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Las guerras a veces tienen momentos de levedad cultural, incluso las guerras comerciales. El verano boreal pasado, mientras se bombardeaban con aranceles, se inauguró una muestra pintoresca en el Museo Nacional de China en la Plaza Tiananmen, rindiendo tributo a, de todo lo imaginable, la protección estadounidense de la (PI).

Fue un éxito sorpresivo. Más de 1 millón de visitantes desfilaron junto a 60 modelos hermosamente diseñados de inventos, tales como una máquina para helado, presentada a la Oficina de Patentes de Estados Unidos entre 1836 y 1890 (todo propiedad del Museo Hagley en Delaware). No hay duda de que se obligó a algunos visitantes a asistir, porque coincidió con el inicio de una campaña por la innovación promovida por el presidente Xi Jinping.

Pero muchos simplemente estaban pasmados por la inventiva estadounidense. Un visitante llamativo, dice David Cole, el jefe del Museo Hagley, fue un hombre mayor, Hu Guohua, al que fue otorgada la primera patente en la China comunista, en 1985. Fue un recordatorio de lo reciente que es la protección en China; en Estados Unidos la primera patente data de 1790 y fue firmada por George Washington.

La PI es uno de los principales frentes en la guerra comercial del presidente Donald Trump contra China . También es el centro de una demanda en Estados Unidos contra Huawei, un gigante tecnológico chino. En ambos casos, el gobierno busca dar la impresión de que robar a Occidente es parte del modus operandi de las firmas chinas, algo que un columnista de The Wall Street Journal describió hace unas semanas como una práctica que ven como su "deber patriótico".

Pero eso es un pensamiento holgazán. El Estado chino puede que aliente el robo de ideas y las firmas extranjeras en China sin duda sufren presiones para entregar sus secretos. Pero la protección de la PI en China, por más fallas que tenga, ha mejorado a la velocidad de un cohete últimamente.

A medida que las firmas chinas generan más patentes, tanto más deseosas están de protegerlas. Algunos ejecutivos incluso aprueban tácitamente la presión estadounidense, esperando que promueva la vigencia de las leyes. En un eco del sobrenombre adulador "Xi Dada", algunos susurran "Trump Dada" o Papi Trump.

La letanía de quejas por la piratería en China, sin duda, viene de décadas: violaciones de copyright en el caso de software y violaciones de marcas contra firmas tales como Disney.

Michael Jordan, una leyenda del básquet, pasó años tratando de evitar que una firma deportiva usara su nombre, que en chino es Qiaodan, hasta que tuvo un éxito parcial en 2016. Hoy marcas locales de Peppa Pig, un personaje de dibujos animados, están siendo buscadas por docenas de "ocupantes ilegales" de patentes, usando una regla que les permite actuar antes de sus propietarios británicos.

Dos firmas tecnológicas estadounidenses, Qualcomm e InterDigital, han sido apaleadas en cortes chinas en casos antitrust relacionados con royalties (pagos por patentes). China está lejos de cumplir con los compromisos que hizo al ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el 2001. Aún obliga a firmas en joint ventures con empresas de propiedad estatal a entregar PI y persigue una política industrial que ubica al Partido Comunista primero, muy lejos del espíritu emprendedor del siglo XIX en Estados Unidos.

Pero entre las firmas chinas la mentalidad está empezando a cambiar, lo mismo que sucedió entre las firmas japonesas luego de que robaran todo lo que pudieron a las estadounidenses en las décadas de 1970 y 1980. Partiendo de un comienzo humilde (Hu solicitó su primera patente desde un bungaló a medio construir), China tuvo 44% de los pedidos de patentes en 2017, el doble que Estados Unidos, según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Compañías en su mayoría chinas se demandan por patentes en este país más que en ningún otro.

Cuando los extranjeros presentan demandas en China, una firma de abogados, Rouse, dice que tienen una tasa más alta de casos de patentes ganados que las locales y en general se les otorga más compensación. De acuerdo con los estándares internacionales, tales multas son bajas, pero están aumentando: Alfred Dunhill, una marca de lujo británica, ganó un pago de US$ 1.4 millones en octubre por violación de marca por una marca de ropa de hombre china, llamada Danhuoli.

En enero el sistema de cortes de PI fue fortalecido al crearse un tribunal de apelaciones de la Corte Suprema del Pueblo en Pekín.Cuanto más inventiva es, tanto más favorece a China la protección. Huawei fue el mayor presentador de patentes internacionales del mundo en 2017; no importa las dudas que haya respecto de su lealtad hacia el Estado chino, es difícil dudar de su dedicación a la innovación.

Un ejecutivo de Alibaba señala que al expandirse globalmente las firmas chinas, en particular en el sudeste asiático, también sufren del robo de sus ideas, lo que hace que tengan más necesidad de protegerlas. Al debilitarse la economía china, dice un ejecutivo de Beiqi Foton Motor, un fabricante de vehículos, su firma necesitará proteger sus patentes de sus rivales aún más, para defender su participación en un mercado que se reduce.

Ejecutivos admiten que hay huecos inmensos en el sistema de PI, en particular en regiones del interior donde los tribunales locales son sometidos a interferencia dura de gobiernos provinciales ansiosos por defender a los copiones locales. Es por eso que algunos ejecutivos de PI en China aceptan la lógica de la ofensiva de Estados Unidos.

Al fin de cuentas, admiten, si no fuera por la presión estadounidense en materia de propiedad intelectual, China no hubiera avanzado tanto. Eso no quiere decir que aprueban la actitud bombástica de Trump, que aumenta la sensación de que Estados Unidos busca contener el ascenso de China. Pero el deseo de cambio tiene impulso tanto del interior como del exterior. Como dice un ejecutivo: "A nadie le gusta que le digan ladrón, ni siquiera a los chicos".

Imitación o adulación
También vale la pena recordar la medida en que el sistema Anglo-Sajón de PI es una ruptura cultural para China. El país que inventó la impresión no tenía un concepto occidental de copyright. Incluso un dicho chino afirma que "robar un libro es una ofensa elegante". Cuando florecían los inventos en los Estados Unidos del siglo XIX, Occidente intentó imponer códigos de PI en una China humillada que simplemente no podía cuadrarlos con sus tradiciones de confusionismo.

Pero Estados Unidos tampoco fue un santo. Como señala Cole, del Museo Hagley, su oficina de patentes en los primeros tiempos cobraba más a los extranjeros por las patentes que a los estadounidenses, especialmente a los británicos, con los que EE.UU. estaba enfrascado en una versión anterior de "competencia estratégica". Eso no fue destacado en la muestra en la Plaza Tiananmen.