Dos menores de edad de nacionalidad guatemalteca fallecieron en poco más de dos semanas en la frontera de Estados Unidos. (Foto: AP)
Dos menores de edad de nacionalidad guatemalteca fallecieron en poco más de dos semanas en la frontera de Estados Unidos. (Foto: AP)

El presidente de ya no soportaba lo que estaba pasando.

Cada vez más migrantes ingresaban a Estados Unidos desde . Parecía que se formaba otra caravana y el gobierno ya no tenía dónde alojar más gente, viéndose obligado a liberar a decenas de miles de familias detenidas en la frontera.

Durante una reunión con altos colaboradores el último jueves de marzo, Trump exigió medidas drásticas para cumplir la amenaza que había hecho esa mañana mediante un tuit: la de cerrar la frontera con México. Frenar la llegada de migrantes fue una de sus principales promesas durante la campaña presidencial. ¿Por qué no lo podían hacer?

La secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, pidió al mandatario que reconsiderase esa medida. Su dependencia ya había enviado a agentes de varios cruces a otros puntos para procesar a las familias de migrantes, generando grandes atascamientos de tráfico. El cierre total de los puertos de ingreso, indicó, solo haría que los migrantes buscasen otros sitios para cruzar ilegalmente.

Trump no quiso saber nada de eso. Y ordenó el cierre de los cruces de El Paso, Texas.

La directiva dio lugar a intensas gestiones para tratar de convencer a Trump de que cambiase de parecer y el mandatario finalmente lo hizo. Pero el episodio marcó el inicio de 12 turbulentos días que derivaron en la renuncia de Nielsen, la posible partida de buena parte de la cúpula de su dependencia y el arranque de una nueva etapa en relación con la inmigración.

Este relato se basa en entrevistas con 20 funcionarios del gobierno, personal del Congreso y personas al tanto de lo sucedido, muchas de la cuales hablaron a condición de no ser identificadas porque no estaban autorizadas a revelar conversaciones internas.

Se veía venir

Trump y Nielsen nunca tuvieron una relación demasiado estrecha. Nielsen había sido seleccionada para ocupar la cartera de Seguridad Nacional por su predecesor, John Kelly, quien dejó el cargo para ser jefe de despacho de la Casa Blanca. Trump siempre tuvo reservas sobre ella, en parte porque había trabajado para el ex presidente George W. Bush.

Muchos dieron por sentado que dejaría el puesto el año pasado tras la partida de Kelly de la Casa Blanca, pero dio la sensación de que su relación con Trump mejoró durante la paralización parcial del gobierno, período durante el cual fue una de las principales defensoras de la idea de construir muros en la frontera con México.

Trump, no obstante, se ensañó con ella al aumentar los cruces ilegales y la situación empeoraba día a día. El personal de seguridad nacional trató durante meses de encontrar nuevas soluciones y hubo gente que alentó a Trump a tomar medidas más drásticas, al punto de que el presidente habló de restablecer la política de separar familias que generó tanto rechazo internacional.

Si bien tuvo sus dudas, Nielsen siempre trató de hacer cumplir las órdenes de Trump y asumió la responsabilidad de algunas de sus ideas más polémicas, incluida la separación de familias. Se pasó meses tratando de llegar a acuerdos con los países centroamericanos de donde viene el grueso de los migrantes y con México. Pero también le tocó a ella explicarle a Trump los límites legales de algunas de las cosas que quería hacer. Y eso no le gustó nada a Trump.

No ayudó el hecho de que Kelly criticó a Trump en presentaciones que hizo después de alejarse de la Casa Blanca. Esto no hizo sino aumentar su malestar con Nielsen. Por otro lado, John Bolton, el asesor de seguridad nacional, había estado haciendo fuerza para que Nielsen fuese reemplazada por considerar que su liderazgo y sus iniciativas no eran efectivos.

Viaje acortado

Nielsen acababa de aterrizar en Europa la semana pasada, en su primer viaje al exterior como secretaria de Seguridad Nacional, cuando decidió regresar apresuradamente a Washington. Llegó el martes por la mañana.

Si bien sus colaboradores habían convencido a Trump de que desistiese de cerrar la frontera, el mandatario seguía intensificando su retórica, advirtiendo que si México no “frenaba inmediatamente TODA la inmigración ilegal que llega a Estados Unidos a través de nuestra frontera sur... CERRARÍA” la frontera, o grandes sectores de ella, en una semana.

El miércoles Nielsen estaba en la frontera, supervisando los esfuerzos por mantener en México a las personas que piden asilo y preparando la visita que Trump haría el viernes a Calexico, California.

La noche previa a esa visita llegó una noticia desconcertante al Capitolio: Trump retiraba la nominación de Ron Vitiello como director del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas. Es un error, pensaron muchos. ¿Por qué Trump haría a un lado a alguien que él mismo había seleccionado, un funcionario con experiencia, respetado, cuya confirmación parecía no enfrentar obstáculo alguno?

Vitiello recibió esa noche una llamada del asesor de Trump Stephen Miller, quien le informó que no era necesario que acompañase al presidente en su visita a la frontera al día siguiente. No le dio explicación alguna. A Nielsen tampoco se le dijo nada.

Pero empezó a correrse la voz de que se retiraría la nominación de Vitiello. “Queremos asumir una línea más dura”, dijo Trump a los periodistas al salir de la Casa Blanca el viernes por la mañana.

Era el primer paso de una restructuración de la cúpula del Departamento de Seguridad Nacional.

Nielsen estuvo con Trump en la frontera, promoviendo sus políticas en una mesa redonda con funcionarios de la frontera y jefes policiales de la zona y acompañando a Trump en su visita a un sector donde se reconstruyó un muro, presentándolo a funcionarios locales. Por dentro, sin embargo, estaba que ardía.

Desempolvando una carta

Nielsen regresó a Washington mientras Trump continuaba su gira por California y Nevada para recaudar fondos. Por la noche, aumentaba los rumores de que lo de Vitiello no era un caso aislado y que Miller estaba impulsando la renovación de toda la cúpula del Departamento de Seguridad Nacional.

Frustrada ante la falta de apoyo de departamentos como los de Justicia y Salud y Servicios Humanos, y con claros indicios de que los sectores más intransigentes de la Casa Blanca estaban ganando terreno, Nielsen sacó de los cajones la carta de renuncia que había escrito meses atrás, por las dudas.

El domingo se presentó a la reunión con Trump en la Casa Blanca que ella había pedido sin saber si sería despedida, renunciaría o se quedaría para librar otra batalla.

No fue una conversación cordial, según todos los relatos, con el jefe de despacho interino Mick Mulvaney presente. Nielsen llevaba una lista de ideas para plantearle al mandatario, pero los dos pronto coincidieron en que las cosas no estaban funcionando. Trump quería tomar otro rumbo.

Nielsen renunció en el acto. Trump dio la noticia en un tuit antes de que ella pudiese entregar su carta.

La purga

Hablando frente a su casa en Alexandria, Virginia, el lunes, Nielsen parecía tan leal a Trump como en la frontera.

“Seguiré apoyando los esfuerzos por hacer frente a la crisis humanitaria y de seguridad”, expresó, agradeciendo al presidente “por la tremenda oportunidad de servirle al país”.

Al anochecer de ese mismo día, el departamento que había encabezado parecía a punto de ser desmantelado y se anticipaba la partida del jefe del Servicio de Ciudadanía e Inmigración y del consejero general de la dependencia.

“Llegó la hora de hacer las cosas de otra manera”, declaró el portavoz de la Casa Blanca Hogan Gidley al Fox News Channel. "El presidente está reconfigurando su equipo para tener gente que pueda sacar adelante sus planes”.