(Foto: AFP)
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Después de pasar ocho meses del 2019 en un campamento de tiendas de campaña improvisadas en la peligrosa ciudad fronteriza mexicana de Matamoros, Israel Martínez abandonó sus esperanzas de buscar asilo en

Derrotado por el frío y las insalubres condiciones del campamento, Martínez aceptó un vuelo gratuito de regreso a su tierra natal, Honduras, en enero del 2020.

El mes pasado, su casa resultó gravemente dañada por las inundaciones dejadas por dos huracanes consecutivos. Y en enero, el presidente electo de Estados Unidos, , quien prometió suavizar algunas restricciones migratorias en la frontera con , asume el poder. Esos factores han llevado a Martínez y a otros a comenzar a hacer planes para regresar.

Miles de migrantes con renovadas esperanzas en América Central se han unido recientemente a grupos de WhatsApp y Facebook dedicados a organizar caravanas en dirección al norte, programadas para partir de la región en las próximas semanas.

La investidura de Biden el 20 de enero es un tema recurrente en esos grupos. “Acuérdense que Trump sale el 20 de enero”, escribió una persona que planeaba salir de Honduras el 15 de enero. “Si llegaran antes, tendrían problemas”.

Funcionarios fronterizos de Estados Unidos y directores de refugios a lo largo de la frontera están preocupados por los efectos de un posible gran aumento en la migración en medio de la pandemia de , al igual que el equipo de transición de Biden, dijeron personas familiarizadas con las discusiones en su seno.

Una nueva ola de migrantes podría crear una crisis temprana para el nuevo gobierno, que busca cumplir las promesas de campaña para echar atrás las duras políticas del presidente saliente, , y al mismo tiempo seguir desalentando los viajes no regulados a través de su frontera sur.

Reuters habló con siete organizaciones de albergues en Texas, Arizona, Nuevo México y California, incluidas tres de las más grandes del país.

Muchas dijeron que querían que las políticas de Trump se revirtieran de la manera más rápida y segura posible, pero temían que factores relacionados con la pandemia, incluida la mermada capacidad de los refugios, menos voluntarios y médicos, la falta de test gubernamentales a los migrantes y menos donaciones, les dificultaría enfrentar un alza repentina sin recursos adicionales.

El sitio web de la campaña de Biden dice que “aumentará drásticamente los recursos del gobierno de Estados Unidos para apoyar a los migrantes que esperan una evaluación de sus solicitudes de asilo y a las organizaciones que atienden sus necesidades”.

El equipo de transición de Biden se ha estado reuniendo con defensores civiles para escuchar sugerencias sobre cómo hacer frente a un aumento repentino, dijo a Reuters una fuente familiarizada con las discusiones.

Los defensores de los migrantes entrevistados por Reuters dijeron que aún no han recibido compromisos concretos de los funcionarios entrantes.

Biden prometió que desde “el primer día” en la Casa Blanca pondría fin a los Protocolos de Protección al Migrante, o MPP, el controvertido programa de Trump implementado en el 2019 que obligó a Martínez y a decenas de miles de solicitantes de asilo a esperar en México las audiencias de la corte de inmigración de Estados Unidos.

El equipo de transición del presidente electo aún no ha dicho si planea derogar una orden relacionada con el COVID-19 e implementada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos en marzo, que permite a las autoridades del país expulsar rápidamente a casi todos los que cruzan la frontera.

En una llamada con reporteros el lunes, el comisionado interino de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, Mark Morgan, dijo que revertir inmediatamente las políticas de Trump en la frontera conduciría a una “crisis en toda regla en un par de semanas”.

Tres personas familiarizadas con las discusiones entre los funcionarios del equipo de transición de Biden, que hablaron bajo condición de anonimato, dijeron a Reuters que el grupo reconoce la importancia de implementar un proceso ordenado de desmantelamiento del MPP para evitar cualquier apuro hacia la frontera y dijeron que desentrañar el programa llevará tiempo.

Otra persona familiarizada con el tema dijo que las preocupaciones de salud pública con respecto al coronavirus serán un factor clave para planificar qué tan rápido proceder.

Voluntarios ‘dramáticamente reducidos’

Annunciation House, con sede en El Paso, Texas, una de las organizaciones de refugios más grandes del país, acogió a unas 150,000 personas en el año fiscal 2019, dijo su director, Rubén García.

Hasta 1.000 personas llegaron a sus instalaciones cada día durante las horas pico de esa primavera, relató, lo que requirió un “esfuerzo hercúleo” para responder.

Annunciation House movilizó a miles de voluntarios, reclutó iglesias como refugios improvisados y alquiló habitaciones de hotel en bloques. Ahora, dijo García, “nos encontramos con la realidad de que la gente está diciendo: ‘Rubén, en esta pandemia, hay mucha gente que no va a querer ayudar’”.

García enfrenta la reticencia de los espacios desbordados, mientras que sus propios refugios tienen capacidad reducida debido al virus.

Muchos de los voluntarios a corto plazo de Annunciation House son jubilados, que son más vulnerables al coronavirus. Al mismo tiempo, a medida que la pandemia ha afectado los empleos y los ingresos, las donaciones han mermado. La organización no recibe apoyo del gobierno para su trabajo.

Teresa Cavendish, directora del programa Casa Alitas que administra un gran refugio en Tucson, Arizona, dijo que el COVID-19 había “reducido drásticamente” la lista activa de la organización de 400 voluntarios y 150 proveedores médicos porque muchos son vulnerables al coronavirus, o ahora han hecho otros compromisos.

Por ejemplo, el médico principal del refugio ahora dirige una sala de COVID-19 en un hospital de Tucson, dijo. La organización también ha visto caer las donaciones financieras entre un 75% y 80%.

Michael Smith, director de The Holding Institute en Laredo, Texas, que ayuda a los migrantes y a la comunidad local, dijo que su refugio había perdido a muchos voluntarios y se vio obligado a introducir nuevas restricciones relacionadas con la pandemia que han reducido a la mitad su capacidad de camas.

Las donaciones también han caído porque “en la iglesia Zoom, no se puede pasar el plato (de las limosnas)”, relató.

Smith ha reducido las entregas semanales de alimentos a la comunidad de 13.6 kilogramos a 11.3 kg por hogar en un esfuerzo por estirar los recursos, y ahora está comprando en línea tiendas de campaña como “plan B” en caso de que los migrantes que llegan necesiten dormir afuera.

‘Sin lugar para vivir’

García, el director de Annunciation House, dijo que deseaba que los migrantes “se quedaran” unos meses mientras se lanza la vacuna contra el coronavirus. “Va a agregar un elemento de manejabilidad que se necesitará desesperadamente”, señaló.

Pero en Centroamérica, migrantes como Israel Martínez dicen que no pueden esperar.

“¡Mira, mira qué triste!”, dijo Martínez en un video grabado en su teléfono celular para Reuters mientras caminaba por las calles de su vecindario de San Pedro Sula, todavía lleno de agua hasta los tobillos más de dos semanas después de que el segundo huracán tocara tierra en la zona.

La primera vez que salió de Honduras, contó Martínez, huía de las intimidaciones de un político del partido gobernante, que lo había amenazado con encarcelarlo por trabajar para la oposición.

Ahora, con su vecindario en ruinas y los albergues para víctimas de la tormenta al máximo, sus razones son más simples.

“No tengo dónde vivir”, dijo en una llamada telefónica desde una escuela primaria donde duerme con su esposa y sus seis hijos, de entre seis y 21 años. La familia planea irse a Estados Unidos en la primera semana de enero, justo antes de que Biden asuma el cargo.