El malestar crece en la policía estadounidense, cuestionada más que nunca tras la muerte de George Floyd: unos admiten la necesidad de reformas, mientras otros digieren con dificultad la ola de cambios que se avecinan, en medio de un clamor general para acabar con el racismo histórico de las fuerzas del orden.
Desde California hasta Massachusetts, los policías condenan el asesinato de Floyd, pero muchos se quejan de que ahora deben pagar el precio por las acciones de Derek Chauvin, el policía blanco de Minneapolis que hace dos semanas apretó el cuello de este hombre negro con su rodilla hasta matarlo.
Su deceso, que se suma a una larga lista de personas negras muertas a manos de policías blancos a lo largo de los años, desató masivas protestas en todo el mundo y dio inicio a un diálogo nacional sobre el racismo endémico en Estados Unidos.
"¡Yo no soy Derek Chauvin! ¡Él mató a alguien, nosotros no! ¡Dejen de tratarnos como animales, como perros!", gritó indignado el policía Michael O'Meara, presidente del sindicato policial del estado de Nueva York, ante cientos de colegas que lo aplaudieron hace unos días en Manhattan.
Algunos policías piden mayores castigos para “las manzanas podridas”, mientras otros temen que más investigaciones y controles les impidan hacer bien su trabajo.
Chauvin cometió "un acto criminal", dijo Shaun Willoughby, de 41 años, presidente del sindicato policial de Albuquerque, Nuevo México. "Pero es muy frustrante ser pintado con este pincel de que todos somos iguales", se quejó.
Sin embargo, Louisa Avila, directora del Grupo de Intervención en Violencia de la Universidad John Jay de Justicia Penal de Nueva York, recordó que la indignación e ira de los manifestantes proviene de “una larga historia de daño y violencia contra los estadounidenses negros que la policía como institución debe reconocer”.
La policía estadounidense mata un promedio de tres personas por día, "y al menos la mitad de esas muertes no son necesarias para preservar la vida de agentes o civiles inocentes", indicó Franklin Zimring, criminólogo de la Universidad de Berkeley y autor del libro "Cuando la policía mata".
“La mayor arma es la boca”
Ben Kelso, que preside la Asociación Nacional de Policías Negros de San Diego, dijo que la muerte de sospechosos negros que usualmente han cometido delitos menores a manos de policías “ocurre con demasiada frecuencia”.
Este agente de 53 años que experimenta el racismo desde niño se felicita de que las protestas hayan alentado un debate necesario sobre la urgencia de cambios, por ejemplo en la formación.
"Pasamos muchas horas aprendiendo a conducir, disparar y hacer arrestos, pero no tanto en cómo hablar a la gente", estimó. "La mayor arma de los policías cada día es su boca".
Varias ciudades y estados aprobaron o estudian medidas que van desde la prohibición de la maniobra de asfixia hasta más procesamientos por abusos. El Congreso federal también examina un proyecto de ley que aumenta la vigilancia y los castigos de los policías, pero su aprobación en el Senado de mayoría republicana es incierta.
"No tenemos miedo a las reformas, no tenemos miedo al cambio. Pero queremos ser parte de la conversación", dijo O'Meara, que representa a unos 40,000 policías del estado de Nueva York.
Los poderosos sindicatos policiales son vistos muchas veces como parte del problema debido a su aversión a reformas y a una mayor transparencia, sobre todo en casos de abusos cometidos por sus miembros.
Branville Bard Jr., jefe de policía de Cambridge, Massachusetts, sufre el racismo en carne propia y espera que el "asesinato" de Floyd traiga cambios.
"No puedo decirte cuántas veces me han detenido. Y me identifico y la situación nunca escala. Pero vivo con miedo de que escale, porque llevo una pistola y tengo la piel negra al mismo tiempo", contó.
Cree que la solución pasa sobre todo por "aumentar el costo por mala conducta", con castigos para todos los policías presentes donde hubo excesivo uso de fuerza, a fin de que los oficiales disuadan a colegas.
¿Policías “bajo ataque”?
"Como profesionales, estamos bajo ataque", alertó el presidente del sindicato de policías de la ciudad de Nueva York, Patrick Lynch, de 56 años.
La policía de Nueva York se queja de que la justicia no ha procesado a los arrestados por saqueos y vandalismo en las protestas, mientras un oficial fue procesado por derribar a una manifestante.
Algunos, como Richard Wells, presidente de otro sindicato que representa a 25,000 agentes del estado de Nueva York, creen que investigar más a los policías será contraproducente.
"De ahora en adelante los policías dudarán bastante al hacer su trabajo, porque en cada situación deben pensar que pueden meterse en problemas", dijo.
Un policía neoyorquino blanco de 34 años contó que lo que más le duele son los llamados a "desfinanciar a la policía".
"Es irónico y es doloroso, porque estamos ahí fuera tratando de servir y de proteger a la ciudadanía", dijo este agente que pidió el anonimato porque no tiene autorización para hablar con la prensa.
Como otros, se muestra abierto al reclamo de que la policía ya no lidie más con casos de violencia doméstica, adictos o enfermos mentales, o con personas sin hogar. “Se nos pide demasiado”, lamentó. Pero no todos están dispuestos a ceder poder.