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Casi el 12% de los hogares estadounidenses, según los estándares del , padecen de "inseguridad alimentaria". Esto implica que tienen dificultades para comprar alimentos seguros y nutritivos suficientes para satisfacer las necesidades de sus hogares y el porcentaje equivale a aproximadamente 40 millones de personas, incluidos cerca de 540,000 niños que experimentan una seguridad alimentaria muy baja.

La inseguridad alimentaria tiende a ser más alta entre las familias hispanas y negras no hispanas y, por supuesto, entre las familias desempleadas y pobres.

Un estudio identificó que los adultos con inseguridad alimentaria en EE.UU. son 32% más propensos que otros a ser obesos, especialmente si son mujeres. Otra investigación reveló que los niños que viven en hogares con inseguridad alimentaria tienen una tendencia mayor al promedio a caer en sobrepeso u obesidad y a tener malos hábitos alimenticios.

Otros estudios sugieren que los niños que sufren inseguridad alimentaria también tienden a mostrar problemas considerables de conducta, interacciones sociales perturbadas, desarrollo cognitivo deficiente y rendimiento escolar marginal. Estos inconvenientes, a su vez, aumentan el riesgo de convertirlos en adultos obesos.

La pobreza y el desempleo han impulsado el aumento dual de la inseguridad alimentaria y la obesidad desde la década de 1960, especialmente en las áreas rurales de EE.UU. No obstante, muchos habitantes de las ciudades que subsisten con servicios sociales y estructuras de apoyo inadecuados también son susceptibles.

Las familias que padecen inseguridad alimentaria y bajos ingresos enfrentan desafíos únicos que afectan su capacidad para consumir una dieta saludable y mantener un peso corporal ideal. Sus estilos de vida tienden a ser sedentarios debido a sus entornos construidos y su comida tiende a servirse en grandes porciones.

Los alimentos relativamente baratos y altos en calorías que se encuentran a su disposición inmediata a menudo carecen de los nutrientes necesarios para una salud óptima.

Por consiguiente, aunque pueden seguir una dieta nutritiva por períodos cortos, estas familias están marcadas por ciclos de estrés financiero y personal que conducen a la privación de alimentos, comer en exceso, acceso limitado a la atención médica, oportunidades reducidas para realizar actividad física y una mayor exposición a ambientes con alimentos poco saludables.

¿Cómo se pueden minimizar estos ciclos? Se requerirá un esfuerzo conjunto de muchos actores. El Congreso de EE.UU., por su parte, debería aumentar los fondos para el Programa Asistencial de Nutrición Suplementaria —cupones de alimentos— del cual dependen 50 millones de familias estadounidenses.

También debería desviar los subsidios a la agricultura de su fuerte enfoque en el maíz, la soja y otros cultivos de la agricultura corporativa hacia el cultivo de frutas, verduras, frutos secos y legumbres.

Los bancos de alimentos locales, un importante recurso para los hogares con inseguridad alimentaria, merecen el apoyo de los ciudadanos y las comunidades, y se les debe alentar a proporcionar más alimentos frescos y menos alimentos procesados ​​con alto contenido de sal, azúcar y grasas nocivas para la salud.

Los empleadores también pueden ayudar al proporcionar programas de bienestar físico y mental, junto con descuentos y subvenciones para programas de actividad física. Estas inversiones son intrínsecamente valiosas, ya que los empleados que hacen ejercicio tienden a tener una mejor concentración y rendimiento laboral.

Finalmente, los hospitales y las clínicas pueden ayudar a las familias trabajadoras a proporcionar comidas saludables al crear lo que se conoce como programas de alimentos recetados: los hospitales proporcionan una cantidad fija de dinero para cada hogar de un paciente o una receta que puede canjearse por alimentos ricos en nutrientes, incluidas frutas y verduras, en mercados cercanos o tiendas de comestibles participantes.

La meta para los gobiernos, los proveedores de servicios de salud y los grupos comunitarios no debe limitarse a construir más mercados en los vecindarios que ahora carecen de alimentos saludables. También es esencial fomentar más huertas comunitarias y mercados de agricultores, subsidiar alimentos saludables, promover opciones de alimentos nutritivos y prohibir la publicidad de comida basura para los niños. Luchar contra la obesidad y el hambre es motivo para luchar por la seguridad alimentaria básica, incluso aquí en EE.UU.

Por Jessica Fanzo

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.