Los gerentes de cadena de suministro han tenido unos años estresantes. Desde las guerras comerciales entre China y Estados Unidos y el Brexit hasta las restricciones generadas por el COVID a los viajes y exportaciones, ha habido mucho con qué lidiar. En lo peor de la pandemia, los líderes empresariales se preguntaban inevitablemente si acercar la producción a los consumidores podría ayudar.
En abril, una encuesta realizada por EY, una firma de contabilidad, encontró que hasta un 83% de ejecutivos multinacionales estaba contemplando el llamado ‘reshoring’ o ‘nearshoring’. La historia reciente muestra lo complicadas que pueden ser las cadenas de suministro, pero ¿podría ser diferente esta vez?
Los políticos llevan mucho tiempo pidiendo a las empresas que trasladen la producción a sus costas porque quieren puestos de trabajo para sus electores. También puede haber un argumento comercial detrás de ello, por ejemplo, para bajar los costos de transporte o reducir los inventarios.
La ‘Iniciativa Reshoring’, que aboga por una mayor producción en Estados Unidos, cita el encanto de la marca “Made in USA” para los habitantes del Medio Oeste de mayor edad. Algunos creen que la tecnología podría fomentar el reshoring. En el 2017, un informe del banco ING predijo que la impresión 3D podría acabar con el 40% de los flujos comerciales para el 2040.
Sin embargo, la experiencia de la última década sugiere que por cada empresa que ‘reubique’ (reshoring) su producción, puede haber más haciendo lo contrario. Una encuesta de fabricantes alemanes encontró que el 2% llevó la producción a casa entre el 2010 y mediados del 2012. Cuatro veces más trasladaron operaciones al extranjero durante ese periodo.
Un estudio publicado en el 2016 por la OCDE, un club de países en su mayoría ricos, encontró que los efectos del ‘reshoring’ en las economías nacionales eran “(todavía) limitados”.
La historia reciente tampoco sugiere que las nuevas tecnologías canibalicen el comercio. En el caso de la impresión 3D, un estudio de Caroline Freund, Alen Mulabdic y Michele Ruta del Banco Mundial descubrió que su uso en la industria de los audífonos aumentó el comercio en un 58% durante casi una década, en comparación con lo que se podría haber esperado de otra manera. Como la tecnología fue útil solo para una parte del proceso de fabricación y los audífonos son baratos de transportar, las cadenas de suministro no retrocedieron.
Gary Gereffi de la Universidad de Duke cita el fracaso de Adidas para imprimir zapatillas en Estados Unidos y Alemania como evidencia de la importancia de las redes de producción altamente orquestadas. Descubrió que la falta de componentes disponibles localmente significaba que las zapatillas tenían que simplificarse tanto que perdían su atractivo para el consumidor. La adopción de otras tecnologías puede hacer más atractiva la importación que el ‘reshoring’.
Katherine Stapleton del Banco Mundial y Michael Webb de la Universidad de Stanford descubrieron que las empresas españolas que utilizan robots tenían más probabilidades de aumentar sus importaciones de países de bajos ingresos o abrir filiales allí. La automatización que mejora la productividad llevó a las empresas a expandir la producción y, por lo tanto, a importar más piezas.
El aumento de los aranceles en Estados Unidos y en otros lugares durante los últimos cuatro años podría, en teoría, haber cambiado las reglas del juego, alentando a las empresas a acercar las cadenas de suministro a los consumidores. Pero la evidencia de un gran cambio hacia “Made in USA” tras los aranceles del presidente Donald Trump sobre las importaciones chinas es escasa.
Aunque las importaciones de manufacturas estadounidenses por parte de 14 países asiáticos cayeron en el 2019, no hubo un aumento compensatorio en la producción manufacturera interna bruta.
Un estudio de Ben Charoenwong de la Universidad Nacional de Singapur y Miaozhe Han y Jing Wu de la Universidad China de Hong Kong sugiere que, si bien la incertidumbre de política comercial se asoció con una reducción en el número de proveedores extranjeros de empresas estadounidenses que atienden el mercado interno, en promedio, estos no adquirieron más proveedores nacionales.
¿Podría la pandemia provocar un cambio en las cadenas de suministro? Hasta ahora, los signos de reshoring son limitados. En Estados Unidos, el crecimiento de las importaciones está superando la producción manufacturera nacional. Las empresas médicas pueden quedar marcadas por su experiencia del brote de gripe porcina en el 2009.
En una audiencia celebrada por la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos en setiembre de este año, un orador recordó que las empresas aumentaron la producción después de la pandemia de gripe porcina, solo para estar al borde de la bancarrota cuando la demanda volvió a la normalidad.
Sebastien Miroudot de la OCDE encuentra que la evidencia a favor de la diversificación entre muchos proveedores es inestable; la experiencia sugiere que las empresas con menos relaciones más prolongadas se recuperan de los shocks más rápidamente. En lugar de la reubicación, ha escrito, la investigación parece abogar por garantizar que la producción pueda trasladarse de manera flexible de un lugar a otro en caso de emergencia.
El llamado de casa
Después del susto inicial al comienzo de la pandemia, muchas empresas ahora parecen haber perdido el deseo de regresar a casa. Una encuesta de seguimiento realizada por EY en octubre encontró que solo el 37% de los ejecutivos todavía estaban considerando el ‘reshoring’; una encuesta reciente de empresas en EE.UU. y Europa realizada por Euler Hermes, una aseguradora de crédito comercial, encontró que menos del 15% estaban contemplando el ‘reshoring’ debido al COVID-19.
Sin embargo, es necesario tener cierta precaución. La pandemia no ha terminado y el cambio de producción puede ser un negocio lento. Hay alguna señal de movimiento en industrias especializadas: Biju Mohan de GEP, una consultora de cadena de suministro, informa que las empresas de ciencias de la vida muestran un mayor interés en trasladar la producción de China a Estados Unidos.
Y la política industrial ha vuelto a estar de moda y apenas está cobrando fuerza en Europa y EE.UU. Por ejemplo, ambos tienen planes para subsidiar la fabricación de chips y realizar inversiones locales en energía renovable. El plan económico del presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, habla de que las empresas son “peligrosamente dependientes de proveedores extranjeros”.
La resistencia de las cadenas de suministro hasta ahora puede reducirse a un círculo virtuoso creado cuando la globalización se aceleró en la década de 1990. Cuando las redes de producción se extienden por varios países, las restricciones comerciales pueden ser contraproducentes, perjudicando tanto al exportador como al importador. Eso dio a los gobiernos un gran incentivo para cooperar y, a su vez, significó que las empresas se sintieran cómodas construyendo o confiando en fábricas remotas.
Pero, como muestran el Brexit, la guerra comercial y una Organización Mundial del Comercio obstaculizada, esa confianza se está erosionando, de la mano con la sensación de seguridad de las empresas. Las empresas no quieren esconderse detrás de las fronteras. Pero aún podrían verse obligadas a hacerlo.