicas de Estados Unidos, JBS USA y Tyson Foods, aumentaron sus beneficios en el 2019 y ganaron en conjunto US$ 12,678 millones.

Al mismo tiempo, Estados Unidos es el país que más carne consume de media: unos 120 kilos de al año, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).