general motors
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El presidente Donald Trump no puede decir que no se le advirtió sobre General Motors.

En junio, GM dijo que los distintos aranceles que Trump ya había impuesto o estaba considerando imponer podrían "llevar a una menor inversión, menos empleos y salarios más bajos para nuestros empleados". Estos aranceles, señaló la compañía, amenazaban con "socavar la competitividad de GM frente a los productores extranjeros de automóviles".

Ahora GM ha anunciado que despedirá a 14,000 trabajadores y cerrará cinco plantas en Norteamérica. Aunque los aranceles no son la única causa, ni siquiera la principal, la condición de la compañía debería hacer pensar a Trump dos veces sobre la sabiduría de las políticas comerciales que ha estado siguiendo.

En lugar de eso, ha estado criticando a GM. Dijo que "juega con la persona equivocada" -- es decir, él -- y que sería mejor que la compañía abra una nueva planta en Ohio. ¿Y si no lo hace? Trump amenazó a GM con quitarle los subsidios a sus vehículos eléctricos.

El episodio ilustra algunas características crónicas de esta presidencia que a fin de cuentas ha minado su eficacia y también podrían socavar la economía del país.

Primero, Trump tiende a hacer una política impulsiva. GM tomó una decisión que lo enojó, y arremetió en su contra en público. Tiene muchos seguidores que aprecian su franqueza, y aprecian que esté enojado por las mismas cosas. Pero el presidente sigue aumentando su reputación de hacer amenazas vacías e incluso algunas que se cancelan solas.

Este es un ejemplo. El Congreso no va a cancelar las exenciones fiscales a los vehículos eléctricos, o tomar cualquier otra acción contra GM, para satisfacer la demanda de venganza de Trump contra la compañía.

No lo va a hacer en la sesión de “pato cojo”, cuando los republicanos todavía están a cargo de ambas cámaras, y ciertamente no lo va a hacer cuando los demócratas asuman el control de la Cámara de Representantes en unas pocas semanas.

Tal vez hay medidas que la administración podría tomar contra GM. Pero casi cualquier cambio en la regulación o las subvenciones destinado a poner a la empresa en desventaja podría ser impugnado en tribunales sobre la base de que apuntar manifiestamente a una empresa en venganza es una violación del debido proceso constitucional y otras protecciones legales. Trump, al anunciar sus metas en público, ha hecho que cualquier acción sea más difícil de defender.

En segundo lugar, Trump (en común con otros candidatos presidenciales modernos) sobreestima los poderes de la presidencia.

Durante la campaña de 2016, dijo que "todos" los empleos en la fábrica de Ohio volverán si ganaba. En una ciudad de Michigan donde GM cerrará otra planta, señaló: "No perderán ninguna planta, se los prometo".

Ahora habla como si creyera que las empresas cambiarán sus estrategias porque lo dijo un presidente. No lo harán, y quizás ni siquiera pueda hacer que se sientan afligidas por ignorar su fanfarronería.

En tercer lugar, la distinción que a veces hacen los partidarios de Trump entre sus palabras y sus acciones realmente no se sostiene. Los tuits a veces pueden ser groseros, dicen, pero las políticas son sólidas. Sin embargo, las palabras de Trump pueden tener un efecto, incluso cuando está anunciando políticas que nunca llegarán a concretarse.

Sus disparos contra GM al menos causaron un daño momentáneo al precio de las acciones de la compañía.

Y, cuarto, pueden hacer algún daño más duradero, aunque más sutil. Otros presidentes, sin duda, se han sentido molestos por decisiones de las empresas, pero han respondido de una manera más considerada en lugar de transmitir sus pensamientos pasajeros.

Hay una norma que impide a los presidentes atacar a compañías estadounidenses individuales, y esa norma, como otras normas que el presidente no aprecia, existen por buenas razones.

Respalda el Estado de Derecho y el sistema de libre empresa, bienes relacionados que han contribuido poderosamente a la subsistencia de los estadounidenses. En ningún país los empresarios pueden tomar decisiones sin tener en cuenta en absoluto lo que los líderes políticos piensan. En este país han podido tomar decisiones con relativamente poca consideración.

Ese arreglo generalmente ha funcionado bien para nosotros. Sería un error descartarlo, especialmente descartarlo irreflexivamente.

Podemos solidarizar con los sentimientos del presidente sobre GM en estos momentos, pero deberíamos alegrarnos de lo poco que han importado los sentimientos de los presidentes en la vida económica de nuestro país, y espero que siga siendo así.

Por Ramesh Ponnuru

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.