Nueva York
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“Durante esa época pensé en el suicidio. Pensé en tirarme de un puente. Había un puente en Woodside, Queens, y solía caminar hasta él por las noches”.

Eso manifestó el mexicano Omar Enrique Campos en una demanda interpuesta por él y otros 17 trabajadores mexicanos, ecuatorianos y dominicanos contra una empresa ferroviaria de Nueva York que, según los denunciantes, los forzó a realizar duras tareas sin material de protección además de discriminarlos por ser inmigrantes.

El grupo asegura que los supervisores de New York & Atlantic Railway los escogían para hacer los trabajos más peligrosos en las vías del tren sin entrenamiento ni protección, lo que a veces les provocaba lesiones. También dicen que los obligaban a trabajar jornadas de 12 y 14 horas a muy bajas temperaturas, por las que recibían una paga mucho menor que la de los trabajadores estadounidenses.

La demanda de 127 páginas avanza en la Corte Suprema de y podría tardar un año o más en resolverse, explicó la abogada de los demandantes, Kristina Mazzocchi.

Estos trabajadores “fueron tratados como si fueran desechables y fácilmente reemplazables”, dijo Mazzocchi a The Associated Press. “Creemos que el empleador fue metódico a la hora de escoger a este grupo de trabajadores para poder explotarlo”.

Algunos de los hispanos, que trabajaron para la empresa en distintos periodos desde 2010 a 2016, fueron contratados por primera vez en aparcamientos de centros comerciales de Brooklyn y Queens, donde muchos inmigrantes esperan ser recogidos por patrones para llevar a cabo labores básicas de construcción ese mismo día.

En lugar de hacerlos entrar a la zona de trabajo por una puerta, como hacían con los trabajadores estadounidenses, supervisores en New York & Atlantic Railway obligaban a los hispanos a trepar cada día por una verja trasera, según la demanda. Mazzocchi asume que se hacía eso para mantenerlos invisibles.

“Era un lugar de trabajo increíblemente segregado. La puerta principal quedaba reservada para los trabajadores blancos y la verja quedaba reservada para los trabajadores inmigrantes”, señaló la abogada.

Sin haberles dado ningún tipo de formación los hacían instalar, cortar y reparar vías, cortar troncos de árboles con sierras eléctricas, fumigar pesticidas y herbicidas o mantener los mecanismos que permiten que un tren se desvíe de una vía a otra, entre otras labores.

Campos recordó que una vez se le cayó una vía en el pie y le pidieron que no fuera al hospital. Las largas jornadas de trabajo, en las que también eran sometidos a insultos y nombres despectivos, le impedían estar con su familia y lo afectaron psicológicamente, explicó el trabajador mexicano de 29 años.

“Me sentía humillado. Me sentía que no valía nada y eso se me quedó en la cabeza”, aseguró el hispano que trabajó para la empresa desde septiembre del 2014 a marzo del 2016.

New York & Atlantic Railway transporta alimentos y material de construcción, entre otras cosas, a través de 432 kilómetros de vías en la ciudad y las afueras, de acuerdo con la demanda. Además de esta empresa, en la querella aparecen como demandados Anacostia Rail Holdings Company, que es dueña de New York & Atlantic Railway, y tres directivos de las compañías.

El abogado de New York & Atlantic Railway, Michael Hall, calificó el miércoles las acusaciones de los trabajadores como “infundadas” y destacó que los trabajadores que interponen la demanda jamás fueron empleados de New York & Atlantic.

“La empresa lamenta que este grupo de demandantes y sus abogados hayan decidido atacar de forma pública a la compañía y a su fuerza laboral con acusaciones que no son corroboradas con pruebas creíbles”, dijo Hall en una declaración enviada por correo electrónico a la AP.

Mazzocchi ha negado que los demandantes no fueran empleados de New York & Atlantic: trabajaban allí todo el día, eran supervisados por gerentes de la empresa y cobraban a final de la semana en efectivo, ha destacado.

Mario Pesantez, otro de los demandantes, dijo que aún recuerda con amargura una ocasión en la que trabajó dos días seguidos y una noche --en los que no le ofrecieron nada de comer-- retirando madera de las vías tras el descarrilamiento de un tren, y sólo le pagaron US$ 300 en efectivo que recibió tres semanas después.

“Me sentía como un esclavo. Como animales nos sentíamos”, aseguró el ecuatoriano de 45 años que trabajó de forma intermitente tres años para la empresa.

No se fue “por necesidad”, dijo, y ahora espera ganar la demanda y recibir compensación. “Quiero que me den algo para dar un futuro mejor a mis hijos”, señaló.