FOTO 7 | La lista, que apunta a exportaciones chinas por "aproximadamente 50,000 millones" de dólares, incluye a productos de varias industrias, incluidas la aeronáutica, la tecnología de la información, las comunicaciones, la robótica y la maquinaria.
FOTO 7 | La lista, que apunta a exportaciones chinas por "aproximadamente 50,000 millones" de dólares, incluye a productos de varias industrias, incluidas la aeronáutica, la tecnología de la información, las comunicaciones, la robótica y la maquinaria.

El presidente chino Xi Jinping tiene un ambicioso plan maestro para transformar a su país en una potencia económica global rica e impulsada por la tecnología. Y no se aceptan empresas estadounidenses.

Es por eso que la pelea comercial actual entre Estados Unidos y China, en cuyo marco el Gobierno de Donald Trump amenaza con imponer aranceles sobre US$ 34,000 millones en importaciones chinas y Pekín promete pagar con la misma moneda, va mucho más allá de una simple disputa por restricciones al mercado, derechos de propiedad intelectual y el gigantesco déficit de EE.UU.

A un nivel más profundo, el enfrentamiento refleja una rivalidad económica y militar cada vez más intensa entre una potencia del statu quo y uno de los crecimientos más milagrosos de la historia.

Se trata de un choque entre dos sistemas divergentes (uno dirigido por el Estado, el otro impulsado por el mercado), con visiones del mundo y aspiraciones nacionales notablemente divergentes. Parece probable que esa tensión estratégica se intensifique, independientemente del resultado de las temerarias políticas arancelarias actuales.

También es una batalla por la influencia global. Mientras que EE.UU. lleva muchos años tratando de difundir la democracia y el libre mercado en otros países, el Partido Comunista que gobierna China recién comienza a promocionar su modelo de crecimiento con mano dura como alternativa para los países en desarrollo.

Y Xi lo está apoyando con cientos de miles de millones de dólares en préstamos para proyectos de infraestructura desde Asia hasta Europa y más allá.

Enfrentamiento
En EE.UU., los dos principales partidos comenzaron a ponerse de acuerdo en que este es el momento para hacerle frente a China, si bien muchos se oponen a las tácticas de Trump.

El líder de la minoría en el Senado, el demócrata Chuck Schumer, atacó a Trump por no ser más duro con China y la semana pasada dijo que si no se logra que Pekín cambie su conducta ahora, la economía estadounidense podría sufrir daños “por generaciones”.

Con una economía de aproximadamente US$ 13 billones y una riqueza en expansión, ahora China compite de igual a igual con EE.UU. en fabricación avanzada y tecnologías digitales. También tiene los medios para mejorar rápidamente su tecnología de defensa, en particular con sistemas de misiles aire-aire que plantean un desafío estratégico a EE.UU. y sus aliados en Asia.

Xi apunta al largo plazo y busca lo que describe como el “sueño chino”, o “el gran rejuvenecimiento de la nación china”. Para alcanzarlo, fijó como objetivos duplicar el producto interno bruto per cápita de su país (en relación con los niveles de 2010) a US$ 10,000 para 2021 y transformar a China en una potencia tecnológica, competitiva en robótica, vehículos que usan nuevas energías, chips, software y otras industrias de vanguardia en el marco de su programa Made in China 2025.

Otra estrategia de desarrollo apunta a transformar a China en líder en inteligencia artificial para el 2030.

Al fin y al cabo, la rivalidad económica entre EE.UU. y China probablemente no se resuelva con jueces de derecho administrativo o negociadores comerciales, sino en el mercado global. Hoy, EE.UU. todavía saca ventaja en muchos sectores de tecnología y fabricación, en particular el aeroespacial y la biotecnología.

Sin embargo, hace rato que se terminó la época en la que se podía menospreciar a China y considerarla un centro de ensamblaje con salarios bajos para los fabricantes de Occidente. Este es un país que emprende lo que considera la misión histórica de transformarse en una potencia económica del siglo XXI, y recién comienza la competencia.