Guerra comercial
Guerra comercial

"Que no cunda el pánico", aconseja el rey del sándwich de Ohio. Robert Grote es director ejecutivo de JE Grote Company, una empresa familiar en Columbus que es un fabricante global de máquinas para preparar pizzas, rebanadoras de tocino y sandwicheras automáticas.

Dado que aproximadamente la mitad de sus US$ 60 millones de ventas anuales provienen de fuera de Estados Unidos y su empresa compra acero especial de Europa, Grote está siguiendo de cerca los recientes esfuerzos del presidente Donald Trump para invertir el orden comercial mundial.

Aunque los ejecutivos europeos que él conoce están alarmados, dice que sus pares estadounidenses creen que las amenazas de Trump son probablemente tácticas de negociación y están dispuestos a "dejar que evolucionen".

La postura relajada de Robert Grote puede parecer razonable. La administración Trump primero causó una conmoción el 8 de marzo al revelar un arancel de 25% sobre las importaciones de acero y un arancel del 10% sobre las de aluminio, pero rápidamente otorgó exenciones temporales a los países responsables de la mayoría de las importaciones estadounidenses de esos metales. Estas exenciones vencían el 1 de mayo, pero en el último minuto Estados Unidos ofreció prórrogas a la Unión Europea, México y Canadá por un mes más.

La administración Trump dice que usará el tiempo adicional para concluir una renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y para presionar a la UE para que acepte cuotas "voluntarias" para las exportaciones. En cuanto a la amenaza de una guerra comercial con China, el envío de Trump esta semana de sus principales funcionarios de comercio a Beijing alimentó las esperanzas de un acuerdo negociado.

Sin embargo, también hay muchas razones para preocuparse. Algunas son obvias. Los socios comerciales de Estados Unidos podrían atacar. Esta semana, la Comisión Europea declaró, tras las noticias de las prórrogas, que "no negociaremos bajo amenaza".

China ya ha impuesto aranceles a docenas de importaciones estadounidenses, que van desde el vino a la carne de cerdo, en respuesta a los aranceles al acero y aluminio, y ha propuesto US$ 50,000 millones en aranceles a la soja, productos químicos, automóviles y otros productos.

Si estos llegaran a concretarse, el impacto en las empresas estadounidenses podría variar. Las industrias que sufrirán más son las que, como la industria aeroespacial y la agricultura, venden mucho en China y no tienen muchos mercados alternativos.

Incluso si las tensiones disminuyen, ya se habrá hecho algún daño. Devry Boughner Vorwerk de Cargill, un gigante estadounidense de la comercialización de granos, señala que la mera amenaza de imponer aranceles a China ha dañado la reputación de Estados Unidos como proveedor confiable: "No es una buena idea insultar a tus mejores clientes".

Las empresas que consumen acero y aluminio pagarán precios más altos por sus insumos. Un informe publicado el 1 de mayo por el Instituto de Administración de Suministros de Estados Unidos, un equipo de investigación independiente, confirma que los aumentos de precios y la escasez ya están exprimiendo a las empresas locales.

Entre otros ejemplos, cita a un fabricante de artículos de metal que se vio obligado a eliminar algunos productos debido a la dificultad y el costo de adquirir materias primas. Los productores estadounidenses de acero y aluminio ciertamente se están preparando para una mayor demanda. Jesse Gary de Century Aluminium dice que su empresa planea invertir más de US$ 100 millones para ampliar y modernizar sus instalaciones de producción en Kentucky.

Gran incógnita
Tanto es relativamente claro. Mucho más difícil de calcular es la exposición de las empresas estadounidenses al riesgo de la cadena de suministro como resultado de las interrupciones en el comercio internacional. Resilinc, una empresa de gestión y análisis de cadena de suministro, ha recopilado datos sobre las compras globales y las transacciones de inventario de casi 30,000 fabricantes y proveedores en todo el mundo.

El CEO Bindiya Vakil dice que "la mayoría de las empresas no pueden cuantificar el riesgo de una guerra comercial seria", en parte porque la información relevante está "en silos" en las empresas y no se analiza adecuadamente.

Un alto ejecutivo de una firma estadounidense del Fortune 100 admite que la firma ha pasado un mes estudiando intensamente los impactos probables de las políticas de Trump y aún no sabe cómo se verán afectados sus proveedores y subproveedores.

Pero existen pocas dudas de que las cadenas de suministro y la geografía de la producción cambiarán. Algunas empresas ya han estado reequilibrando la producción para hacer frente a la posible desaparición del TLCAN. Fiat Chrysler Automobile (cuyo presidente es miembro de la junta de la casa matriz de The Economist) dijo en enero que en el 2020 trasladará el ensamblaje de sus camionetas Ram de México a Michigan. Eso dejaría de lado la imposición de aranceles del 25% si Estados Unidos abandonara el TLCAN.

Su planta en México, que tiene acuerdos de libre comercio con una gran cantidad de países, se utilizará para fabricar vehículos para exportación a otros mercados en todo el mundo. Un ejecutivo de una gigantesca empresa industrial estadounidense dice que si las tarifas aumentan el costo de fabricación de manera sustancial en sus plantas estadounidenses, trasladará parte de la producción a sus plantas en Europa o Asia.

Entonces, en muchos casos, las fábricas estadounidenses no se beneficiarán. Eric Hillenbrand de Alix Partners, una empresa de reestructuración corporativa, confirma informes de que firmas de diversas nacionalidades que solían importar metales crudos y procesarlos en Estados Unidos (por ejemplo, doblar o forjar acero o aluminio en formas complejas) se están preparando para cambiar ese trabajo de valor agregado fuera del país debido a las tarifas de los metales.

Entender lo que la administración Trump pretende en materia comercial ya es bastante difícil. Averiguar qué efectos tendrá será aún más difícil.